Era un día de verano con el sol dando en mi rostro, mis delirios no encontraban su trayecto «¿Qué es lo que he conseguido?». He jugado con falsas lunas. He caído en el infierno de mi imaginación, y tropezado con un par de alas dañadas en el camino. Algo agradable ha debido de ocurrir ya, u ocurrirá.

—Amigo, a veces la suerte nos sonríe de lado.

— ¿Por qué lo dices?

—Estuve en salidas con una diosa, había dejado el frío en el pasado, un amor ilimitado dijimos, pero, ya sabes, soy un cobarde y de repente ella lo notó, incluso tengo este llanto débil congelado en el pecho que no logro liberar.

—Aun no entiendo lo de la suerte.

—Justo cuando empezó a sentirnos como uno, decidí que era muy pronto.

— ¡Imbécil! Lloriqueas en vano.

—No lo entiendes, perdí demasiado por amor.

— ¿¡Y!?

— ¡¿Y?! es todo lo que dirás.

—Te estás ocultando tú mismo de la luz, cuando una mujer te ama, no te está entregando su amor; lo está compartiendo. Ella no sintió tu cobardía, esa es basura de poetas malintencionados, o de algún cojonudo que cree entender el amor.

—La suerte aparece cuando sabe que, aunque quisiera, no podré.

—O sabe que puedes, y necesitas de un empujón.

—Tío, estos demonios están acabando conmigo.

—Estas acabando tú contigo, esos demonios son del inmenso arrecife de tu imaginación, te hundes en el profundo océano de tu mierda, y es solo tuya. Mira, la gente va joderte cada que pueda; por diversión; por ese dolor ardiente. No importa, debes ser un boxeador de la vida; si te jode, golpea más fuerte. y sí se atreve a levantarse, golpea aún más fuerte.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS