El acoso de mi imagen

te propaga en los
lugares infinitos que te ahuecan
hacia el sueño
un murciélago de sombra
te descifra los suburbios del
miedo.
Donde el paso fatigado claudica
la persecución del infinito
comienza la duda de tus márgenes
y más allá el eco te responde
como un pájaro de diluvios
que averigua tus orillas.

En tus recintos con palomas resumidas
el grito va a buscar sus alas en el
eco
recoge las viejas alas y canta.
Eres sonora de silencio como un templo
y en ti hace casa y puerto mi
palabra.
Un día apoyaré el fuego en la leña
de tus manos.
y la sangre que se alarga y medra
en tus laberintos
tiritará con palomas de campana

De tus dedos de caña humeará
el olor del pasto
como un incienso bueno
y el pelo silvestre
tendrá nudos de agua

Los caracoles de tu oreja
tragarán tormentas
porque desde ellos
tocarás mi alma.
Seremos poco a poco
entre los dos nosotros

y dejaremos el rastro de las veces
que nos morderá la espalda.
Hasta que un día un hijo
de miedo te ensanche el
pensamiento,
y yo apague

(para culminar un
rito)
un dogma de fogata,
y me arranque
el pasado de la
espalda,
y te deje con cenizas en
las manos.
y campanas sin domingos
en las venas.

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