Subimos en esta interminable montaña rusa,
con su cinta de moebius atada a nuestra cintura,
bajamos por nuestro costado derecho,
tratando de encontrarnos en ese ir y venir.
Dejamos desprender todo nuestro sin sentido,
en ese filosófico ataúd que no separa,
luego las palabras surgen en ese cándido ser
semiótico, con su doble sentido, con su sublenguaje que
por mucho que se cobije por este mundo
traspasa toda su fragilidad.

Así, el silogismo se ha completado,
el conjuntó de ben se ha reafirmado en la belleza
estética de tus palabras, en el sentido mismo
de una briza calurosa de verano…

Amor de rosas y de serafines que engalana
ese centro de esa tu y yo,
la unión perfecta entre lo espiritual
y lo terrenal, lo racional y lo súbito.

Mas continuamos nuestros caminos dimensionales,
siempre tan distantes y tan cercanos al mismo tiempo,
siempre encontrando múltiples paralelos que nos
recuerden que estamos vivos… en medio de esta
genética visión que se presiente, que vibra
que está latente en el corazón….

Amor rociado de jazmines, de canela,
de ron con pasas, de libros, de archivos, de poemas,
de besos, de caricias, de danzas, de erotismo…
si de ciencia y corazón…
somos uno…. somos la unidad perfecta
esa de la que hablaba Pitágoras…
unidad mas espiritual.. Más sentida…

más amada.

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