Introvertidos como una tortuga

LA CONSTANCIA DE SU VIGILIA INDIFERENTE

Un banco que no importa me soporta.

Tengo alguien al costado.

Una señora insistentemente al frente me mira como si se supiera en mí.

Y yo me hundo y pienso y cuando vuelvo está ella con la constancia de su vigilia indiferente puesta allí, como una idea mía.


Introvertidos como una tortuga

Era un pasillo pintado de blanco, con la perspectiva paulatina resolviéndole la monótona lejanía.

Rítmicamente se sucedían puertas grises, heraldos de un misterio que guardaban.

Cada cerrojo resolvía dudas y deducía preguntas sin clausura.

La gente del ahora, en el puntual momento se sabía y se ignoraba.

22 ó 30, ó 25, dos polleras negras, un montón de tal vez no investigados y verdaderos colores en la ropa que no indaga el ojo distraído que mejor supone.

Todo allí, una hora cualquiera. Yo y los otros, y en cada ojo de alguno de los otros, un él que se ensimisma, mirándome como a uno de los otros. Todos somos los otros; y el cada uno un recodo que no averigua la ganzúa del ojo obstinado.

Yo me escondo detrás de la mirada, como soy desnudo bajo el calzoncillo.

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