Los brazos infértiles de mi madre cayeron derrocados por la muerte, de palidez mortal ella se desgasto como una vela hundida en el pavimento, mientras yo lloraba esperando su leche materna en mis labios, muriendo de sed al ser cubiertos por la fría tierra de su sepulcro.

Sin tierra de nadie fue expulsado del vientre hogareño a la edad de tres meses expuesto a las nostálgicas tardes de mis tíos quienes criaron de mi con afán y esmero tratando de tratarme como hijo de ellos junto con mi prima cinco años mayor que yo, ahí mi niñez paulatinamente creció entre el calor de los brazos de esta familia de acogida que hasta la edad de seis años fungió como mi familia, cuando a mi padre biológico se le ocurrió regresar por mí una tarde de invierno en Neasden fue en ese momento que mi mente comenzó con su celescopio de colores traslucidos en esta infancia de pequeñez nazarena en donde los buitres se comen a pedazos tu inocencia, mientras mi madrasta confeccionaba un nuevo mote y castigo para mí.

Así transcurrió mi infancia entre el bulín y la desacreditación psicópata de los maestros en la escuela y los castigos irracionales de mi nueva madre postiza, sin escape; mi único refugio fue el coleccionismo instintivo de supervivencia extrema, filtrándose por las pestañas de mis ojos el evangelio del exterminio nazi por excelencia que como mi nueva religión se adoptó por mis pensamiento en una clara y mortífera idealización sublime, desmitificada y para algunos demoniaca idea. Pero que para mí, era el fundamento del evangelio de mi vida. Cuando al entrar a la preparatoria todo cobro sentido, en ese peculiar salón de clases, en donde tome mis primero pero definitivos estudios y el apasionamiento que me cogio de sobremanera por la Química experimental de mis propios y muy particulares investigaciones.

Con estudios sobre salientes a los doce años, mi ingenio por la Química me llevo a estudiar diferentes fórmulas y diferentes compuestos que resultarían para muchos inverosímiles de aceptar o creer, es por ello que en mi pequeño laboratorio improvisado en mi habitación pude experimentar primero con pequeños roedores a los cuales les administraba distintas sustancias para después comprobar su reacción, las etapas de padecimiento, así como los tiempos y las dosis exactas para su deceso.

Y ¡Como en todo arte! El mío resultaba el más puro arte, el de la experimentación. Como alumno metódico, no me era difícil conseguir los químicos necesarios en cualquier botica o expendio farmacéutico, a veces recurriendo a la falsificación de los comprobantes que robaba y falsificaba del laboratorio escolar, en donde me había hecho muy amigo del profesor siempre limpiando las pipetas o los tubos de ensaye después de clases. Lo que me permitió copiar la letra del maestro y filtrar así los documentos que después serían mi arma para conseguir lo mío. Entonces a la edad de catorce años comencé la primera fase experimental con Antimonio y Digitalis de la cual extraería la sustancia que necesitaba hirviéndola y filtrando su contenido por decantación por goteo hasta obtener tan solo dos o tres gramos de su magnífico elixir el cual suministraba en pequeñas dosis colocando las anotaciones pertinentes en mi diario de observación científica.

Y como en toda ciencia objetiva y racional, tú no te encariñas con los sujetos de estudio. ¡O no! ellos tan sólo son tus conejillos de indias, o al menos esto lo descubrí cuando después de aquel incidente en la escuela decido comenzar a experimentar con mi mejor amigo.

Al principio no lo niego fue pura «venganza» pero después me di cuenta que eso no era el impulso motor de mi investigación, si no lo otro, ese sentir más grande que uno, ese sentir que es más poderoso que la «venganza» pero esto sólo fue el detonante, y si tal vez en este caso y con mi madrastra fue ese el sentir pero ¡No me juzgues mal! no soy ese tipo de clichés que quedan en lo diáfano y vulgar es decir ¿No soy de ese tipo de asesinos? Creo que a veces se va por este mundo pensando en lo común y no en lo extraordinario.

Y yo… bueno yo no soy para nada común, o al menos no pretendo serlo, después de todo soy un científico y esto lo hago por la ciencia. Me repito esto después de llegar del funeral de ella, me siento cansado pero feliz, después de todo su enfermedad la llevo a estar cada vez más delicada, mi padre y mi hermana también han enfermado considerablemente, tal vez es por el moho que hay en la casa. Lo cierto es que ellos están preocupados por eso su decaimiento y la gravedad estomacal ha llevado a la cama a mi Padre y yo por su puesto lo atiendo con dedicación. Pero ellos no lo tomaron así. Al contrario, hoy entraron a mi cuarto, lo revisaron todo y me llevaron a una pequeña fortaleza de rejas de papel, después al estrado y finalmente aquí, al Hospital Broadmoor en donde permaneceré algún tiempo.

Ellos me traen mis alimentos y no estoy confinado a nada, puedo pasear libremente por los corredores y convivir con los demás, al parecer a los doctores de este hospital les parezco fascinante por mi gran entusiasmo por estudiar Química, la Química es mi fascinación, me gusta ver como las plantas forman compuestos.

«Grandes elixires de colores vitalmente mortales. Mortalmente vitales para mi»

Los demás no entienden, no comprenden el sentido minúsculo de la vida, no son buenos para ese sentir obsecivo:

¡Pero si supieran lo fascinante resulta para mi entender y descifrar esas minúsculas formulas de carbono, de enlaces covalentes filtrados en pequeñas gotas mortiferas que se evaportan, tal vez así podrían entender mi fascinación por la quimica!

Sin embargo y pese a los contratiempos y las carencias de este hospital, la biblioteca continua siendo mi refugio, mi lugar para mis develadas horas en este lugar interminable, lleno de camas sin rejas y con una pequeña pero acogedora sala de estar en donde la mayoría de enfermos somos reunidos para nuestra medicación diaria.

La cual a veces robo ingeniosamente de los vasos, esto debido a mi carismática forma de ser, después de todo para ellos continuo siendo un pequeño niño de 14 años de edad, tal vez por ello, las enfermeras son tan consecuentes conmigo y a una le resulto hasta atractivo, lo que me permite salir al jardín varias veces al día, después de todo creo que ya se han acostumbrado a mi estancia aquí y no les resulto tan extraño que la vigilancia que al principio resultaba sofocante y exagerada poco a poco se ha ido relajando como yo mismo lo esperaba.

Después de todo somos «humanos» o no… (sonríe sarcásticamente mientras lo dice) Ella es dulce y benevolente, todas las mañanas me pide que le esconda un caramelo de la cocina, sus familiares la llevaron al hospital como se lleva a un perro o cabra al matadero, pero hoy me he compadecido de ella, se parece tanto a mi madrastra que no pude evitar la relación, tal vez porque anoche a la hora del té me dijo esa palabra…La misma palabra que Margaret mi madrasta utilizaba para martirizarme cuando era niño

¡No lo sé! Pero hoy va a ser un día especial, muy especial… poco a poco y al pasar de los años me he ganado la simpatía de todos y mi asistencia en la cocina es más frecuente que la de otros enfermos en el hospital, después de todo mis frutos por parecer una persona única y maravillosa han dado el efecto esperado, tal vez porque he estudiado el comportamiento de los mismos psiquiatras y he imitado lo que esperan, el resultado que esperan de mi tan apacible comportamiento. Están fácil engañar a alguien cuando , ese alguien espera que te compartes de tal forma y tú lo haces para tu propia y pueril apetencia personal…

Pero esa mañana es especial, Edert está enferma, lleva meses padeciendo calambres en las manos y constantes dolores de estómago y vómito, los médicos no logran descifrar el ¿Porqué de su padecimiento? Y aunque a mí me ven raro, han revisado mi habitación varias veces y sin encontrar nada, absolutamente nada. Pero hoy le llevare sus terrones de azúcar que tanto le gustan, si dulces…»Ella siempre me pide azúcar». Con mucha astucia y ayuda de los enfermos pude distraer a la enfermera que le llevaba el desayuno a la Sra Edert y cambié los terrones de Azúcar. Dos horas después yo me encontraba en la biblioteca cuando me llegó la noticia. la señora Edert Palmer había fallecido en su habitación después de un intenso dolor estomacal.

Quince años después, me dejaron salir del Hospital, después de múltiples exámenes médicos y psicológicos, los doctores decidieron que era una persona capaz de estar en la sociedad, sin embargo para mi esos años fueron como los años de la Universidad, no me podían prohibir estudiar así que los aproveche muy bien en mis conocimientos personales.

Con toda la amabilidad del mundo me despedí de todos en el hospital. Es 24 de noviembre las calles están frías como mi corazón y mi sentir por la vida, fría como la mirada de los gatos que fieros asechan en esta azotea. Durante todo el día estuve buscando cuartos para hospedarme y finalmente pude encontrar un cuarto, no es elegante, pero está en la tercera planta muy cerca de la azotea en donde puedo salirme a ver el paisaje, me cobran poco de renta así que podré pagarla con mi sueldo de la fábrica, en donde iré a pedir trabajo mañana.

Porque hoy ya es tarde para eso. Resulto un poco complejo trasladarme hasta aquí, no son baratos los viajes en tren, pero logre vender algunas cosas de la casa de mi padre, así conseguir pagar el boleto de tren a la ciudad de Bovingdon y el alquiler de este cuarto amueblado. Así que comencé a desempacar. Mañana iré a la fábrica a pedir trabajo, después de todo aquí no soy conocido por nadie y la señora que me rento me dijo que estaban contratando personal.

¡Si, así será! Mañana iré. Porque hoy necesito descansar ya es noche y el ansia nocturna se extiende por mis desvelos, desvelos nocturnos de una noche interminable con sabor a sal.

(Esta historia continuara)

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS