SILENCIO NEGRO

Me descalcé el mundo

me cegué los dedos

me desnudé el mundo

cerré cinco ventanas en muro

ciego por ciego

ya sabía silencio

ya sabía negro

por eso silencio negro

por eso todo silencio

y la vigilia en un punto

en silencio de silencio

No estoy habituado al gesto de los colores y me ensordece el estruendo de las formas como un coro fantástico y duro.

Me llaman la atención y el miedo las cosas blancas tan chatas.

Me acechan detrás grillos multicolores, amarillos trozos de silbido han salpicado los contornos.

Algún amigo me describió en una carta todo esto y no consigo dar a cada cosa su nombre.

Cada cosa cambia de lugar y gesticula y describe su música. Se parece al movimiento.

Algo viene hacia mí.

Cierro los ojos asustado.

Y me aterrorizo del negro silencio tras mis ventanas.

Voy a abrir los ojos…

Pero ya no sé.

Voy a abrir los ojos y muevo las manos o digo:

«Ya no sé, ya no sé abrir los ojos».

¡Oh! ¡Ay qué miedo de pensarlo!

¿Habrán muerto los tímpanos de mis ojos? ¿Es que ya los tengo abiertos?

Algo venía hacia mí. Ya estará por llegar.

Y los grillos que me acechaban se han vuelto arena.

¿Qué estará por tocarme?

¡Qué miedo de sorprenderme!

Qué profunda monotonía este silencio negro. ¡Quiero abrir los ojos!

Hace siglos que olvidé los silbidos y los grillos y la música. He perdido las formas y los colores.

Caigo al humo. Me moja una rara presencia.

Ahora comprendo. Recuperaré las cosas:

Estoy despertando. ¡Qué pesadilla!

Pero no puedo abrir los ojos.

La sábana… llena… como migas. Está arrugada. Me arde la espalda…

Algo de eso recuerdo.

¡No puedo, no puedo abrir los ojos!

¡Madre! ¡Mamá! No puedo abrir los ojos.

¡Mamá! ¡Mamá!

¡Mamá!

—¿Pero qué querés? Son las 5. Dormite.

¡Mamá! ¡Prendé la luz que está muy oscuro!

—Si está prendida.

¡Ayudame a abrir los ojos, quiero abrir los ojos!

Pero,

si los tenés abiertos.

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