Infortunio

Infortunio

Roberto

25/02/2019


Antes de retomar el trabajo, estiro mi cuerpo… Intento relajarme y suspiro fuerte, sin pensarlo empiezo a recordar; es como ver una película nuevamente.

Había ordenado a la cuadrilla de topografía, nivelaciones del terreno a uno y otro lado del río, el personal decide entrar al agua y cruzarlo, el lecho estaba conformado por rocas y su profundidad era baja, apenas les llegaba al pecho, pero la corriente era fuerte y eso lo convertía en peligroso.

La cuadrilla con todo y aparatos se aventuraron. Entre ellos Vicente, joven de apenas 22 años, integrante de esta brigada como cadenero, de condición humilde, mediana estatura, de carácter agradable aunque muy reservado. Al ir cruzando… Perdió el equilibrio y la corriente lo arrastró, de inmediato se le perdió a la vista, como si se hubiera sumergido a nadar, pero… En realidad en esa caída debió haberse golpeado la cabeza y perdido el conocimiento, sus compañeros al no verlo salir a la superficie se arrojaron a buscarlo temiendo lo peor y… Nada, no lo encontraron. Habrá pasado media hora cuando me avisaron y de inmediato me dirigí al sitio y organizamos brigadas de rescate, tanto con el personal de seguridad de la obra como trabajadores voluntarios, entre estos últimos sus compañeros de brigada, la noche nos alcanzó sin lograr encontrarlo, acercamos al lugar plantas generadoras de energía eléctrica y colocamos reflectores iluminando lo más posible para continuar con la búsqueda, en un tramo aproximado de cien metros desde aquel lugar hacia aguas abajo, la topografía del lugar hacía sumamente difícil caminar siguiendo el cauce, todo inútil, supuse que la corriente lo había arrastrado más allá de donde habíamos buscado, no hubo descanso ni relevos nos sorprendió la luz del día frustrados y cansados, ya había solicitado apoyo de un helicóptero para continuar la búsqueda, sobrevolamos el cauce del río, tan bajo como nos lo permitían los árboles y cerros, recorrimos aproximadamente 100 kilómetros buscando minuciosamente algún indicio de él o sus ropas flotando en la superficie y nada.
En el lugar del accidente colocamos mallas a manera de retén; para entonces nuestra conclusión, aunque dura de digerir era darlo por muerto y creíamos que su cuerpo debía seguir cerca a aquel fatídico lugar, seguramente atorado entre las rocas, las mallas colocadas las revisamos continuamente con la esperanza de encontrarlo, confieso que personalmente entre al agua en varias ocasiones en su búsqueda y con la esperanza de encontrarlo pero al mismo tiempo me aterraba que el cuerpo chocara conmigo.
Aunque penoso debíamos dar aviso a las autoridades, aquí se presentaba un dilema, el río era límite de dos estados, ¿a cuál de ellos recurrir?


A los padres de Vicente se les avisó el mismo día de la desgracia y se les trasladó de inmediato a la obra; qué tristeza ver a aquellos viejos deshechos y que impotencia no poder ofrecer consuelo.
Por ellos me enteré que Vicente no sabía nadar y si no lo comentó, seguramente fue por pena ante sus compañeros. La búsqueda continuó incansable por día y noche sin tregua. La esperanza de encontrarlo con vida había desaparecido, sin embargo, teníamos que encontrar su cuerpo, es desconsolante actuar con frialdad ante la desgracia inminente. Tengo muy presente la escena cuando uno de los rescatistas gritó… ¡¡Ahí está!!, ¡¡Ahí está!!

Habían pasado tres días de penosa búsqueda… Tristemente rescatamos su cuerpo que flotaba sobre el río.

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