Blaze! Capítulo 48

Capítulo 48 – No más.

Casi 8 meses viviendo en esta montaña y nunca bajamos por este lugar –dijo Albert, saltando sobre las piedras como si fuera una cabra montesa.

Es obvio, de otra manera nos habríamos quedado sin agua el primer día –respondió Blaze, subiéndose en las rocas, bajando al piso después, ejercitando sus piernas y no su equilibrio—. Sin embargo, igualmente pasaríamos por acá en algún momento, el siguiente sitio en el que posiblemente se encuentran trozos de DSH se encuentra en esta dirección.

Entonces, ¿por qué bajamos por el otro extremo antes? –preguntó Albert, deteniéndose sobre una resbalosa roca, cayendo sentado sobre esta, oscureciéndose la vista con el doloroso golpe.

La respuesta para eso muy graciosa. No había revisado en mucho tiempo este libro y recordaba todo al revés, estaba convencida de que era por allá, suerte para Klaus el que me equivocara, ajajajajaja –carcajeó Blaze, mostrando el libro que Datiel les legó, poniendo luego ambas manos sobre su cintura, escondiendo el manuscrito para ayudar a su escudero a reincorporarse—. ¿Estás bien?

Si me hubiera equivocado de ese modo, no estarías riéndote de esa manera –refunfuñó Albert, sobajeándose los huesos del culo, dolorido aún—. Sí, estoy bien.

Por eso eres el escudero y yo la señora, ¿recuerdas? –argumentó Blaze con una amplia sonrisa, derritiendo el corazón de Albert, sin producir cambios en su semblante, algo que aprendió a controlar con el tiempo.

Albert hizo uso de su privilegiada memoria para calcular el posible destino que Blaze eligió para continuar su búsqueda, cuestionando el criterio de su señora.

Si seguimos caminando por acá, creo que nos dirigimos a Diraq, ¿cierto? Eso queda muy lejos, demasiado para ir a pie, incluso para nosotros, necesitaremos un dineral para llegar allá y, te recuerdo, no tenemos nada, descontando lo vestido y calzado –observó Albert, sintiendo un escalofrío en todo su cuerpo al notar una sombra que los sobrevoló, avanzando encima de las rocas de la montaña, metiéndose en un pequeño castillo algunos metros más arriba de su posición—. ¿Qué… qué fue eso, Blaze?

¿Qué? No lo sé, pero no estaría mal echar un vistazo, es un castillo en medio de la nada, ¿quizá haya algo de valor allá? –dijo la muchacha a su tembloroso y detenido escudero.

¿Me estás preguntando o…? –preguntó Albert, temeroso por lo que veía venir.

¿Acaso estás esperando invitación? ¡Avanza! –gritó Blaze, invitando a su escudero a la construcción de piedra, caminando de vuelta a terrenos más elevados.

Los muchachos avanzaron hacia la fortaleza, Albert guardando un extremo sigilo y Blaze silbando alegre y despreocupadamente, intercambiando palabras cada cierto rato, quedando frente a una puerta de madera parcialmente carcomida y abierta.

¡Permiso! ¡¿hay alguien en casa?! –gritó la maga, cerrando la puerta detrás de ella, escudándose con Albert, empujándolo por los hombros para que avanzara—. Te lo dije, no hay nadie aquí.

¿Y la sombra que vimos entrar? –preguntó Albert con las rodillas sacudiéndose fuertemente y sus muslos y pantorrillas debilitadas.

¿Vimos? Tú dices que viste una sombra, yo nunca aseveré eso, puede haber sido un pájaro o algo por el estilo, no lo sé, no sentí nada –respondió Blaze, dando a entender que no se había percatado de lo que su escudero mencionó.

Debes… debes tener razón, no se sintió ningún tipo de presencia ni energía mágica, algún animalito volador tiene que haber pasado por el cielo en ese momento, su sombra se amplificó por… –analizó el oráculo, más calmado, siendo arrastrado desde su camisa por la exasperada joven.

¡Deja el análisis para cuando salgamos, vamos a buscar algo que nos sirva, dinero, joyas, ropajes caros, lo que sea! –gritó la hechicera, haciendo retumbar el polvo en las viejas estanterías y escaleras del castillo, arrastrando al oráculo como si se tratara de una bestia porfiada.

Albert caminó por su cuenta, revisando muebles y recovecos, buscando lo que su señora le indicó, volviendo a sentir un escalofrío recorriendo su espalda, deteniéndose en seco en su labor, observando en todas direcciones, arrinconándose contra una pared, protegiendo sus órganos vitales con sus manos, con los pulmones encogidos y la garganta apretada, respirando rápidamente, incapaz de emitir un grito de socorro.

Aquí hay algo, lo sé, aunque no se sienta, nos está acechando –pensó Albert, imposibilitado vocalmente, quedando petrificado repentinamente, con la boca abierta y los ojos desorbitados, mirando hacia la oscuridad dominante en la segunda planta de la vivienda, saliendo de su estupor después de unos segundos—. Sí, eso haré. ¡Blaze!

Albert buscó a su señora, abriendo puertas y ventanas, aprovechando de revisar todo el lugar, encontrando artículos valiosos, cogiéndolos para luego esconderlos en lugares inaccesibles, gritando el nombre de la hechicera, llegando a su lado al cabo de unos minutos.

¿Encontraste algo? –consultó el oráculo, impasible, revisando nuevamente los muebles de la habitación donde se encontraba Blaze.

No, nada hasta ahora, ¿y tú? –preguntó Blaze, suspirando con hastío, pensando que realmente no fue buena idea perder el tiempo en el castillo abandonado.

No, nada hasta ahora, ¿y tú…? –respondió Albert, dubitativo, generando la misma reacción en Blaze—. ¿y tú que crees, nos vamos? Deberíamos revisar el segundo piso…

Eh… claro, tenía pensado ir allá ahora, después de eso nos vamos, no quiero perder más tiempo, en el camino haremos algo de dinero –dijo Blaze, mirando extrañada a Albert, que parecía no importarle nada.

Vamos –respondió escuetamente Albert, abandonando la habitación, dejando atrás a la hechicera.

Albert subió pausadamente las escaleras, como si las meditara, sin dejar de estar delante de Blaze, llegando a una habitación con una puerta negra lacada, brillante y pulcra, en contraposición con el resto del castillo, que se encontraba escondido bajo gruesas capas de polvo. El oráculo se detuvo frente a la cerradura de la entrada, golpeando con sus nudillos en esta, abriéndola lentamente después, dejando pasar a su señora primero.

Esto es el sueño de mi maestro –dijo Blaze, maravillada ante la gran cantidad de libros dispuestos en dos tremendas estanterías apostadas en las paredes de la habitación, enfrentándose a un gran ventanal transparente por el cual se veía el cielo despejado, dejando entrar los rayos del sol y también viento, los que eran interrumpidos por una pintura de una mujer sentada al lado de lo que parecía ser un hombre, el cual estaba rasgado del lienzo, mostrándose por partes—. ¿Quiénes son esos?

Blaze se acercó a un escritorio dispuesto bajo el cuadro para visualizar mejor al hombre desgarrado, notando una silla mecedora situada en frente del gran pupitre, de espaldas con respecto a la entrada del salón, alcanzando a ver un antebrazo con la mano cubierta con un guante de cuero negro, con la extremidad apoyada en el respaldo de la silla. La maga se giró al percatarse de que Albert no se encontraba en la gran sala junto a ella, devolviéndose a la entrada, sin llegar a ver bien quién estaba sentado en la silla.

¿Albert? ¡Albert! –gritó la maga, mirando hacia todos lados, sin sentir la presencia de su escudero, comenzando a caminar por los largos pasillos de la segunda planta, llamándolo nuevamente.

La maga avanzaba cada vez más rápido, desesperándose al no hallar a Albert, entrando en la última habitación al final del pasillo, encontrando al escudero hablando con un hombre de cabello largo, grueso y oscuro, con ojos saltones que custodiaban una alargada y delgada nariz, coronando unos gruesos y rosáceos labios, con la piel del rostro completamente desnuda.

Señorita Blaze, Albert me estaba platicando sobre usted, no se preocupe por haber irrumpido en mi vivienda, esta aparenta perfectamente estar deshabitada, las visitas siempre son bienvenidas –saludó el hombre cortésmente, ante una expectante Blaze, que no sabía cómo reaccionar ante la escena.

Albert estaba parado al lado del propietario, demasiado cerca de este, como si estuviera escoltándolo, callado y con la mirada apagada. Blaze miró al dueño del castillo, sintiendo cómo si fuera atraída hacia él, succionando la luz del ambiente, debilitándola, con la mirada fija en sus ojos, absorbiendo su energía mental, desviando la mirada para evitar la incómoda sensación.

Blaze, el señor Dracul nos ha invitado a pernoctar en cualquier habitación de su castillo, pero antes cenaremos junto a él, elijamos la habitación mientras el señor Dracul prepara el alimento, descansemos ahora –dijo Albert desapasionadamente, sin expresión corporal, con voz monótona, tomando suavemente a su señora por el antebrazo, saliendo de la habitación.

Blaze avanzó en silencio, sin siquiera chistar por ser agarrada y guiada así por Albert, esperando alejarse lo suficiente para interpelar a su escudero.

Albert, ¡reacciona! ¿qué te pasa? –murmuró Blaze, cacheteando al escudero, sin que este cambiara su actitud.

Nada, sólo tengo sueño, vamos a una habitación para descansar –respondió Albert, con rostro agotado, arrastrando sus pasos, dejando un leve rastro de sangre en el piso, el que pasó inadvertido para Blaze, metiéndose los dos en la pieza más próxima, ayudándolo a recostarse en una cama, sentándose junto a él.

Blaze intentó reanimar, despertar, regenerar, exorcizar a Albert con distintos hechizos, pero el joven oráculo no reaccionaba, durmiendo profundamente, sin llegar a moverse de la posición en la que quedó en el momento de echarse a descansar. Pasó una hora preocupada por el estado del muchacho, el que despertó repentinamente, sentándose en la cama, mirando a su señora con ojos vaciados de vida.

La cena está lista, bajemos –dijo Albert, saliendo de la habitación, caminando como si conociese a la perfección los pasillos del castillo, siendo seguido por Blaze, que resbaló por un líquido ennegrecido que manchaba el piso de madera.

¿Qué es esto? –se preguntó Blaze, viendo como Albert se alejaba sin esperarla, dejando atrás la mancha de sangre corrupta—. ¡Albert, espérame!

Los tres comensales se sentaron en una gran mesa donde estaba dispuesta la comida preparada por Dracul, mirándose en silencio, comenzando a comer los dos hombres, mientras que Blaze dudaba de echarse los alimentos en la boca, a pesar del delicioso aroma que emergía de estos.

¿No es de su gusto, señorita Blaze? –preguntó Dracul, con las comisuras de la boca manchadas con un líquido rojizo, limpiándose con la manga de su ropaje—. Mi mala costumbre, ahora será difícil quitar esta mancha de vino.

Deberías comer, Blaze, recuerda que no tenemos dinero –comentó Albert, limpiando un hueso de la carne que lo cubría, bebiendo una copa de vino, sin ser afectado por el brebaje alcohólico.

Creo que probaré un poco de esto –dijo la maga sirviéndose una ensalada, después de comprobar que no estuviese envenenada con su hechizo Poison Purge, mascando mesuradamente, corroborando luego el estado de la carne, sin encontrar rastro de elementos tóxicos—. Ahora probaré un poco de esto.

Después de unos minutos de tensa convivencia, los jóvenes viajeros terminaron sus platos, agradeciendo a su hospedero, volviendo a su habitación, acercándose la oscuridad de la noche a la montaña, recostándose en camas separadas, durmiéndose de inmediato Albert, quedando Blaze sola y desvelada, pensando en que hacer para liberar al oráculo del aparente influjo que lo afectaba.

Blaze se durmió sin percatarse de ello, despertando de sobresalto, encontrando a Dracul sobre Albert, alejándose de su lánguido y herido cuello al ver que la muchacha se reincorporaba, restregando sus ensangrentados labios sobre uno de los lívidos pómulos del escudero, rozando a su vez los labios del muchacho, que tenía la mirada perdida, con una extraña expresión, mezcla de alegría y dolor. Dracul miró penetrantemente a la joven, con sus amarillentos ojos brillando en la espesa oscuridad, imponiendo su mano en la cabeza de la maga, alargando su extremidad desde la otra cama hasta contactar a la señora del escudero, quemándose la palma, chillando por la quemadura.

¡Spiritual Chains! –gritó Blaze, sin lograr detener al ser que estaba bebiendo la sangre de Albert, escapándose del hechizo astral, abandonando la habitación, siendo capturado a los pocos metros por una enardecida Blaze, que lo redujo a la fuerza—. ¿Qué le hiciste a Albert?

El cuerpo de Dracul se volvió repentinamente gaseoso, haciendo que Blaze estrangulara el aire con sus brazos y piernas por la fuerza utilizada en el agarre, convirtiéndose en cientos de pequeños murciélagos negros, chillando y revoloteando, reuniéndose todos lejos de la hechicera, restaurándose la forma humana del atacante de Albert, moviéndose de lado a lado, acechando al muchacho y a la maga, quien adoptó una postura defensiva, invocando el Obsidian Lightning para proteger al hechizado oráculo.

Te lo advierto, no vuelvas a acercarte a él, ¡libéralo de tu influencia! –ordenó Blaze, con el ceño fruncido y el cuerpo preparado para el combate, concentrada en su objetivo.

Blaze atacó con la relampagueante hoja oscura, partiendo a Dracul desde el hombro derecho hasta la cadera izquierda, pero este se regeneró inmediatamente, después de retirar el hechizo cortante de su cuerpo.

Ya desearía haber amado de tal manera, tal vehemencia, ¡qué apasionado ataque! Tu corazón late fuertemente, siento el fluir de tu sangre retumbando en el aire, estoy sediento –dijo Dracul, volviéndosele más amarillos y brillantes los ojos, irritando la vista de Blaze, sacudiendo la cabeza violentamente—. No. Nooo… ¡Ya no puedo más, esta maldita dualidad, esta lujuriosa sed, no puedo tolerarla!

¿Qué pasa? Te atacaré nuevamente –dijo la joven sin entender el dolor de Dracul, poniéndose en guardia.

Es tu amor hacia él lo que me tiene así –explicó Dracul, enojando a la maga.

¿Qué amor? No lo amo. Puede que sea comprensivo, atento, preocupado, inteligente, se ríe de mis bromas, cocina bien… –enumeró Blaze, quedando pensativa.

¿Ves? –dijo Dracul, a la vez que disminuía el brillo de sus ojos, calmando su caminar, dejando de acechar, jadeando, visiblemente agotado.

No es así, sé que dije demasiadas cosas buenas de él, pero también tiene cosas malas: es un sabelotodo, tiene poco aguante con el alcohol, es llorón, miedoso, comprensivo… creo que eso ya lo dije, bueno, es demasiado comprensivo, incluso con sus enemigos, sin duda algo malo –continuó diciendo la maga, relajando su postura al ver el cambio en Dracul, desactivando su hechizo oscuro, apoyando su mano sobre el pomo de su espada—. No me digas que vas a pedir por tu vida, porque así no funcionan las cosas, sólo si lo liberas de tu encanto te dejaré vivir, de otra forma…

No se trata de eso. De verdad me gustaría haber amado así, si lo hubiera hecho, no estaríamos aquí hablando ahora –dijo Dracul, echándose sobre la pared, arrastrando su espalda en ella, sentándose en el suelo, llorando lágrimas de sangre.

¡Qué no lo amo! –gritó Blaze, erizándosele el cabello, mientras Albert se encontraba aún sin reacción, babeando.

Ahora no lo aceptas, pero te lo digo, en más de 5 siglos he conocido a mucha gente, muchos enamorados como ustedes, bolsas sanguinolentas consumidas por mi sedienta lujuria, lo he visto, pero no más, ya todo se acabó, no quiero más –declaró Dracul, con una apariencia más humanizada, con lágrimas saladas y transparentes emergiendo de sus oscuros ojos, con rostro de abatimiento—. Todo comenzó…

No, no otra historia… –dijo Blaze, quejándose, echándose en el piso, entrelazando sus piernas—. Hable, no lo interrumpiré.

Dracul sonrió, limpiándose las lágrimas y mocos, inspirando profundamente, preparando su relato.

Será una historia corta, de otra forma no podrás recuperar a Albert, tiene que hacerse antes del amanecer, y no falta mucho para eso –introdujo Dracul, asustando a Blaze—. Supongo que viste a la mujer del lienzo del salón principal, ella era Ludovica, mi esposa. Desde niños fuimos los mejores amigos, nuestras familias arreglaron nuestro matrimonio y estuvimos de acuerdo con ello, aunque nunca llegamos a consumar nuestro compromiso, ya que yo amaba a otra persona…

¿Y esa persona era…? –consultó Blaze, haciendo un ademán para que el hombre contestara.

Vasile, él fue mi verdadero amor –respondió Dracul—. También fue mi amante, a sabiendas de Ludovica, que sabía desde pequeña de mis inclinaciones, ella me ayudaba a mantener contacto con Vasile cuando no podíamos vernos, por esa misma razón fue que todo terminó mal. Vasile se había visto con otro hombre de la corte años antes, pero su relación no prosperó, conociéndonos meses después de que se separaran. Ludovica consintió nuestra relación, ayudándonos incluso a escribirnos, sirviéndonos de recadera, siendo descubierta enviándole una de mis misivas a Vasile, creyendo que ella era la que estaba cometiendo adulterio, pero ella me fue completamente fiel todos los días de nuestro matrimonio, siempre… Los dos fueron capturados, acusados de adulterio, juzgándolos frente a todos los miembros de la corte, incluyendo al anterior amante de Vasile, quien al verlo junto a Ludovica pensó que era culpable de que su relación con Vasile hubiera fallado, envenenándole la mente a todos los subordinados del rey, logrando que pidieran la pena de muerte para los dos, aceptando ambos los cargos para proteger mi secreto…

Supongo entonces que usted se convirtió en lo que sea que es ahora y los logró salvar, ¿cierto? –preguntó Blaze, interesada en el relato, oteando de vez en cuando para ver que el sol no estuviera saliendo.

No, sólo pude proteger a Ludovica, logrando hacer que la encerraran por el resto de su vida en una torre, pero a Vasile… a él lo mataron, colgándolo primero, quemando posteriormente su cuerpo para purificarlo de su pecado… Si hubiera actuado de otra forma, podría haberlos salvado a los dos, pero no me atreví, pensé en mi primero, en lo que dirían de mí, de mi condición anti-natura, algo que para mí era y es tan natural, así que decidí convertirme en lo que odiaban, el monstruo que acabaría con sus hipocresías, vengando la muerte de Vasile, utilizando una piedra mágica legendaria, rechacé mi condición humana, volviéndome una sombra de lo que fui hasta ese terrible momento –dijo Dracul, callándose unos segundos, sobresaltando a Blaze al mencionar el uso de, probablemente, un trozo del DSH—. Los ataqué uno a uno, matándolos en la noche, alimentándome de sus insignificantes vidas, destrozándolos por completo, regando sus partes por sus viviendas, para dejar un mensaje, para generar terror… Hasta que llegué al hombre que una vez fue pareja de Vasile, lo dejé para el final a propósito, ensoñando con matarlo lentamente, que su sufrimiento durara siglos si fuera necesario, encarándolo por su error, pero su respuesta me desconcertó, había mandado a matar a Ludovica mientras ella estaba presa en la torre, quitándome el aliento, apoderándose de la piedra mágica, desapareciendo del lugar con ella entre sus manos.

Blaze estaba en silencio, escuchando el piar de los madrugadores pájaros, mirando seriamente a Dracul.

Discúlpeme, pero ya es hora, ¿cómo recupero a Albert? –preguntó Blaze, con parsimonia, levantándose del piso, cargando al turulato Albert.

Debes matarme, pero no atacando mi cuerpo, no lo lograrías de ese modo, sígueme por favor –invitó Dracul, saliendo de la habitación, chasqueando los dedos, haciendo que Albert despertara, mostrando los primeros signos de estar convirtiéndose en lo mismo que Dracul, con los iris amarillentos, la piel lívida y una sed que se incrementaba al estar en contacto con un humano.

Blaze, ¿qué me pasó? –preguntó Albert, desorientado, mordiéndose los labios con los colmillos, con el cuello amoratado por el ataque que Dracul le infligió—Tengo frío… y sed.

No te preocupes, después te contaré, ahora debemos ir con el señor Dracul –dijo Blaze, cargando aún a Albert, que se acurrucó en su espalda, temblando, con el cuerpo debilitado.

Llegaron los tres al salón principal, caminando hacia la silla mecedora, observando un cadáver seco, vestido con un traje de mangas largas de color turquesa, mientras que sus manos estaban cubiertas con unos guantes negros.

Esta es Ludovica, la única mujer que me amó, entregando su vida por alguien que nunca le supo corresponder, alguien que sólo supo atender sus necesidades –dijo Dracul—. Cuando utilicé la roca mágica, extirpé mi corazón con mis propias manos, reemplazándolo con la piedra, volviéndome inmortal y prácticamente invulnerable, lo que me sirvió para poder acabar con todos mis enemigos sin morir en el intento, pensando luego en revertir el cambio, pero cuando el antiguo amante de Vasile se llevó la roca, no fui capaz nuevamente de colocar mi corazón en su lugar, quedándome de esta forma por más de cinco siglos.

Dracul desvistió suavemente los huesos de Ludovica, besando su calavera, dejando descubierto su esquelético torso, donde se encontraba el corazón del hombre aún latiendo, emanando unos hilos rojizos luminosos que se fundían en el aire, desapareciendo a ratos, volviendo a aparecer frente al pecho de Dracul, moviéndose como ondas, vinculándolos a pesar de la distancia.

Debes destruir mi corazón, lo único humano que me queda –dijo Dracul, tomando el cadáver de su esposa, sentándolo en sus piernas, abrazándolo desde la espalda—Espero podamos reunirnos, mis amores. ¡Hazlo, no esperes más!

Una última pregunta, ¿por qué ahora? –preguntó Blaze, apuntando al corazón de Dracul con una ardiente Fire Ball.

Porque nunca antes encontré alguien que tuviera el poder para hacerlo –respondió Dracul, cerrando los ojos, abrazando con fuerza los huesos de Ludovica.

Blaze incineró de inmediato el corazón de Dracul, quemándose él junto al cadáver de Ludovica, reduciéndose a cenizas en un instante sin quejidos ni lamentos, quedando todo en silencio. Albert aún no estaba bien reconectado con la realidad, desapareciendo lentamente los signos de conversión, volviendo en sí completamente cuando la ceniza se disipó con un ventarrón que se coló por el ventanal, curándose todas sus heridas.

¿Qué?, ¿qué hacemos aquí, Blaze?, ¿encontraste algo de valor? –preguntó Albert, sin notar el tiempo que había transcurrido ni recordando nada de lo que habían vivido esa jornada en el castillo.

Sí, creo que sí. ¡Vámonos de aquí! –dijo Blaze, sonriéndole al escudero, haciéndole sonrojar.

Los jóvenes salieron del castillo con los bolsillos vacíos, retomando al fin su viaje, la ciudad de Diraq los está esperando.

¿Qué fue lo que Blaze encontró?, ¿es malo ser comprensivo?, ¿qué los matará primero, el hambre o algún otro ser mágico? Esto y mucho más en el próximo capítulo de BLAZE!

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