Ommm. Ya no estás. (copia)

Ommm. Ya no estás. (copia)

Rosa Pérez

08/02/2019

Ommm. Ya no estás. Ommm. Las manos abiertas reposan sobre mis rodillas, los ojos, cerrados. Hoy no sopla el viento. Los pliegues de mi cuerpo empiezan a olvidarte, pero los surcos de mis dedos te añoran. Y los odio. Ayer quemé las fotografías. Las metí en una olla y les prendí fuego. Imágenes de ocho años desaparecidas para siempre. Ommm. El fuego purifica, decías siempre. Los círculos escarlata de mi piel se están curando, todo cicatriza al final, pero aún los siento arder, aunque la quemadura ya no esté. Veo la brasa incandescente esperando el momento, el motivo inexistente, la excusa justa. Para darme una lección, para recordarme quién manda, para recordarme que soy, era, tu res. Eras un tatuador experto. Me aterra encontrarte frente a mí cuando abra los ojos. Se me olvida que ya no estás. Ommm. Mechones largos y rubios han caído en el lavabo, precedidos por el siseo de la máquina. Adiós, cabello, adiós. Ya no hay de dónde agarrar. Ommm. El morado se está convirtiendo en amarillo y el amarillo volverá a ser yo. Patricia. Con P de puta. ¿Patricia existe? ¿O solo existía porque existías tú? Ommm. La ropa cae al suelo. Pues esta soy yo. Patricia. Cincuenta y dos kilos menguantes de miedo y de angustia envueltos en una fina piel, con sus capilares, con sus poros, con sus nervios. Con sus colores, su escasez de curvas. El cuerpo de una puta vieja en un cuerpo de veintidós, decías. Ommm. Parece que el ficus es más verde hoy. No siempre fuiste así. Mis sueños me lo recuerdan. Mi cerebro adolescente aún ama quien eras. ¿Qué te ocurrió? ¿Qué me ocurrió? Ommm. El cielo es de un azul distinto, como transparente. Parece que pueda alargar la mano y hundirla en una nube blanca. Ommm. Tuve el coraje de hacerlo: o tú o yo. Hoy he vuelto a usar el hacha. Me la regaló mi madre. Úsala bien, me dijo, o lo haré yo. He destrozado los muebles que compramos a plazos con tu dinero. Con la fuerza de mis brazos y con el hacha. Yo no tenía dinero. No tenía nada, porque no valía nada. Un vecino ha venido a preguntar si pasaba algo, por el ruido. No he contestado. Están acostumbrados. Nadie hacía nada. La gente nunca hace nada. No es su problema. He despedazado tu ropa con las manos, he reventado el ordenador contra el suelo, y el reloj y el móvil, y todos los espejos de la casa. Ommm. Ahora hay silencio en mi cabeza. Por fin. Porque nadie sabe dónde estás y solo yo sé que no volverás. Ommm.Ya no estás.

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