Resurrección

Resurrección

Edu

16/02/2019

China siglo XII.

Xing miraba desde lo alto del palacio, en su habitación, como venía un numeroso ejército hacía su ciudad. Ella estaba segura que su marido Chang, de la dinastía Song rechazaría aquella turba enemiga que se les avecinaba.

Hace un año Xing era hija del líder de la dinastia Jin, Gao. Un día Chang la secuestró con el consentimiento de ella pero no de la familia. El padre era un auténtico tirano, tenía decenas de mujeres y la quería casar con un señor mayor, de un feudo cercano para pactar una alianza y así poder atacar a Chang con la intención quedarse con la mitad norte del país. Aquella guerra era por ella, amaba a Chang desde el día que este los invitó a su palacio, a Xing y al padre. Chang era todo lo contrario a su padre, un hombre fiel, conscendiente con su población e hizo muchos adelantos para bajar bastante la pobreza de sus ciudadanos.

El ejército de su padre se acercaba, era bastante numeroso pero sería imposible penetrar las defensas de los muros de la ciudad. Llegaron a la inmensa explanada que se extendía enfrente del palacio y se colocaron en perfecta formación. Para sorpresa de Xing el ejército de su marido Chang tambíen salió por las puertas, ella supuso que esperarían al ataque y solo harían una defensa.

Xin veía los pendones de la dinastía Jin, un dragón negro sobre una montaña y las perfectas formaciones los dos ejércitos, se oían las voces de los generales gritando órdenes. De repente, sonido de trompetas, y los dos bandos fueron a la carga, el sonido del primer choque fue impactante para Xing un gran estruendo de metal contra metal.

Dentro de la batalla

Shizong hermano de Chang olía el sudor, los orines e incluso heces de los soldados a su alrededor, hacía calor y la atmósfera era irrespirable. La tensión de la batalla le tenía el estómago revuelto y la noche anterior no había dormido nada.

Escuchó el toque de cargar, se acopló el casco lo que le daba un plus más de calor y avanzó desde su tercera línea. Ya llegó a la altura de los enemigos, comenzó la batalla.

Pronto empezaba a haber heridos de los dos bandos las armas no eran lo sufucientemente afiladas ni de buen material como para cortar en seco, así que la explanada empezó a llenarse de jovenes medio muertos, con extremidades o cabeza a medio cortar.

Los gritos empezaban a ser lo único que Shizong escuchaba mientras el fragor de la batalla lo animaba cada vez más a luchar.

Xing desde su alcoba vio que con el paso de las horas el ejército de su marido empezaba a perder terreno, otro toque de trompeta esta vez para hacer una retirada hacía dentro de las murallas.

En ese momento la caballería del rival fue enviada desde la izquierda para atacar a los que huían por ese flanco, el resultado con el ejército de Chang en retirada fue desastroso.

Pocas horas después Gao el padre de Xing entraba por las puertas de la muralla, la vista que tenía Xing de la explanada era espantosa pero mas espantoso era el fúturo que la esperaba.

Gao conquistó la ciudad, entró por el castillo y apresó a su hija y su marido Chang.

La condena al perdedor era morir quemado él y toda su familia.

Al dia siguiente todo estuvo preparado y allí estaba Chang atado a un poste encima de leña amontonada, Xing vino por el camino completamente desnuda.

La pira donde estaba Chang empezó a arder, Xin veía morir quemado a su marido y ella comenzó a andar hacía la pira hasta que estuvo dentro de ella, se abrazó a Chang y gritó.

¡Yo os maldigo moriréis todos! Y ardió en la pira.

Chang enseguida comenzó su tiranía también en aquel feudo, ya tenía la mitad sur del Imperio chino a sus pies.

La construcción de la Gran Muralla se paralizó durante muchos años y él la continuó. La muralla se cortaba justo en las montañas que tenía enfrente Gao, con las personas, a los que convirtió en esclavos, de la última ciudad conquistada siguió contruyéndola hacía el sur.

Miles de esclavos picaban piedra de la montaña, otros la llevaban hacía la zona donde iría la muralla y los constructores las colocaban adecuadamente.

Año a año la muralla se iba construyendo hacia el sur, Gao miraba desde su trono a una áltura desde que podía ver su construcción mientras miles de esclavos morían construyendo aquella muralla y la gente de sus feudos fallecían de hambre. Así evitaba las posibles conquistas de los bárbaros del este.

La construcción no era nada sencilla, sobre la montaña en el lado de la zona de los bárbaros construían una muralla, un camino para que pudieran montar guardía y otra muralla hacía el lado del Imperio chino, todo esto a lo largo de cientos de kilómetros y así cubrir toda la frontera.Entre esos muros murieron cientos de constructores chinos que más tarde las leyendas dirian que eran enterrados bajo las mismas piedras que ellos construían.

Iba a ser una semana importante, tenía una reunión con el señor feudal del norte y así llegar a acuerdos buenos para los dos con el fin de evitar guerras entre ellos.

A lo lejos veía como llegaba la gran comitiva del señor del norte, cientos o incluso miles de personas entre soldados, esclavos y la típica población que sigue a ese tipo de comitivas.

Pao gran señor feudal del norte bajó de su palanquín seguido por su séquito y se adentró en el castillo de Chang. Hablaron durante más de medio día con decenas de mediadores cada uno, tenían que llegar a un acuerdo para asegurarse de que ninguno atacaría al otro.

Al final llegaron a un acuerdo y como gesto de buena fe se repartieron regalos, Pao le regaló treinta mujeres esclavas.

Al día siguiente Gao quiso revisar a las treinta mujeres que conformarían su ya gran número de concubinas, la que no le gustara la echaría a la calle para que muriera de hambre.

Pasó por delante de ellas apestando a licor y manoseandolas, los pechos, el culo, la vagina. Se fijó en una mujer ya madura pero preciosa y con los pechos bien tersos.

“Tú, tú y tú venid conmigo” _ Dijo señalando a esa mujer y dos más_. Las metió en su habitación y desató sus deseos sexuales y agresivos con ellas.

Gao pasaba la vida bebiendo, comiendo, fornicando y pegando a sus concubinas.

Un día en la comida empezó a ponerse malo, su color se tornó verdoso y se tiró al suelo sin poder respirar hasta que murió.

Veinte años antes:

El gran sabio Lao médico del feudo vio como Chang y su mujer Xing morían en la pira, cual fue su sopresa al ver cuando se fue todo el mundo como Xing salía del fuego casi sin ser dañada.

Sorprendido pero actúando rapidamente se la llevó fuera del feudo del sur al norte, pasando a ser esclava del gran señor feudal del norte.

Veinte años después la regalaron a su padre, veinte años que pasó pensando en como matarle.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS