Inquietante. como todo lo que me conforma.

Nací entre palabras que se escurren, se bañan,

se menean, me muerden hambrientas, me enjuagan,

me tallan, me conforman.

Nací, de lo inquietante de los contextos,

que una y otra, y otra vez.

Jadean en mis entrañas, como orgasmos

que nunca dejan de tener ese placer, ese dogma

esa fe, ilusoria, amatoria, sedienta, en brama

constante, se funden en mis nalgas, en mi sexo,

en mis senos, explotan en mis cienes.

Hasta consumir cada una de mis ansiedades,

terminadas en trabalenguas constante,

radiante, te beso, te como a besos-.

Me muero y renazco una y otra vez en esa inquietante

labor mía que me araña, me chupa las entrañas,

me vuelve sirena, cangrejo.

Salto, corro me elevo, me vuelto una flor de palabras,

de confecciones incontenidas, serviles, reverentes,

rebeldes, remolinantes, comprensivas, disolutas,

putas.

Así, de adentro a fuera, agarrando al toro por los cuernos,

sin tapujos, sin arrepentimientos.

Palabras, palabras y más palabras llenas de secretos,

de metalenguajes que no terminan de hacerme cosquillas

en las piernas, de formularme amantes que nunca existen,

de dormirme en camas que nunca fueron, camas.

De están en el vacío perpetuo de la contemplación.

De esa sublime y febril, maldita contemplación,

que como droga, me droga, me envenena, me somete

a no dejar.

A no querer dejar de escribir, me he vuelto adicta a esto,

adicta en serio. Estoy todo el día dando vueltas, entre palabras.

Palabras santas, melosas recubiertas con chantilly y frambuesa,

con café de grano, soluble, disoluto, envolvente, enrollantes.

Esperanzador. ¡Vaya me dicen, que si soy poeta!

No, no soy poeta, soy la briza de mis poemas,

Son una lloviste por este tierno emblema de palabras,

que se fecundan y nacen de otras palabras, para después

volverse a fecundar y volver a nacer en un constante,

constante flotar, desmembrarse, eyacularse en ese sentir

de expresiones, sutiles, profundas, complejas, simples.

Palabras que me bañan, me inquietan, me abrazan, me lamen,

me tocan dóciles, se vuelven fieras, me hacen el amor,

me penetran, me encubren, me hacen mentir, me hacen enloquecer,

para después devolverme a ese mundo de sensorial de ensoñación.

Y así.

Una y otra, y otra, y otra vez.

En un constante, constante, constante ósculo de amor febril,

ardiente, lleno de tanta, tanta pasión que nace, crece, se enfrenta,

se prueba, se desnuda, se vuelve viento, arena, tiempo, mar,

agua, lluvia, castillos sordos de esta inquietud que brotan, emana

como riachuelo sin causa, sin sentir, con sentir de mí.

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