Es sorprendente la cantidad de pastillas, ungüentos y sistemas que han aparecido últimamente destinados a mejorar y prolongar la sexualidad masculina. Bienvenidos sean. Pero lo que más me llama la atención es que a nadie se le haya ocurrido ponderar los excelentes beneficios afrodisiacos que tiene la mandarina. Yo soy usuario habitual de ella desde hace más de cincuenta años y puedo asegurar que no hay un producto que supere su efectividad y ni siquiera que la emparde. Claro que para obtener un buen resultado hay que ser muy riguroso en el uso del método o dieta, que yo inicie cuando tenía quince años. Para quien quiera probarlo y así ser feliz, es conveniente trasladarse o vivir en un pueblo de la pampa gringa, enfocado por la lupa del sol como en el verano de 1960. Que el patio de la casa adonde se more sea grande y colinde con otro quizá más amplio, que tenga muchas plantas frutales en especial mandarinos. En la casa de este último terreno es mejor que viva una viejita llamada Adelaida a quien debe visitar durante unas tres semanas todos los veranos, una nieta hermosa que se llame Mirta. Doña Adelaida debe tener la costumbre de dormir prolongadas siestas. Uno deberá ser muy hábil para saltar o pasar el tejido de alambres en rombos que lo separan de las mandarinas, además de poseer la cualidad de maullar como un gato, tal vez en celo. A Mirta le deben gustar también las mandarinas y responderá saliendo al patio y sentada en un tronco caído comenzará a pelar una fruta. Si a uno le gusta más robar mandarinas que saborearlas, no sirve. Sentado junto a Mirta se deberán comer varias mandarinas, entre risas sofocadas y chacota en general. Una vez que los dos estén embadurnados en manos y cara con el zumo y olor de las mandarinas, se procederá a practicar los besos y caricias que se han visto en el cine, quizás hasta llegar a tener sexo. Advertencia: en los desmemoriados, insensibles o de olfato o paladar atrofiado, puede fallar. Como se verá la eficacia de la mandarina como afrodisiaco es total, quedando demostrada por que cuando con mi esposa Mirta comemosmandarinas, en el acto nos vamos a la cama. En realidad no sé si tendrá algo que ver que sigo enamorado de Mirta como el primer día, pero creo que no.

FIN

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