EL HOMBRE EN LA PUERTA

EL HOMBRE EN LA PUERTA

Friedrich Parker

08/02/2019

Hace bastante tiempo que quería contar esta historia, por temor a que me tratasen de loco no me había animado. Aunque la viví en carne y espíritu, y fue tan real como el tic tac del reloj de pared, como la vida o el humo ahogador de un cigarro a solas.

Por aquellos días me sentía más cansado de lo habitual, dormía casi toda la tarde. Esas eran las horas de libertad que tenía. El cambio de horario en el trabajo, quizás, había causado estragos en mi sistema. Y para colmo de todo no salía de casa al trabajo sino hasta unos minutos antes de la hora de entrada. Tenía un auto nuevo y estaba orgulloso de tenerlo, soñé mucho tiempo con tener uno así, hasta que lo logré.

Fue un miércoles, ese día fue un amigo a tomar unos mates a casa, aunque le pedí, excusándome, que me dejara dormir unas horas.

Cuando sonó el despertador, unos 30 minutos antes de la hora de entrada, me lo tomé con cautela. Salí, como siempre con poco tiempo. Las hojas de los fresnos y el naranjo estaban estáticas como en un cuadro y el calor se sentía aún más en el garaje. El perfume de azahar estaba estancado, casi planeando sobre mí, se tornaba asfixiante tanto como penetrante. Ni una gota de aire brincaba en el ambiente. O era yo o los perros del barrio estaban callados, no se escuchaban como era habitual, y tampoco había sonidos nocturnos.

Hice escarbar al Clio (1) negro, revoleando las piedras de la calle a todas partes. Fue raro oír el llanto de los perros en ese momento, no ladraban, gemían tétrica y espantosamente. Cuando llegue a la ruta venía, por la mano que tenía que tomar, un Scania L85 naranja. Algo en mi interior me dijo que estaba llegando tarde y pisé el acelerador. Subí a la ruta, el auto se movió un poco. En el retrovisor se dibujaba parte de la chapa del camión, aunque por culpa de las luces solamente los números podía ver, «723» era esa combinación. Aceleré y me pareció pisar la banquina, y reventé una goma trasera. Lo supe porque el auto comenzó a bailotear como un zamba (2). Me desesperé y el único reflejo fue volantear. El camión de atrás estaba cada vez más cerca y esa luz en el rostro que no me dejaba ver claramente.

Esa luz me despertó. Una figura humanoide brillaba en la puerta de mi habitación. Todavía tenía los ojos dormidos, no podía ver demasiado bien. No tenía rostro, era como una sombra, aunque blanca. Hacía unos días había comprado unos atrapasueños y los tenía sobre la cabecera de la cama, los vi. No sé si tenía relación. Solo quería creer algo o al menos entender la situación.

Miré hacia la puerta y la figura no estaba, aunque el resplandor que emanaba todavía llegaba desde la cocina. No quería levantarme. Mil preguntas se me pasaron por la cabeza en segundos. Respiré profundo y contra mi voluntad tuve que levantarme, más que la incertidumbre fue la curiosidad. Fui hasta la puerta del dormitorio, apenas vire mi cabeza del otro lado y pude verla otra vez. Giró su cabeza para mirarme antes de desaparecer en lo profundo de la noche.

Miré el reloj y faltaban 10 minutos para entrar a trabajar. Me dirigí al vehículo para llegar lo antes posible. Necesitaba hablar con otro humano, no de esto, obvio. Quería saber que estaba aún vivo, sentirme seguro, o tal vez mentirme.

Salí escarbando como lo hago siempre y, para cuando llegué a la ruta tuve que frenar. Ahí, desde mi izquierda hacia mi derecha, pasaba aquel Scania L85 naranja. Lo vi pasar, tieso como un muerto, solo mis ojos se movían. Subí detrás de esa bestia. Poco después tuve que orillarme y fumarme un cigarro. Miré la hora y ya no importaba llegar tarde.

(1) Clio: El Renault Clio es un automóvil perteneciente al segmento B producido por el fabricante francés de automóviles Renault

(2) Zamba: El tagadá, llamado por algunos Samba, Zamba, Lambada, La olla o Cazuela, es una atracción mecánica que se encuentra en la mayoría de los parques de diversiones y ferias, siendo una de las atracciones mecánicas más clásicas y siendo la atracción estrella entre los jóvenes adolescentes.

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