La quinta del chupete (copia)

La quinta del chupete (copia)

Maribel Torija

27/06/2019

El 18 de julio de 1936 estaba arando en Las Horazas, en la Alcarria. Después bajé a comer al pueblo. Era un día muy raso y yo pensaba: «Hay que ver, como un día tan raso se oyen estos estruendos si no hay nubes y lo que ocurría es que había estallado la guerra.

Fui a buscar a mi padre y mis cuatro hermanas que estaban segando por el camino de Torija. Los aviones, unos de la zona nacional y otros de la zona roja, se ametrallaban. Nosotros íbamos a escondernos y decía mi padre: » Nada de esconderse. Quietas, quietas», a mis hermanas y a mí.

Los muchachos de Fuentes de la Alcarria y los de Valdesaz teníamos que ir todos los días a hacer la instrucción a Brihuega por carretera hasta el río Tajuña. Nos estaban preparando para ir a la guerra. Estuvimos alrededor de dos meses. Yo tenía quince años.

Los milicianos dormían en la casa parroquial y guisaban en la iglesia. Nos daban café que hacían ellos.

Los tanquistas se peleaban por el Monte Ibarra. Tiraban robles, chaparras. Todo lo que pillaban a su paso. Como eran hombres bien portados, hacían baile en la plaza y las chicas jóvenes, que estaban en pleno apogeo, deseando bailar con ellos.

En la sacristía de la iglesia estaba el comité, una asociación de los políticos. Donde está ahora el toril, debajo del balcón de la casa del cura, hicieron una puerta. Cuando terminó la guerra, la taparon.

Había ametralladoras en el Cermenio y en la torre de la iglesia, también. Cuando venían los aviones de los nacionales, los disparaban. Una vez acertaron a uno, sabes, y empezó a quemarse por encima de la cueva. Pensábamos que iba a caer por El Llanillo pero fue a caer ya quemado al Monte Ibarra. Por la Matilla estaba el frente.

Cuando tenía 17 años, los carabineros me llamaron a filas. Mi hermana Fani estuvo todo el día y toda la noche llorando y mi madre se volvió medio loca. Nos llamaban la quinta del chupete porque éramos los más jóvenes y, a los más viejos, la quinta del saco.

Estuve en el frente en la Laguna de Peñalara, encima de La Granja de Segovia. Teníamos una chabola para dormir, cuando nos tocaba descansar, y otra para mudarnos. Como estábamos mucho tiempo sin mudarnos, teníamos tanques orugas, o sea, piojos. Muchos y gordos.

Una vez,sabes, en Peñalara un valenciano que había en el puesto dijo: » Huy! Ya suben por ahí. Ya suben los fachas».

Estuvimos toda la noche en rueda. Los dos sargentos que teníamos eran de Alicante ¡Huy! Tenían un miedo. Luego resulta que no subían los fachas, eran las sombras de los pinos que parecían hombres.

Una noche, bien me acuerdo, fuimos a relevar. Nos relevábamos cada dos horas. Hacía mucho frío. Estaba oscuro. Me caí, se me ensangrentó la cara.

Desde Peñalara nos decían: «No bajéis a La Granja de Segovia, que como bajéis, os cortan los moros la cabeza.

Bajábamos. Llenábamos perolas de nieve y, cuando se derretía, el Jaime cocinaba unos garbanzos que salían como las piedras de duros.

Estuve en Miraflores de la Sierra, El Molar, Guadalix de la Sierra, Pedrezuela. Allí fuimos a segar en plena guerra. Nos dijeron: » Quien quiera ir a segar que vaya Pedrezuela «. Y estuvimos unos días. Como la fuerza estaba en El Molar, nos llamaron antes de terminar de segar.

En Brunete, en el frente, con dirección a Navalcarnero al salír a un pueblo que se llama Quijorna, me tiré a la trinchera para que no me hirieran y me alcanzaron dos tiros en el glúteo. Tenía 17 años. Y hay otro pueblo, en el que ahora celebran corridas importantes que se llama Valdemorillo. Ese pueblo quedó deshecho, lo dejaron hundido. Nos hirieron al Jaime y a mí y nos llevaron al hospital a Madrid. Al Jaime le dieron dos balazos. Yo pensaba que había sido uno porque se le quedó la metralla metida en la pierna.

Después me enviaron a Navalafuente. Mi padre y mi tío Guillermo, padre del Jaime, fueron a vernos. Mi padre estaba muy torpe y se cayó en el tren pero no le pasó nada grave.

Cuando terminó la guerra nos dijeron: «Todo el que no tenga las manos manchadas de sangre se puede marchar a su casa». Desde El Escorial regresamos a Valdesaz preguntando. Fuimos a parar otra vez cerca de El Molar, de Miraflores de la Sierra, Cabanillas de la Sierra y Cabanillas del Campo a parar de nuevo a Guadalajara. Luego tuvimos que ir a Brihuega y, desde allí, bajar andando otra vez a Guadalajara a hacer una depuración, es decir, a ver que conducta habíamos tenido. Si habíamos cometido crímenes.

Había un dicho que decía: » Cabanillas del Campo tiene tres torres. Por eso la llamamos engaña pobres».

Los republicanos querían conquistar Madrid. Estaba tomada por los rojos pero cuando terminó la guerra, quedó a favor de los nacionales. Harían algún pacto. Yo qué sé lo que harían.

Sacaron una canción, sabes. ¿Tú sabes dónde está el Cerro de Garabita?

«Sí, en Madrid, por la Casa de Campo».

» A los del 41 les vamos a regalar el Cerro de Garabita a ver si lo pueden tomar».

El 1 de abril de 1939 acabó la guerra. Tu madre, Fani, estaba fregando en el arroyo, por El Caño. Cuando regresó, la gente estaba en la plaza cantando el » Cara al Sol» y sacaron al cura de su escondite. Lo había escondido el padre del zapatero que se llamaba Jesús.CAM000463.jpgCAM000458.jpgCAM000531.jpg

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