¡Sólo un aspirar más! El cigarrillo aun en los labios prensados con suavidad. Con las piernas extendidas sentado en las escaleras, aguardando a Carmen a que baje miro por las rendijas de las escaleras, entre los barrotes de refuerzo forjado de una escalera aun sin descender. Carmen como siempre saldrá tarde. minutos que siempre me resultan esenciales para tomar aire y poder continuar con su constante preguntar.

Y es que… «Conozco su rutina». Todas las tardes a las seis de la tarde golpea con su palo de escoba el techo de mi habitación pues, su pieza de departamento se encuentra abajo de la mía. Entonces toma su bolsa de mano la cual revisa una, dos o hasta tres veces antes de salir, después sacude sus llaves en cada una de las habitaciones comenzando por el baño, la recamara, la cocina y la sala hasta llegar a la puerta del corredor, en donde abre y cierra la puerta dos veces para cerciorarse que en verdad la dejo cerrada, esto sin antes revisar cada uno de los pequeños detalles de su departamento y tomarle fotografías a todas las cosas, esto pensando en que si alguien entrara cuando ella no está, se dé cuenta de inmediato. Después del ritual, ya al cerrar la puerta. mete su llave en la bolsa y la cierra, desabrocha sus zapatos y camina por el corredor sin ellos lentamente para cerciorarse que nadie la escuche bajar por las escaleras de servicio.

Durante todo este tiempo fumo mi cigarrillo y aprovecho para pensar en lo que le diré cuando llegue hasta el escalón donde estoy yo. Esa tarde era como todas las tardes. Ella no tardó en llegar, con su bolsa en el hombro izquierdo como era su costumbre. Sentándose a mi lado se puso los tenis amarrando perfectamente y con cuidado cada uno de los cordones de los zapatos. Así descendimos los dos últimos escalones para llegar a la puerta de servicio que daba a la calle.

– ¿Cómo estás? –

-Bien. Sólo un poco nerviosa.

– ¡Sí, me imagino! ¿Qué vas hacer después de la entrevista?

– ¡Tal vez, si tú quieres vayamos a comer a Denny´s!

-Sí, no estaría mal. Tal vez algo liguero, unas donas y un coffee milk.

A lo que ella asintió con la cabeza, subimos al auto que la llevaría a la Corte en el tercer distrito de la ciudad. ella estaba nerviosa, sus manos temblaban y su daban, dos veces abrió la bolsa y saco trozos de papel mojado para secarse una y otra vez las manos y la frente.

– ¿Que calor? (Me pregunto)

-Sí, hace un poco de Calor.

Estaba ansiosa, su mirada no dejaba de juguetear con el paisaje, en lapso interceptados de pequeñas palabras que se le escapaban por las comisuras de los labios debes en cuando. El paisaje poco misterio que otras veces en la gran ciudad, era un día cálido de verano, la gente estaba adormilada por el hastío del calor. Cuando llegamos a la entrada de la Corte, como era de esperarse los medios de comunicación se amontonaron para entrevistarla.

– ¿Señorita Litt sabe que su testimonio es fundamental?

-Señorita Litt… ¿Piensa dejarlo libre?

Esperamos a los guardias de seguridad quien la acompañaron hasta la entrada de la Corte, yo aguarde y estacione el automóvil. Con la mirada fija en el parabrisas por unos segundos. me prepare psicológicamente para lo que se venía, abrí y cerré un par de veces los ojos, hasta lograr controlar todos mis sentimientos al respecto y descendí del auto ya abajo instintivamente tome otro cigarrillo y lo encendí, mirando desde la lejanía a la multitud de curiosos y reporteros que se agazapaban en las escalinatas.

-«Bola de paranoicos, insipientes y baratos que sólo buscan la nota para sus periódicos y cadenas desgastadas de televisión de notas rojas y sangrientas.»

Ya a la mitad, apagué el cigarrillo arrojándolo al pavimento y aplastándolo al dar el paso, pude escuchar el track de la ceniza apagándose bajo la planta de mi pie, y como en cámara lenta sentí como cada musculo de mi cuerpo, tendón arteria, vena y huesos, se doblaban al caminar y mover una a una mis articulaciones hasta llegar a la puerta principal de la corte. Toda vía hoy no logro recordar con exactitud como pude evitar a los ansiosos reporteros, que en mi imaginación tan sólo eran un montón de bolsas de papas fritas que me hacían preguntas irracionales sobre el caso, hasta que escuché una voz conocida que me hizo levantar la mirada.

-Señor Carlos Marín… ¿Te esperan en la sala tres?

Esa voz me hizo salir de mi constante encaramiento.

– Si gracias ¡Voy para allá!

Continúe caminando por un salón repleto de masetas y escritorios de caoba, muebles antiguos bien conservados, hasta llegar a una enorme puerta de madera con enormes chapas de color dorado y con una hoja de papel a computadora pegada en una de las hojas de la puerta que decía «Sala de la corte número 3».Tome aire y con la mano derecha abrí la manija. Adentro el juicio estaba por comenzar. Y la testificación de mi amiga y vecina de departamento estaba por comenzar. Era fundamental para el caso. Yo un simple espectador narcotizado como siempre en mi mundo numérico de fórmulas forjadas al calor de la alquimia básica y secular.

¡Vaya! Uno esperaría que los juicios fueran tan espectaculares como en las películas. pero de hecho son menos idílicos o platónicos. Pero siempre y por protocolo está el alegato de «Jura decir la verdad y nada más que la verdad» Que tanto espera uno escuchar cuando alguien testifica.

Después de otros dos testigos y pruebas del crimen le tocó el turno a mi amiga Carmen Lit Cuper.

-Señorita Lit ¿Donde se encontraba usted el 18 de abril de 2018?

-En la universidad, apunto de salir de la clase de Física Atómica.

– okey y ¿A qué horas llego a su departamento en la calle Robert´s

-No sé, como a las tres y medio a de la tarde.

– ¿No está segura señorita Lit?

-Es que no uso reloj señor, por eso me pierdo en el tiempo.

– ¿Algún detalle particular que notara al llegar a su departamento?

-Sí, yo como algunos sabrán, sufro una compulsión que me hace hacer las cosas repetitivamente, esto me hace notar los detalles con mi cámara fotográfica para recordar todo como lo deje.

-Okey ¿Y trae ese rollo de cámara con sigo el día de hoy señorita Lit?

-Sí, aquí lo traigo.

En ese momento el criminal Ronalt Remen se sobre salto, se podía notar su incomodidad, y entonces ya no pudo más y estallo, la presión que estaba puesta sobre él era tremenda, después de todo le darían entre 30 o 50 años de prisión.

– Bien ¿Qué fue lo que noto al entrar señorita Lit?

-La puerta estaba sin seguro y mi amiga Emil siempre la cerraba con llave antes de salir, ese día en la mañana ella me había dicho que iba ir al campus a arreglar lo de su baja temporal, pero nunca la vi en la universidad, cuando llegue eso fue lo que note, que la puerta estaba sin cerrar.

– ¿Y después?

-Entre en la habitación de la sala que es la primera de verse y entonces vi el cuerpo de mi amiga en el sillón de la estancia, sin vida, con sus ojos fijos mirando al espacio, ella estaba recostada en el sillón ¡O no, no lo recuerdo! Fue. fue algo dramático. ¡Fue algo horrible! (Soltó en llanto)

La testificación de Lit duro dos agotadoras horas, llenas de preguntas del abogado defensor y del fiscal. Era extenuante, la pobre de mi amiga lucia al final fatigada, cansada y pálida, un poco nerviosa, pero sobre todo se veía agotada. después de un receso de quince minutos volvieron a hacerle preguntas en esas dos horas interminables. Ya de regreso a casa, las sabandijas de los reporteros la querían seguir acosando, a lo que yo me opuse y evite cualquier contacto que tuvieran con mi cansada amiga, mientras no se me podía quitar el rostro de Ronal Remen de la cabeza, su mirada fría y sanguinaria viendo a mi amiga Lit cuando testificaba, era como si de repente todos los demonios de mis peores miedos se hubieran personificado en él.

Para tratar de tranquilizar a mi amiga Carmen, la lleve al parque, después de pasar al restaurante por unos bocadillos, lo cierto es que estaba preocupado por ella, aunque francamente no sabía cómo protegerla, si Ronal Remen salía de la cárcel. Después de pasear unas cuatro horas nos fuimos al departamento ella me dio las gracias por acompañarla y me sonrió por última vez.

Fue mi preocupación la que me hizo llevar mi saco de dormir a la puerta de la entrada de su departamento ahí dormí toda la noche cuidando que nadie entrara. El día trascurrió con aparente normalidad, sin embargo, algo me llamo mi atención es que a las seis de la tarde ella no llamo a mi techo como era su costumbre, así que baje para ver que estuviera bien, al parecer había salido, aunque, con ella era difícil saber si estaba en casa o había salido.

Así que lo deje pasar, Fue el tercer día que llame a la policía, ellos llegaron a los veinte minutos de mi llamado al 911 forzaron la puerta y al entrar pudieron constatar mis sospechas Carmen Litt estaba muerta, se había suicidado en el baño. Lo que ella no sabía es que Ronal Remen había sido enjuiciado y declarado culpable gracias a su declaración. Y justo cuando conducíamos a su funeral Ronal Remen era llevado a la sala de prisioneros de alta peligrosidad de Portland.

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