Te mire con esos ojos rotos.

Pero era tarde, contigo siempre había sido tarde.

Tarde para todo.

Después de todo no tenía sentido volvértelo a pedir.

Y es que, ya me había acostumbrado a tu negación.

Que la di por sentada.

Así y sabiendo que no me amabas y que nunca lo harías,

no tenía porque permanecer más en esta ciudad tan grande.

Ese día empaque mis cosas.

Y la tarde la ocupe para irme a tomar mi último café

en la misma cuadra donde te conocí.

¡Masoquista! Quizás…

Lo cierto, es que esta vez no te busque entre la gente,

ni pretendí confundirte con nadie,

ni busque tus ojos entre las penumbras de tu consultorio.

¡Oh no, de eso ya no había nada!

Más que una sana resignación,

Casi benigna para mí.

Así me tome mi último café con dos galletas.

Que me supieron a dulce reencuentro de paz.

Sin más pagué y me fui a mi casa.

Después de todo no esperaba ese final de novela,

En donde los amantes se reencuentran o él va por ella

al aeropuerto para detenerla.

«Patrañas ideáticas e infantiles, en las que, por cierto

ya no creo.»

Fue por esa razón que con frialdad tomé mis cosas y partí.

Mi último adiós quedo para ti guardado en un buzón sin abrir,

en algún lugar del corazón.

Ahora lo sé el amor… no es más que una ilusoria tajada de algún

pastel, ausente para Diabáticos como yo.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS