A la última garza de tus manos,

la guardaré a pesar del tiempo que te atrapa
para que en las tardes melancólicas como ésta
te alcance mi recuerdo con devoción lejana.

Al místico sosiego que te esparce
la íntima miel que te apacigua
lo podré como intentando un rito
cuando tu honda perduración me sea guarida.

Y a la silvestre inquietud que te desboca
cuando la savia de la vida te recorre,
la perderé porque serán tus días nuevos
mientras mi mente te detiene contra un cofre

Y quedarás como las cosas viejas
un poco porque fuiste un día
y más porque todo te es un canto
cuando te rescata de las tardes mi
melancolía.

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