Botellas de agua vacías y un bolígrafo rosa

Botellas de agua vacías y un bolígrafo rosa

Aquella mañana, Carlota miraba pensativa las botellas de agua vacías que se acumulaban en la mesa del despacho, mientras mordisqueaba con saña, su bolígrafo rosa.

– Tiene que ser un error – se decía una y otra vez a sí misma, aun sabiendo que su voz carecía de la más mínima convicción. Lo hacía muy a menudo, recurrir a la hipotética idea de que, a fuerza de repetir una afirmación, esta acababa por cumplirse. A veces funcionaba. No funcionó.

Tras eso, un largo suspiro. Después la acción, que ya casi se había convertido en automática.

Encendió el ordenador, abrió el documento y buscó la página de la G… Gutierrez Baldío, Gutierrez Cerrado, Gutierrez Díaz…

Sin quitar la vista del documento, estiró la mano para alcanzar una de las botellas de agua, la que tenía más cerca. Tanteo a ciegas, la cogió, y no fue hasta que la inclinó ayudándose del codo, que descubrió que estaba vacía. Otra vez, otra botella vacía.

Dejó la carpeta abierta, suponía que la G podía esperar … y se levantó con intención de coger otra botella de agua del armario de la cocina.

Comprobó, con desgana, que no había ninguna botella llena dentro del armario, pero tampoco fuera, nunca las había. Algo que no ocurría precisamente con las botellas vacías…

Fue entonces cuando reparó en ello, ninguna estancia de la casa se libraba de ellas. Estaban por todas partes, en el dormitorio, en el salón, y por supuesto en el banco de la cocina… estaban alineadas – pensó – como si hubiesen hecho entre ellas un pacto de lealtad. – «O todas o ninguna» – le habrían dicho a Carlota en el caso de que pudieran hablar. Las botellas de agua vacías, a veces, son así.

– No me queda otro remedio que recurrir al sabor metálico del agua de grifo. – Pensó –

Volvió al despacho, cogió el bolígrafo rosa, completamente deformado, y anotó en un post-it amarillo:

– Agua de 2 l y lo pegó en la nevera.

– Gutierrez Esteban, … Gutierrez Ferrer, Gutierrez Garrido….

Otro trago de agua de grifo.

– Gutierrez Sánchez…

Para cuando llegó a Gutierrez Zarzoso, hacía tiempo ya, que no quería saber en que punto del camino Gutierrez Ibañez, C. había dejado de formar parte de la lista de admitidos.

Ahora sí, no podía esperar más. Cogió una bolsa de basura, y sin mostrar atisbo de compasión, introdujo en esta, no sin antes estrujarlas con sus propias manos, todas y cada una de las botellas de agua vacías que parecían estar burlándose de ella, ¡se acabó el campar a sus anchas por su propia casa!. Aunque hubiesen podido hablar, no les habría dado tiempo… tras un sonido rápido y quejoso, una a una, quedaron reducidas a un esqueleto de plástico retorcido.

Al terminar, se deleitó, con un generoso trago de agua de grifo.

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