El problema de la inteligencia yace en la ley del espejo que refleja lo que tú percibes de ti, por tanto habrí que desconfiar de habilidades tan prodigiosas que le atribuimos a nuestros adversarios, con el debido cuidado de no señalarles como enemigos. Esta afirmación, quizá muy subjetiva para ser mas específico, admite la falta de extremos y la dualidad del mal que yace dentro del bien y el bien que yace dentro del mal. Así podría admitirse un sentido objetivo dentro de mi propia subjetividad para poder generalizar.
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