MI DIARIO: DORADAS ESPINAS

Bajo el abrigo nocturnal,  caminé por sus calles solitarias y embriagantes. No obstante, mi ansioso deseo de alejarme de ese mundo aturdidor, de perderme de mi misma, sentí nostalgia de la ciudad, los amigos, mi gente, el ruido y su aire venenoso.

La noche, las estrellas, la hermosa luna clara, el viento divino e inquietante de aquel lindo escenario, y su gente silenciosa, honesta y confiada, me hizo pensar, que deambulaba en una esfera desconocida.

Quise escapar de una realidad que quemaba mis sentidos, que achicaba mi espíritu. De pronto, el cielo tiñó su esencia con una luz iridiscente. ¡Místicamente arrastrada a ella, fijé la mirada en el cenáculo de las estrellas!

¡Oh, sublimidad!
¡Divina constelación!
¡Espejo del alma!

En dicho paroxismo, opté por oír sin ver, a los innumerables seres que en la magnitud del silencio se hacen escuchar: Las ranas con su incesante croar, los pájaros, su inigualable canto y belleza, la inteligencia del búho que observa y analiza silencioso, las libélulas desafiantes que bifurcan la obscuridad, y un sinfín de sonidos ignotos, deliciosos y gratificantes al alma humana.

¡Apacible quietud del espíritu!
¡Has este instante una eternidad!

De pronto, la magia del sueño me haló a su mundo onírico y misterioso, sellando mi existencia al mundo terrenal. Mis ojos, se clavaron en el parque frondoso, queriendo captar de un tajo, la plenitud de su magia delirante.

La belleza de su rostro e intensidad de sus grandes ojos negros, me sacudió. Y un hielo fúnebre difumino el lugar. Quise huir, pero me sentí clavada al piso. Tomo mi mano y dijo: ¡No huyas! ¡No huyas de ti! Un perro danzaba en derredor nuestro sin razón ni sentido alguno. El pueblo hermoso que me hechizó, disminuyó de tal manera, que sentí explotaba en mi corazón.

El fuego del amor floreo de pronto como un quejido interminable, como un lamento de amor eterno. Fuego intenso que por lunas esperé, y en necedad del destino me fue negado.
La luna extendió su manto sobre el sagrado parque. El calor se tornó tibio y mi túnica se sacudió en forma de espiral hasta envolverme entera. Lo busqué desesperada, pero no, no estaba. Había partido para siempre. Para nunca regresar. ¡Fue un remolino de recuerdos! ¡Un espiral asesino!

¡Y desde entonces, una lágrima anegó mi destino en un extraño cataclismo!

No podía creer, que me hubiese sumergido en el mar de los recuerdos. Recuerdos dolorosos y amargos. Y el tenue olor a yerba buena de aquella escena, fue campo de cultivo para que las rosas rojas se volvieran blancas y sus doradas espinas se tornaran pálidas.

¡Arde fuego entre mis blancas sábanas!
¡Lacera mis sueños!
¡Quema mis entrañas!

¡Soberbia divina!
¡Intensidad sombría!
¡Llanto abrasador!
¡Aliento de arcilla!

Camina despacio
Entre abrojos y espinas
Entre clavos y cadenas
Entre piedra y arena.

* Imagen tomada del muro de Islam Gamal.
Luz Marina Méndez Carrillo/15052019/Derechos de autor reservados
Obra registrada en Cedro-España/ https://www.cedro.org/.

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