Una noche tempestuosa, fuertes relámpagos hacen estruendo, visibles a mi ventana, las gotas caen por el cristal transparente, el trueno anuncia que será para siempre, en eso se me ha convertido lo más preciado. El grisáceo cielo no permite diferir entre el ocaso o el alba, mientras taciturno ya no existo para el mundo, irremediablemente veo imágenes difusas de mi mirada tierna, mi sonrisa afable y generosa, que jamás negó su ayuda a otras manos. El camino del dolor a nublado tanto y tan grande al corazón sumergido en la tempestad de las pasiones, allí en el fondo una moneda de oro, luce y brilla resplandeciendo luminosa y dorada imagen a mi encuentro, solo un milagro incide mientras las mareas de un cuerpo desgastado se calman y la historia deja de girar para siempre. No puedo hablar, la tristeza carcome en el fruto preciado de mi alma, una lagrima se derrama en el ojo derecho y en silencio dejando caer mis parpados, me recuesto en la almohada, abrigando una mano con la otra, y las mismas pálidas intentando calentarse se soban, mi rostro inerte, ante mis pómulos pulidos no se remiten a una obra más perfecta del amor, no sostengo nada, y el sueño profundo me lleva a un lugar donde lo impensable es real, y lo dichoso es una forzada tranquilidad.

A los lejos un gigante elefante de la India se acerca, puedo reconocerlo, porque en su lomo trae el asiento de campaña y sus adornos particulares, el animal me observa con una singular curiosidad jamás antes vista, como si un ser humano me divisara para llamarme. Está más cerca de mí a 20 metros, y avizoro sus ojos, hermosos me miran fijamente, en ellos me encuentro estupefacto, millones de estrellas en este caos y hostil universo puedo vislumbrar. El animal me dice con ellos todo, la verdad traída del fuego de la existencia. El ambiente donde se posa el gigante trompudo, con sus cuernos alados en los extremos de su boca, son muy blancos más blancos que una rosa del loto. Empiezo a saber en sus ojos más de lo que imaginaba, en él Shiva y Brahma sentados en el inmenso vacío, dicen su mensaje en el giro eterno de los planetas, los mismos no intervienen en la creación, allí donde ni los reconocimientos tienen valor, ante el más preciado regalo, la vida, misma donde se dan todos los sueños, porque ella es eso, el sueño donde podemos estar conscientes de nosotros mismos. El camino a devenir de ese pequeño planeta azul, lo determinará el corazón de los hombres, hacia donde se dirijan sus latidos, hacia allí será su amanecer. Nadie puede concedernos más de lo que fue dado y muchos menos ayudarnos, la soledad lastimosa entre las vidas, se cobijan a su permanencia consigo mismo, un plácido misterio nos abarca, a nosotros los lotos que se van cerrando en el inmenso lago del existir, algunos brotamos nuestra esencia, y girando, girando nos desplazamos en el infinito. Hasta llegar al mar. Otros simplemente se quedan en el mismo lugar enfrentándose al viento que busca sumergirla. Pero ninguna se hunde.

Buda sentado en la piedra, sitial de un hermoso árbol de naranjos, está allí viéndome desde el ojo izquierdo del hermoso animal, sonríe y una gota en su ojo derecho irradia con la luz de un astro, imposible de adivinar donde se sitúa. Las ramas se mueven y el lugar, con el gran paisaje casi escarchado, desprende hojas maravillosas, estaciones que se encuentran entre ellas, las aves se posan sobre aquel hombrecillo delgado y se dejan mirar, postradas en sus hombros. Ese señor eleva una de sus manos enseñando la palma, y con la otra me muestra el manantial que emana entre sus pies, con sus ojos cerrados, insinuó que, así como él, estoy yo, viendo correr un río sin significado. Allí donde la realidad es el único lugar que se nos ha dado como descanso, esperando que culmine el sueño. Ir tan apresurados envuelve toda la magia y le enmaraña como una pesadilla. En toda la historia del humano, es el humano mismo su gran reto, la realidad parece trágica y para su mayoría entraña utopía. Pero la verdad es que nadie es de nadie, cada quien es su propio obsequio, y su soma, el maná es su esencia. La belleza es nuestro clamor, y el mundo igual es hermoso para quien sabe admirar y ver más allá de una tenue apariencia que al mover la cortina, depara pequeñas piedras preciosas, que jamás se apagan, aunque el humo le eclipse. Haz un pequeño paraíso en la tierra y hazle tuyo. La magia es real, y espera siempre en el mundo de la materia a quien sabe imaginar. El niño no pierde la magia, es el ejemplo de quien comprende muy bien las cosas. Bendiciones que enaltecen y esperan conservar ese amor estrenado en el origen.

El mismo elefante no deja de mirarme, yo solo puedo admirarle y divinizarle, un nuevo ídolo podría ser, si fuera un creyente. El mueve una de sus orejas, y me advierte, que debe mostrarme la verdad de porque todo termino tan mal, mostrando como ha sido mi fugaz trajinar.

Mi persona temblorosa, se limpia las lagañas para visualizar mejor el acto, que en breves instantes empezaría a ver.

Desplomado ante el oscuro firmamento, por encima de éste contemplo, y puedo perturbarme un poco con mi llanto, un bebe tiritando de frío, ante el aliento de mi madre. Mi padre en su ausencia, corre contento hacia la maternidad, destino compuesto de pedrerías y joyas preciosas en emociones, porque no existe otra forma de riqueza. Mamá parece una ligera pluma en la cama, contenta agarra mis manos, y mientras la enfermera me rapta entre las cobijitas. Mi mamá se duerme.

El tiempo de empezar a sentir ha comenzado, el leve sollozo de mis otros contemporáneos, asoma un desfile orquestal de melodramas. Mi padre advenedizo puede entre las ventanas reconocerme. Un niño blanco con cabellos negros. Y de cuerpo delgadito como dos panes apretujados en un canasto.

Me llevan del lugar entre sonrisas y apuros, pues ese mismo día, algunos nacieron para irse de nuevo a la hermosa tranquilidad de la nada. El mundo real el de la vida y la muerte entre mezclándose, con alegría y dolor, estremecía mi ser y me fascinaba.

Puedo reclamar el menú siempre que quiera sin dejar propina, una cúpula rosada y un jugoso pezón bordeado de blanco, era el manjar de mis días, y como un frágil sobreviviente de la guerra, al conseguir agua, yo no dejaba momento para sentirme más fuerte. Sin embargo, no aprendí a vivir, y no porque fuera un cobarde, es simplemente que he sido más sensible ante la invisible verdad.

Empecé a crecer justo allí, ante los ojos de la injusticia, que no era visible para mí, el pesebre con miles de casitas, tenían sus propios dramas, sus propios sueños, sus exasperantes tragedias. Decepciones tras decepciones.Dificultades que he logrado superar, algunas, y otras que me han arrastrado hacia el fango de la realidad. Lástima que la verdad solo es reconocida por quien la sufre, ellos la conocen, porque la viven, los otros bailan y se desgastan en sus pasiones, derrochando y presionando la dignidad de quienes no podrán disfrutar la velada. Le llaman especie humana, pero para ellos, son estos los protagonistas que se conocen a sí mismos como Raza, por tanto, no te dejes engañar cuando te hablen de salvar a la raza (10 personas inclusive) humana, eso es lo que están haciendo, mientras el egoísmo, sigue royendo en el destino de los individuos.

No fui producto del amor, como lo pensaba, fui producto de una relación de factores que encima uno del otro, me dio como resultado. Víctima del egoísmo y de las contradicciones familiares. Pero aun así mi situación no podía delatarme, la circunstancia de los instintos, y de razones manipuladas por el yo, que no admite los errores propios, pero si señala a los demás.Eso sí fue la idiotez más grande que pude cometer, esperar algo de personas así, ante una realidad materialmente determinada por la naturaleza por más que el hombre aspiré que las cosas cambien. La mente como consuelo, ese fue el paraíso que se nos concedió sin manual, solo con una capacidad de observación y en el desentrañar del lenguaje.

La soledad se ha fanatizado en el mundo humano, la solidaridad es el milagro de los corazones que intentan recomponer nuestro plano, donde siempre se han asesinado personas, donde la inteligencia nos ha hecho más eficiente al momento de hacer y más sutiles para ocultar. La sospecha es el espectáculo que nos hace dudar de los demás. El silencio es la penitencia que hace a los necios sabios, y que encienden el camino de obrar por el bien de las almas.

No hay propuestas para quien atesore un acontecer sin demostrarlo.

Dichas y festines, nos conmueven, accidentes y desorden nos alejan unos de otros, aun así, los seres se reproducen y ganan con ello la responsabilidad que tienen con el futuro. Ni siquiera con ellos mismos, son capaces de aceptar su propio destino, quieren, pero no dan a cambio, y si dan es porque ya tienen asegurada la victoria. Eso es el humano. Un tipo lógicamente acto, e incapaz de comprender a sus semejantes.

Crecí para que, en cada momento, todo me fuera prohibido, menos la perturbación de los derechos de unos sobre otros, perturbación que escamotea en cada segundo de nuestras vidas. Luego buscando un momento de tranquilidad, el desgraciado sentimiento de pérdida, nos asombró a todos, con la partida del hermano mayor. El estrés comenzaba, sentimientos encontrados, rechazos de amor despampanantes, y una salud desmoronada por el desconocimiento de mi grandeza, tal que nunca pensó en el yo, pero si en el nosotros. ¡Que imbécil! El más tonto de todos los hombres, así me reconozco.

Destino que me aguardaba desde siempre y me ha comentado que puedo vivir con ellos como si no existiera, y así ellos para mí. Esa es la razón social de nosotros, no somos una gran familia.

Despechada verdad que inunda nuestro patio, mientras sentados presenciamos el cielo que encima nos cubre. El amor de ella se fue para siempre.

Aquí adulto afligido con un desgarramiento en mi cabeza, hace parecer que pensar no era suficiente, allí donde las palabras no tienen valor, y su significado ni se siente o se escucha.

Sin embargo, tengo esperanza.

¿Existen alguna manera para curar y ser curado?

Hallé la respuesta espiritual a semejante problemas, ante quien sufre por amor, ante la pesada carga de mi persona.

Así aligere mis pormenores espero ser de ayuda todavía.

Ya que nadie es el mismo, ya somos diferentes. Cada mañana nos ha transformado, cada noche reclama la última.

El elefante me ve y con misericordia, me pide inclinando su cabeza, montarme en su lomo, para irnos hacia la eternidad. Yo no reclamaba cielos o infiernos, el mundo que dejaba atrás era lo peor de ambos. Tenía las ganas de en otro plano conseguir una gran biblioteca donde el conocimiento del bien y el mal no pudieran usarlos. Allí quería permanecer para siempre en una gran biblioteca como la del relato de Borges. En el caminar el elefante y yo, nos hicimos menos visibles, como pompas de jabón estallamos y esfumandonos nos olvidamos de nuestra existencia. En la literatura comprendí la vida y entendí que la verdad no se busca, se vive en la naturaleza nuestra y de las cosas. En las matemáticas admire el universo, y pretendí desentrañarlo. En un plano de decepciones, la ciencia y el arte son las unicas cosas que valen la pena para nuestra especie.

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