Punto de partida.

Punto de partida.

Silvia Useros

09/07/2019

El sonido de la puertecita mal cerrada se hacía insoportable en el angosto vagón, siendo el mismo, causante del movimiento sinuoso de malestar de los viajeros. Adormecidos por el traqueteo, que hacía chocar sus cabezas contra el cristal, refunfuñaban entre estación y estación a consecuencia del sonido. En general, uno se acostumbraba a estas cosas. Como uno se acostumbra a todo en la vida.

Las maletas reposaban sobre estantes colocados encima de las cabezas de los viajeros, donde caben dos o tres maletas de los ocupantes del vagón, haciendo la estancia aglutinada de objetos y equipajes de diferentes tamaños.

Escribes un garabato en el cristal empañado por el calor del espacio y lo borras con la mano en movimientos lentos, para deshacer las letras una por una, como borrando el pensamiento.

Ya se acerca el tren a la estación. Lo anuncia una voz femenina por los altavoces y todas las miradas se dirigen hacia el aparato, como si fuese un mensaje especial. Ya casi estamos.

Los ocupantes, zarandeados violentamente por la inercia del tren, se levantan de los asientos y se dirigen hacia el exterior de los vagones, al pasillo principal.

La oscuridad no deja ver mucho. No ves mucho más allá de tus manos.

El tren llega la estación.

Entonces, naces.

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