En porcelana fina. Fría. Blanca. Y con esos ojos de cristal azul pálido sin vida, así como dos gotas que bañan y empapan las lágrimas que nunca han llorado, que nunca han padecido, que nunca han mirado de tras de las cortinas de tu habitación. aun con tu partida todo permaneció igual, las rosas blancas en el jarrón de la sala no faltan y los besos que se fundieron con las paredes oscuras de las escaleras, el pasillo a medias iluminado por las lámparas de un corredor interminable de lamentaciones.

Tu sangre aun brota de el fregadero de la cocina, en donde todo se terminó en un gran disturbio que nadie escucho. con nuestra casa perdía en lo alto del monte, en la lejanía de la nada, en donde pensábamos ser famosos por nuestros encuentros de textos casuales y sin sentido, así las mariposas mortuorias se llegaron a regocijar sobre nuestras cadavéricas miradas que aun renacen en días de cumpleaños o aniversarios luctuosos.

En donde, solemos sentarnos en el viejo columpio que aun logra soportar nuestro fantasmagórico peso. Y en tu habitación puse tu cuerpo que me mira, con esos ojos que poco a poco fueron perdiendo el fulgor y el brillo.

Como la juventud de tus carnes que aun hoy sigo vistiendo con tu ropa, como si no quisiera que se escapara tu ser esencial fundido en estas viejas tablas de madera en donde los clavos se salen por el tiempo y la lluvia ¿que sin querer? los ha vuelto suaves, blandos.

Como tus huesos que se rompen cuando quiero cambiarte, cuando quiero dejarte de pensar, pero los gusanos han comenzado su trabajo de descomposición. Yo intento irremediablemente que no sea así, te pongo cal, a veces te baño con pequeñas esponjas que paseo por tu cuerpo para que la putrefacción no te llegue, para que tu ser me permanezca abrazándome, sosteniéndome, en las noches te tomo entre mis brazos, pero te me desparramas, te desvencijas, ya no puedo soportar tu peso, en mi conciencia, en mi esencia que se mueve de forma fantasmagórica, y una y otra vez, te pinto, tengo el sótano abarrotado de miles y miles de pinturas que se secan al sol en noches de pocas nubes y sin tormenta.

Trazo a trazo, me he aprendido tu fisonomía de memoria, cada lunar, cada peca, cada movimiento de tu ser en descomposición, mi esposa, mi amada esposa, que sigue aquí, en noches pequeñas o grandes, pero me niego a enterrarla, me niego a darle cristiana sepultura.

¡¡¡Llámenme demente!!! ¡¡¡Loco, si loco, me he vuelto loco!!!

Cuando por las mañanas sirvo desayuno para dos, y con la comida y la merienda, lavo tu ropa a mano como a ti e gustaba, tenías razón así se desgasta mucho menos, y tiendo la cama y te acomodo el cabello, te lo escobeteo y lavo con shampoo, y me niego a llorarte, y me niego a perderte mi linda y dulce muñequita creepy.

Y en tardes lluviosa este escribo poemas de amor, y en noches de estrella te hago el amor, mi dulce muñequita creepy, mi pequeña descarnada, mi pequeña Lucinda, mi esposa Santa. A veces te enojas, a veces me espantas, a veces me haces ruidos que no comprendo, me dice palabras que no entiendo, me pides que te de santo cementerio, pero me niego a dejarte ir, me niego a dejarte partir, y me imploras, ¿Pero yo no puedo? me siento atrapado, me siento consternado, me duele el corazón cuando me lo pides, y tus lagrimas ruedan de tus ojos fríos, de tus ojos de cristal, pero no puedo, yo no puedo es por ello que hoy partiré contigo, hoy partiré contigo amor. Hoy seremos cenizas, en este umbra, hoy seremos para siempre amor.

Y mientras tus ojos me miran, la casa arde en llamas, en las llamas más voraces, en las llamas más ardientes, que el corazón en su locura pueda tener, me iré contigo, me acuesto a tu lado y dejo que las llamas me invadan sin protestar me pierdo en tus ojos que me miran, me pierdo en ti, te doy el último beso y cierro mis ojos, aprieto los labios, pero me niego a levantarme de la cama que arde, solo arde por amor.

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