La soñaba todas las noches. Pretendió olvidarla, pero no pudo. Simplemente la insistencia de su subconsciente promovió un extraño enamoramiento con alguien que no veía hace años. Salieron a varios cafés, al cine, al teatro, salieron a todos los lugares posibles…todo ello en imaginación, porque seguían sin verse.

La obsesión dominó su mente. El sentimiento de posesión terminó por provocar la búsqueda de aquella mujer hasta donde residía. Las asperezas aparecieron al instante.

Cuando llegó, hablaron a solas. Él declaró el capricho disfrazado de amor y apareció el reclamo de porqué ella no era la mujer que veía en sus sueños.

-Si no eres como en mis sueños, entonces te dormiré, me dormiré, nos dormiremos-dijo sacando una jeringa de un maletín.

Como la lluvia de una tormenta tropical cientos de golpes y gritos sonaron violentamente en la habitación ahora manchada de sangre. La chica jadeaba, menos mal que usó bien las tijeras. Ahora solo miraba aturdida el cuerpo del hombre que trató de reducirla a unos cuantos pensamientos caprichosos de una noche.

Que delgada línea hay entre soñar y convertir la vigilia en la más abrupta pesadilla.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS