En premonición constante.

Lejos del alcance del alquitrán y el humo

En sumo de banderas remojadas.

Y epitafios de tumbas encumbradas.

Describo.

Enumero.

Enuncio.

Suscribo.

Ese sentir de ti.

De este amor que cuelga como abanicos

En mano de doncellas.

¿Qué nunca han bailado?

¿Qué nunca han reposado?

¿Qué nunca han soñado?

Y es que me deslizo en tus contextos,

En tu desmesurada memoria de este

Amor que se agita como soda,

Que se reprime a si mismo de existir,

Que no quiere ser, siendo.

¿Por qué el amor es prístina esencia?

Si, así prístina esencia de lo innombrable,

De lo inconmensurable,

De lo que está aquí en esta

Contextualización de ti.

De los besos que no me diste,

De los recuerdos que nunca pudiste

Desdibujar de ti.

De los suspiros que se ahogaron en el

Vació.

De los abrazos que no consolaron,

De los destellos que nunca brillaron.

De todo aquello que se dejó para el imaginario,

Para el palpitar callado,

Para el después de lo que después sucumbió

Al olvido.

Y que ahora en recuento del tiempo

Se vuelve polvo,

Se vuelve ceniza,

Se vuelve locura.

Y pese ese abismal mar que nos separa

Aun en el temporal de lo inevitable,

Sigue ahí, marcándote en el corazón

La herida perpetua de lo que en mesura

Se calló,

Se olvidó.

Se enuncio,

Se diluyo.

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