Con las manos en el teclado. Puesto de gusto en frenético desencanto y atomizador. Radiante por el sol de mayo y la luna de abril. En plena arbolada de ojos sin sentido de perturbación, con la calma en su andar, Que por cierto, olía a zanahorias molidas, mi abuela era una de esas mujeres que nunca tenía tiempo para ocasiones especiales, le molestaban las sorpresas y todo aquello que tuviera que ver con falsedades, era sería y gran degustadora de golosinas. Todas las mañanas ponía frente a la mesa una charolita con caramelos macizos sabor a menta para después de desayunar.

Me gustaba visitarla, era agradable estar conviviendo con ella unas cuantas horas, después ya no soportaba más las interrupciones y legalmente nos decía que nos fuéramos de su casa, la visita había terminado. Era estricta y de unos horarios irrevocables para cualquiera, menos para quien ella deseaba que se quedara más tiempo, aun que eran pocos los privilegiados al respecto, la mayoría de nosotros simples mortales sin gracia más de la que deglutir la comida, tenían irremediablemente que irse, le agradaban las personas interesantes.

Ella solía decir que era gente especial, gente Deridet, es decir, fina y culta, vaya que era discriminatoria, lo cierto es que sabía escoger a sus amistades, ella solía decirme » Que no importa cuanta gente tengas en tu vida puedes tener un millón de amigos incultos y poco interesantes, ellos te consumirán, después te olvidaran y te negaran.» Yo no creo mucho esa cuestión sin embargo en algo tenía razón, » es verdad la gente culta y Deridet como decía mi abuela es más interesante» Puedes hablar y aprender de ellos mucho, mucho más, de igual forma, te invitan siempre a conocer más.

Esto me hace recordar que, en una de aquellas inusuales visitas a su casa, ella me pregunto ¿Cuántos años tienes Querida Sofí? a los que yo respondí 25 Emma. Ya que he de puntualizar que le molestaba el sobre nombre de abuela, ella decía que sus padres no se habían esforzado tanto por buscarle un nombre para que pasara a ser sustituido por Madre o abuela, así que todos le llamábamos por su nombre Emma.

-25. Y no piensas sentar cabeza. Casarte, tener hijos. O eres de esas jóvenes liberadas que prefieren quitarse la matriz porque están secas de sentimientos y de amor para darle a los demás.

– ¡No! ¡Por supuesto que no Emma! (Le conteste yo, molesta y un poco intranquila con su pregunta que dejaba traslucir su desencanto por el nuevo mundo que veía en Facebook).

– ¡Menos mal! Ahora resulta que vivo en un mundo en donde no sólo hay gente poco Deridet, si no cobarde, perezosa y pretensiosa, vanidosa y ególatra que creen que traer la ecología a sus vidas destruidas es ser culto, intelectual y de buen gusto.

Todos en la mesa guardamos silencio, se sentía como si por un instante la humanidad hubiera muerto en las palabras de Emma. Todos mis primos y yo éramos jóvenes, así que mi abuela no comulgaba con nuestras ideas, las cuales le parecían absurdamente ridículas. Después de algunos segundos prosigue a corrernos elegantemente de su casa.

Uno a uno entendimos la indirecta, así que sin más preámbulos nos fuimos, después de todo Irma (la señora que le realizaba el hace a mi abuela Emma) limpiaría el comedor. Así que no nos quedó otro remedio que despedirnos de ella e irnos. Sin decir ni una palabra entre nosotros, tomamos nuestros autos y nos alejamos de su casa. Yo por mi parte no podía quitarme esa sensación de desagrado.

Así que me dirigí al centro a tomar un café y fumarme un cigarrillo. Entonces me di cuenta de una simple cosa, durante toda mi vida visitando a Emma, nunca la había conocido, realmente no sabía ¿Quién era ella? ¿No entendía su forma de ser? y mucho menos su forma de ¿Tratarnos? Era como si una parte de ella deseara convivir con nosotros como familia y otra parte de ella nos detestara.

Estaba en mis meditaciones sobre mi abuela, cuando un hombre de unos 87 años se acercó a mi mesa y me dijo «Es por la edad» a lo que yo con gran sorpresa voltee a mirarlo, era un anciano chaparrito, de aspecto saludable, con ojos azules profundos, de calva prominente y de estatura mediana, complexión media. Quien me miraba fijamente y al cual le note cierto parecido familiar.

– ¿Me dejas sentarme July?

¿Como? ¿Quién era él? ¿Cómo sabia mi nombre? ¿Quién se lo había dicho? No entendía nada, absolutamente nada. Con sorpresa, miedo y un poco de ansiedad asentí para que se sentara, menando la mano de forma temblorosa saco con cierta dificultad su cartera y de su interior una foto doblada en cuatro, la cual me dio para que la mirara.

Era él y mi abuela Emma, nada más que más jóvenes.

-Ella siempre. Y te lo digo así. Siempre fue el amor de mi vida. Aunque, nunca fui de su consideración más interesante. Pero ella si era interesante para mí. Por ello, le escribí esto.

De un folder tamaño carta, de color amarillo, saco unas partituras las cuales me dio para que yo las observara.

– ¿Quiero pedirte un favor July? Llévale esas partituras a Emma. Llévaselas hoy mismo si es preciso. Entonces sabrás, ¿Porque Emma es así?

Sin más, el hombre se levantó con cierta dificultad como se había sentado, y ya erguido, me miro a los ojos y me giño uno de sus hermosos ojos azules. Tarareando la melodía se fue caminando por el pasillo de Vips, dejando me absorta por lo sucedido y con un millón de preguntas en mi cabeza. Por pena no le dije nada. Así que termine mi café, y después del trance momentáneo pedí mi cuenta y me regrese a la casa de Emma.

Toque el timbre con tanta ansiedad, ya que como era de suponerse del camino a su casa, muchas preguntas revoloteaban como mariposas en mi cabeza. ¿Él era mi abuelo? y si él era mi abuelo ¿Quién era el hombre que yo había conocido como mi abuelo? ¿Era su amante? ¿Mi abuela había tenido un amorío? ¡Vaya, entonces…Dios!

Irma abrió la puerta…

-Señorita July. Buenas tardes. ¿Olvido usted algo?

– ¡No nada Irma! ¿Dónde está Emma?

-Está en su cuarto, tomando una siesta.

-Despiértala por favor, necesito hablar con ella, es imperante que hable con ella.

Con el sobre salto de mi voz no hubo necesidad que Irma fuera a despertarla, Emma bajo las escaleras.

-¿Qué es lo que pasa July? Porque tanta alharaca y parloteo a alta voz.

Con un guiño, mi abuela Emma indico a Irma que podía retirarse. Entonces ya en la sala le entregue las partituras que a aquel hombre mi había dado para ella. Al abrir el folder Emma se desplomo en el sillón. Su cara se tornó por primera vez expresiva y podría decir, que hasta humana. Con los ojos vidriosos comenzó a leer parte por parte de las notas musicales que ahí se encontraban escritas, su mirada se llenó de recuerdos que eran traslucidos para mí, que la observaba absorta en su meditación.

Lentamente alzo la mirada y sus ojos se cruzaron con los míos, entonces pude sentir su vida pasar por mis entrañas por un fecundo instante de asimilación y similitud con ella. Sin más se puso de pie y tratando de recuperar la figura rígida que la caracterizaba, se fue al piano que tenía en su estudio y dejándome ahí petrificada comenzó a sonar por toda la casa esa extraña sonata para piano en mi menor que aquel hombre le había compuesto y que llevaba su nombre.

Sonata para Emma.

De Jhonh H Nigmang.

Fue la primera y la última vez que escuche esa melodía. Después de que mi abuela Emma termino de tocar el piano, sin decirme nada. Se encerró en su habitación y jamás…jamás volvimos a tocar el tema. Sin embargo, ese hecho la volvió más considerada conmigo, a tal grado que su forma de ser, se me hizo tan familiar, que comencé no sólo a entenderla, si no ha apreciarla. Dos años después mi abuela Emma falleció y como herencia me dejo aquella hermosa Sonata, que aquel hombre le escribió con una carta para mí y sólo para mí, la cual llevo hasta hoy guardando así el secreto de Emma Toms Nigmang mi abuela.

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