Con el cumulo de emociones atoradas.

Encogidas en mi cogote.

Así te miro desde la banca.

Tu pasas como ninfa.

Como seducción de mis noches fantasiosas,

abismadas y concupiscentes,

me miras con esos ojos llenos de arrogante y sutil perfume que me desdeñan.

Como si con el solo hecho de mirarte te ensuciara,

te manchara, así altiva me miras.

Y yo sigo en la banca,

dando de comer a las palomas como si nada,

entonces tengo esas fantásticas alegorías sobre ti en mi mente,

me veo a mi mismo seduciendo a tu alter ego de mujer altanera,

pero después me detengo,

mujeres como tu hay muchas,

santas y creídas al mismo tiempo…

Pero en el fondo siempre, deseosas de cariño,

aun que sus carnes sepan a ajenjo yelmo de espinas,

aun así por el sólo hecho de tomarte,

me merezco la misericordia y todos los títulos existentes de nobleza.

Pues tu esencia no es diferente a esas,

que tome algún día en una copa de coñac cualquiera,

no tu esencia es igual a tantas otras como tú,

que ya se como termina la historia,

es por eso que tan sólo este quiero aquí,

en mi mente.

Tan sólo eso, en mi mente como figura caudalosa de pócimas,

que me ayuden a saciar mis fantasías;

con tu existente cuerpo jamás tocado por mis brazas,

pues prefiero dejarte pasar como los ríos,

en caudal de nunca volverte a beber,

más mirarte fluir con esa arrogancia que te caracteriza.

Mientras que con mi pluma,

te desnudo y tomo las veces que quiero,

dejando saciada mi curiosidad fantástica por ti.

Y eso, es más de lo que se mereciese cualquiera,

si, cualquier mujer que ame sentirse amada,

idolatrada, en evaneciendo a su dulce alter ego de vanidad,

belleza y sensualidad femenina,

como tu mujer,

mujer amante mía y de todos mi imaginarios por venir.

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