A la derecha aparece un muchacho, que ya no lo es en realidad porque es un hombre hecho y derecho, más próximo a la cincuentena que a los años de lozanía. El pelo blanco por sobre la frente con el que deliberadamente el pintor lo ha retratado así lo sugiere. Aun así se ve más joven de lo que es, quizá porque ella, la que está retratada a la izquierda del espectador, sí lo es, y así lo podríamos inferir por los vivos colores con los que está ornamentada su cabellera, aunque no lo sea tanto más que él porque en realidad, cabe aclararlo para quienes no lo sepan, ya es mujer muy próxima a la edad de la madurez.-

Él hace el gesto de acercarse a ella para besarla. La forma de la boca y los ojos cerrados de sentido amor así permiten adivinarlo sin dificultad. En la mejilla que se muestra de él hay estampado un corazón de color blanco. Es señal de arrobado enamoramiento, de que su amor es puro y sincero y tambien de que aguarda paciente a ser correspondido por ella, que, sin embargo, se recoge sobre si misma en gesto de inequívoca timidez. Lo delata su mejilla sonrojada, la que expone al beso que él le ofrece, sin llegar a permitirle el contacto. No aún.-

Por sobre el rubor de ella emerge dibujado un corazón pintado de rojo carmín que sugiere que el sentimiento, el de él, podría ser correspondido, y que, debemos suponer, también es puro y sincero como lo es el color blanco de la otra mitad de su cara, la menos expuesta a la consumación del beso que él le ofrece y ella demora en aceptar.-

Como él, ella también cierra sus ojos en muestra de risueña incredulidad por lo que ocurre, con él y con ella, ahí los dos tan próximos el uno al otro entregándose al gesto mas elemental del amor. Su pose, la de ella, algo inclinada hacia atrás, podría hacernos creer que se retrae, que lo rechaza. Pero no. El resto de su cuerpo permanece erguido y sus brazos caen firmes a ambos lados, sin detenerlo ni aumentar la corta distancia que la separa de él, contribuyendo a resaltar un busto sugerente que expone a sus ojos, los de él, que no pueden deleitarse en mirar lo que se les ofrece a la mirada porque están completamente cerrados, preparados para la inminencia del beso que está por darle y que se ha demorado mucho más de lo que el corazón, el de ambos, en otra circunstancia podría aguardar sin sufrir.-

El fondo, de un intenso azul celeste, es índice certero que todo esto ocurre a plena luz del día, sin ocultamiento, y que el cielo que se cierne sobre ellos está despejado de nubes o borrascas que se interpongan para iluminar la escena que está a punto de suceder, la que no vamos a ver porque todo esto es obra de la imaginación que un pintor anónimo plasmó en la tela que ahora está colgada en una pared de mi casa, la cual solo retrata a un hombre y una mujer que se disponen el uno para el otro para el amor y que, sin saberlo él, el pintor, bien podría ser cualquiera de nosotros.

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