Inmóvil junto al fuego:

el diablo.

Abro las puertas del crepúsculo

y lo veo en todo su

esplendor.

Sudor, en su cuerpo

sulfuroso,

calumniado y hermoso,

contra el rocío de la noche.

Ocre creo,

porque lo miro y veo

vertical y altanero

como día de enero.

Los que no conocen el amor

temen su abrazo fulgurante.

Los que se inmolan

aman la flecha de su cola.

Loca cola

que se desliza sola

entre la tarde que arde

sobre lejanos árboles:

candelabros.

Tengo la llave y abro:

inmóvil junto al fuego,

el diablo.

El poeta interpreta,

ve lo que no se ve,

exprime, exprime, aprieta;

no cree en mandamientos

ni en recetas;

y como es hora

de cambiar al mundo

al salir deja la puerta

abierta.

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