Sentado mira el móvil justo a las 8 PM.

La mirada lo delata; <no hay ningún mensaje>, bloquea de nuevo la pantalla. Se levanta de la banca y aborda el tren, sabe perfectamente en que estación tiene que bajar para verla; pero ya piensa en seguirse 2 más.

Dentro del vagón todas son caras cansadas, sucias y con esa mirada de abnegación que caracteriza a los habitantes de las grandes ciudades de las que la rutina los hace prisioneros.

Cabila sobre esa rutina mientras en el reproductor de música suena «el lobo»; de Real de Catorce, su diccionario mental le arroja la primer palabra: «absurdo», pasan por su mente una cantidad de imágenes y de ideas que lo llevan a pensar en lo ociosa y repetitiva que puede llegar a ser la vida, » a final de cuentas todos nos preparamos para algo muy similar» -se dice mentalmente- mientras ve como un borracho tambalea por el movimiento del tren, pero no cae, le gusta jugar con el equilibrio como si jugase a la ruleta rusa con un revólver sin balas. Una pareja de jóvenes novios ríe, se besan y ella recarga su cabeza en sus piernas mientras van sentados en lugares reservados para personas con discapacidad.

Pasa por la estación de Xola, donde quedó en verla; pero ha decidido no bajar ahí, piensa en el bar de su amigo el gordo. Llega el mensaje , -¿dónde estás? – dice el mensaje de texto. Llega al bar y pide un ron doble…

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