Si la simplicidad de escribir fuera simple, todos seríamos escritores… más resulta imperativo que al escribir se nos nubla el corazón, se nos corta el alma en cada palabra y en secularidad a los textos, nos desvirgamos ante la página en blanco, hasta lograr copular en ella todo aquel pensamiento guardado en los adentros de nuestra loca, académica y simbólica sesera…

«Y heme aquí de nueva cuenta, besándote entre tintas.

Palabreándote una y otra vez, dándote mil ósculos de amor…

A ti, mi amante musa de inspiraciones copulativas.»

¿Porque si nunca le has hecho el amor a una hoja en blanco? Entonces, para qué demonios te sirve el diccionario… ¡Pues ahí! en efecto está el más grande de los amores, el orgasmo sinonímico de lo que se expulsa de las entrañas hasta reconocer el significado de lo que se denuncia…

Teatro risueño de un mundo real, rotulado por millones de mundos imaginarios… aun que en mi caso las musas son más estereotipos de un amor prohibido… letal… inconmensurable repleto de algoritmos en mi cabeza que no dejan de estar dando vueltas hasta que los escribo, giran y giran las ideas en mi mente, como los planetas en el cosmos…

¡Vaya que somos egocentristas!

Aun que toda vía no descubro bien el significado de las Monadas de Leibniz. Aun así, mis monadas son escritores que relee una y mil veces…Como esa tal Úrsula de un cuento irremediable mente bello y anecdótico… O aquel que descripción nos enmarca un violinista que toca sobre un tejado. de guerra o amor, de miseria o terror…No importa, el lenguaje debería tener su propio poema de amor…

Y si yo pudiera mandarle un SMS a un diccionario seria el silencio de no haberlo leído por completo, pues aun sigue preguntarle a Saussure sobre el sentido del lenguaje y la lengua.

» Y si mis palabras fueran para ti, no serían en japonés…

Serían en francés o en italiano, para que sepas lo mucho que te amo…

My love.

Y aun sigue aquí en este SM rumbo a Portland, tratando de amenizar mi partida, escribiendo a mil por hora, los textos muertos de los poetas malditos que sufren tanto como yo. «Que, si por tinta soy y por tinta muero, que me entierren entre cuadernos, entre textos y novelas» y por epitafio me pongan: «Que fui la tinta del mundo infinito de los ensueños.»

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