El trago primero siempre resulta el más agonizante y placentero del día. El alcohol lentamente pasa por mis entrañas, las manos trashúmanos y transfigurativas cubiertas de estiércol y mugre de años sin lavar, el pelo largo hasta los hombros, enmarañado, amasado de cuanta cosa se puede recoger del piso sucio, desde basura y chicles pegados en el pavimento caliente de las aceras sin pintar, restos de gelatina y otras cosas asquerosas.

Y él sólo disfrutando de cómo la gente que pasa se aleja literalmente de su jodida y mal oliente existencia plagada de locura. Locura que se mezcla entre el excremento, la orina el alcohol, la comida a medio deglutir, el vómito y otras asquerosas cosas que hacen que su aspecto nauseabundo sea cobijado y abrazado por las horas de intenso calor.

Su pestilencia invada dos cuadras a la redonda desde que paso por las calles principal, hasta llegar a su habitual lugar de reposo, en las escalinatas del templo de Santa Clara.

Pero su figura trashumana siempre incomoda hasta el más santo o ¿Que creo serlo? Y él sólo espera contemplativamente, a que los fieles salgan de misa, ya que después de una acolchada misa con sermón y todo, sale del templo con las manos enjuagadas en caramelos de agua vendita para ofrecerle una moneda de uno o dos pesos.

Insignificante propina para un ser tan interesante como él… vagabundo de miles de historias vistas, vividas y jamás contadas que vacilan entre la locura y la mezquindad de aquellos que por caritativa mirada me ven con asco y desdén, mientras se tapan la nariz, la vista y el alma al verlo a los ojos ya de cerca y contemplar su propia miseria humana.

Ya varias veces lo han intentado rehabilitar y una vez estuvo a punto de salir de esa condición en que la vida misma se empeñó en sumergirlo a la edad de 8 años, pero el peso de la demente existencia lo hizo recaer, pues aunque estuvo a punto de vencer su alcoholismo, no pudo contra sus fantasmas que se filtraron en su ser, en un constante hablar con gente que sólo estaba en su memoria.

Así, rodeado de imaginarios fantasmagóricos él paso a ser un número más de las estadísticas de un Escuadrón apodado, el Escuadrón de la muerte, gente poco habitual conforma este inusual escuadrón, un puñado de locos la gran mayoría dementes y alcohólicos, adictos al alcohol del 96 y a hurgar en la basura un poco de comida.

El, al igual que los otros seres nocturnos salen por las noches, abren las bolsas negras de basura de los restaurantes y sacan los restos de comida de adentro de ellas, pero a diferencia de los otros locos Sergio lo ha hecho desde que era un niño, nunca gozo de la existencia de una madre amorosa, su madre era adicta a las drogas como la cocaína y la marihuana, debido a esto cuando Sergio tenía dos años ya era un niño de la calle, golpeado constante mente por su madre y por su padrastro quien le enseño el arte de calmar el hambre con beber alcohol del 96 cuando no había que comer, a los 8 años ya había robado una tienda y a los 12 fue detenido y violado por dos policías quienes después de su acto lo dejaron casi muerto en el vertedero de la basura cerca de la salida de Distrito federal rumbo a Puebla.

Después de eso su vida se rompió al igual que su memoria y así llego aquí a la ciudad de Querétaro, vagando de un lado a otro, con su locura en la mirada y el alcohol en su alma, pues siempre desde bebe esa fue su bebida. Por ello no era de extrañarse que terminara así a sus escasos 26 años, aunque siempre ha aparentado mucha, muchísima más edad.

Y es cierto lo que se dice: «De que el dolor y el sufrimiento se ve en el rostro, mientras que los ojos sólo contemplan la vida que pasa y el alma que espera»

A veces Sergio le hablo a otros como él, aunque no tiene muchos amigos, a veces se reúnen en la calle de Constituyentes a comentar el día, fuera de la mirada curiosa de las demás personas y de los inspectores municipales. Otras veces tan sólo nos vemos mientras saqueamos los botes de basura de esos restaurantes caros que mercenariamente tiran la comida en sus enormes bolsas negras, para después ser sacadas por nosotros, a veces en el centro comunitario o en alguna iglesia regalan atole en el mes de diciembre, otras ponche, otras veces nada, pero siempre estamos aquí, velados los ojos de una ciudad de sombras.

Y ahora que me acuerdo. Me dice Sergio. ¿Creo que he enterrado a muchos amigos? aun que ahora ya no sé, si tan sólo fueron reflejos de mi torcida y desquiciada imaginación… Tal vez, si tal vez tan sólo fueron eso, dejos de una imaginación que se convirtió lentamente en mi propia e intrínseca realidad… una realidad que me niego a desafiar, cuestionar y que simplemente acepto por sus dejos de sentir ese placer de libertad ¿En verdad libre? Le pregunto. El me mira con asertiva cordura y me responde con la cabeza. Sí más libre que tú. Porque yo prefiero, si prefiero quedarme aquí en este Neverlan creado perfectamente para mí… en mí. Y mientras me dice esto sonríe como niño y se va caminando siendo deglutido por la noche que cae a lo lejos, volviendo su figura un espectro de la irrealidad trashumana de este Neverla a medio terminar.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS