En una fría mañana

En una fría mañana

Asier

25/06/2019

Al inicio del día sus pasos eran laxos y el aire gélido. «Es como respirar agua», dijo al caminar y con ello se le metió el frío por la boca. De ahí que se entumeciera y se perdiera.

Había llovido toda la noche anterior, mas aún no tenía lista su ropa de invierno; siempre calculaba mal el inicio de éste, de manera que pronto, de mala gana, quizás por haberse habituado a la ropa ligera, ropa que le permitía sentirse ágil y sin esa horrible sensación de estrangulamiento, pero que en definitiva le llevó tiempo incorporar, ya que le fue igual de difícil de adoptar al llegar el verano, lo cual volvía a ocurrir ahora, pero de forma opuesta ocasionando que, efectivamente, tuviese que volver buscarla en el ropero para volver a intentar a acostumbrarse a ella aun cuando muy dentro suyo supiese que no ocurriría y, no obstante, tuviera que hacer que sucediera sólo para volver a cuestionarse del porqué se la había puesto. Esta ropa, a pesar de estar limpia, tenía un leve pero inminente hedor a ropa guardada; pensó en ponérsela sin más, puesto que además de la lluvia del día anterior el invierno había llegado en la madrugada sin avisar. Lo supo porque se le fue metiendo por debajo de las sábanas y le empezó a subir, a abrazar, a respirar en la nuca, a adherírsele a su pellejo con las uñas y no le soltó de ahí en más, sino que, más allá de un deplorable sueño lascivo, lo hizo despertar todavía más cansado que al acostarse. «He gastado más energía en intentar dormir que en mantenerme despierto», pensó. Por eso, primero que todo, buscó con las manos a tientas la ropa que había sacado, pero la notó húmeda, como si hubiese sido sumergida en agua, como si todo el ambiente estuviese bajo el agua. Al final no se la puso, porque supo que, o bien terminaría aterido, o bien constipado por alergia al hedor o por la sugestión de ésta. Entonces, salió sin ella y se fue.

Se dice que lo encontraron a los pocos metros, otros que, efectivamente, nunca salió, los más perspicaces, sin embargo, que lo trajeron desde el terminal terrestre pensando que nunca quiso irse.

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