Cuando uno pesca un resfriado y empieza a sufrir los malestares de éste lo primero a lo que se ve sometido es a la enfermedad misma, uno es consciente de que la posee, de que va a sufrirla sin poder impedírselo y que, aún con todas las preparaciones dispuestas en cuanto a medicamentos, infusiones y alguna que otra receta casera milagrosa, lo pasará mal. Así pues, no le queda de otra más que anticiparse a ello, por lo que, sabiendo de antemano lo que se le avecina, la persona, que no se explica cómo se enfermó, guarda cama, se abriga, cancela los planes dispuestos para aquellos días en los que estará enfermo, si es que los tuviese, y finalmente, con cierta resignación, se prepara para los primeros síntomas que están por venir. Siendo así que, una vez se está siendo consumido por el malestar, ¿notará acaso que todo lo que hubo dispuesto es insuficiente?, pues no, no lo hará. El malestar ya camufló la fiebre y el abrigarse la propulsó, las pastillas se atoran en una garganta seca que un té caliente lacera al desatender su inflamación, las llamadas a un familiar quedan fraguadas debido a cualquier impedimento por demás justificado, y, a pesar de todas tus contramedidas, te queda sobrellevar la enfermedad solo por lo menos un día más, ya que, tus familiares, aún con todas sus ocupaciones, prometieron venir a cuídate el día siguiente. Buscas dormir, aunque sin éxito. Notas que tu nariz está constipada, o si es de otra forma, es ahora un caño de mucosa; esta respiración anormal contrae tu estómago, te causa dolor, si has tomado alguna pastilla la sufres, y lo que es más, padeces el miedo de devolverlas, sin embargo, y sin saber cómo, consigues dormir, has agotado tus fuerzas después de todo, entonces duermes. Al día siguiente estás feliz, has sobrevivido al primer día de aflicciones, ahora, y pensando con optimismo, quedan tres días más de proceso viral, en caso pienses que la enfermedad es estacionaria, en todo caso, así lo piensas, cada vez estás más cerca de la recuperación, así que llamas nuevamente a tus familiares con el pensamiento de que su venida es innecesaria, que te disculpen por alarmarlos sin razón, que ya estás mejor, que pronto irás a visitarlos, que ya estás al teléfono respondiendo el “aló” y que de tu boca no salga sonido; estás afónico, así que cuelgas. Te levantas de la cama, destapas las mantas y sufres un pequeño mareo al mantenerte en pie, aún debes tener fiebre deduces. Una toz seca que nace de lo hondo del pecho acompaña a tus muchas aflicciones, entonces, como no creías fuera posible hace cinco minutos, esperas angustiado que lleguen a cuidarte y, mientras esto sucede, sólo por hacer tiempo, sin preocuparte del asunto, como si no te incumbiese lo más mínimo, te vistes, intentas acomodar tu pieza, pero te es imposible, te preparas algo a lo que llamas desayuno, te atragantas nuevamente de pastillas, agregas una más sólo por si acaso, y esperas a que el mundo siga su curso pasando completamente de ti. Afortunadamente, tus familiares, tal vez inclusive más preocupados que tú, llegan a verte; de pronto les abres la puerta, les dices que estás muy mal, que te vas a morir, que tienes neumonía o algo peor, que te lleven a la clínica, etc., pero ellos, primero que todo limpiando todos tus desórdenes, luego con una laxitud que encuentras insultante, te preguntan qué estás tomando, cuáles son tus síntomas, te escuchan, te mandan a bañar con agua helada, te ponen paños fríos en la frente, en la nuca y las plantas de los pies, te dicen que te relajes, que todo va a estar bien, te preparan algo de comer, cambian algunos medicamentos por otros, hacen unas llamadas telefónicas, averiguan el número de un familiar que es médico, intercambian mensajes, quedan satisfechos con las respuestas, entonces te dejan en tu cuarto, van a la sala, prenden la tv, uno de ellos te pide prestada tu laptop y se quedan allí afuera, pasando el rato. No sabes porqué pero ahora te encuentras tranquilo, sabes que todo irá bien, no estás mejor en realidad, puedes incluso hasta agravar los síntomas, la fiebre no ha bajado del todo, pero sabes que son síntomas al fin y al cabo, así que duermes satisfecho sabiendo que es imposible no haber contagiado a por lo menos uno de los que fue a cuidarte.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS