Su dulce rostro le recuerda a todos la pureza y la esencia de la vida. Un abrazo basta para darse cuenta del profundo amor que conforma cada parte de su pequeño cuerpo. Pero claro, nadie lo sabe. Su alma está intacta desde el momento en el que dio su primer respiro. Aprendió en la calle muchas cosas, por ejemplo; que la vida es una grandeza, creada por un ser supremo para que todos nosotros seamos capaces de disfrutar de ella, que no hace falta tener mucho, porque para ser felices se necesita muy poquito, que nunca nada será tan malo como para perderse y que estamos aquí por un solo motivo, pero tu tienes que descubrir cual es el tuyo.

Su vida, es lo único que le queda, se aloja bajo un puente viejo, donde sus lagrimas se congelan al caer, menos tantos grados, ya no le afecta. Sus labios morados ya no recuerdan la sensación del chocolate caliente, hecho por su abuela en los tristes inviernos, quemándole la lengua. Añora las noches cuando su madre le susurraba que todo estaría bien, que la fe es lo último que se pierde y se pregunta que pasó, el tiempo se esfumó, nadie pudo detenerlo.

A pesar del sufrimiento vivido en los últimos años de su vida, agradece al supremo por cada derrota, victoria, prueba y momento vivido, porque sabe que Dios es bueno, aunque ella crea que está sola, no lo está. Un huracán de emociones viven dentro, pero nada tan fuerte, nada tan poderoso capaz de derrotarla, porque su lucha aún no termina.

Mientras tanto, ella aún no lo sabe, pero, vino al mundo a llenar de alegría y luz a aquellos que no sentían tenerla, vino a devolverle la esperanza a los que la habían dejado olvidada en el largo sendero de la vida.

Nadie merece vivir algo que no sea bueno, pero con los años te das cuenta de que si no te mueves, el mundo no lo hará por ti, nadie te preguntará si estás bien, nadie va a detener tu tiempo, nadie se detendrá para darte una mano, porque sabes que el mundo se esta desmoronando poco a poco, y que nosotros, estamos acabando con él, con el único regalo que vale la pena proteger.

Ahí afuera, bajo un árbol, se da cuenta de que el dinero es una basura más, aunque nunca lo ha tenido, que corrompe las vidas de las personas, que acaba con unión, amor, familia. Que los humanos somos egoístas por naturaleza, que vinimos con el único objetivo de obtener todo aquello que deseemos sin importar si el otro no tiene absolutamente nada. Y cuando tienes tan poquito, empiezas a valorar las pequeñas cosas de la vida, la sonrisa que te regala un extraño cada mañana, los días soleados, las noches de lluvia, la compañía de un perrito…

Pero al final del día, ves como corren los demás para llegar a tiempo al trabajo donde estarán durante las próximas 12 horas y solo así no ser despedidos, con preocupaciones como pagar el recibo del agua, la multa del coche, la colegiatura del niño, y tu solo piensas que la vida es un segundo. ¿Un segundo para desperdiciarlo?, no gracias.

Te levantas y caminas, hacia adelante, porque gracias a todo lo que has vivido, no sabes hacer lo contrario. Sabes soñar, sabes amar, sabes darle a los otros lo que realmente necesitan. Y una vez más, les demuestras al mundo, que tu nombre no es solo una palabra, es algo más que eso, es la oportunidad de mirar hacia adelante y no solo ver un camino, sino ver las miles de oportunidades que tiene el destino para ti.

La fe la mantiene aquí.

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