En el maternal vientre de ella, sentía su querer

Sentía cuando de su boca una sonrisa florecía, ella hacia este gesto cada vez que posaba sus delicadas manos, sobre el baúl de la vida.

Del lampo de la alegría al rictus de la tristeza se balanceaba, meciéndome en el vestigio de sus emociones sentía su amor, pero lo que más percibía era el entrañable deseo de tenerme entre sus brazos, cohabitando en la floresta de su ser comencé a soñar con la magia de la vida.

Plúrimo de Oleadas de presión recorrían mi cuerpecito, sacudiendo mis alas en un abismo tremuloso mi corazón se aceleraba, estremecida sentía las paredes estrujarme, empujándome hacia un lugar desconocido.

Un viaje de eternas escalas sin previo aviso me tomo, escuchando el gorgoteo que producía los pujidos de mi madre, una salida estrecha emergió y con un giro mi hombro salió, era como bajar de un tobogán y caer en la diáfana luna, dejando mi cueva protectora para habitar en el brizar de sus brazos, al ponerme sobre su pecho logre ver su venusto rostro.

Amasia centinela mía, adamar de tu existencia soy, tus ojos simulan el astrífero cielo, donde nuestras miradas se eclipsaron al encontrarse.

El tiempo era flemático a tu lado, la noche se telaba en el conticinio trinar de mis llantos, desnuda ante el mundo, encontré el calor en ti, la dádiva de la vida me entregaste.

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