I

Las partículas nocivas cayeron descontroladamente, era una lluvia que apareció justo cuando los innumerables hongos se erigieron sobre el paisaje, dominándolo todo en aquella tarde donde el cielo se vio nublado y oscurecido. Nadie pudo hacer nada. Dicen que los que estuvieron cerca de esta explosión murieron más rápido y no sintieron ningún dolor; y, por el contrario, aquellos que se encontraban más lejos tuvieron una muerte lenta y llena de sufrimiento. No había equivocación en ninguno de los dos argumentos.

El paisaje estaba desolado, ningún ruido, ningún murmullo; los campos emanaban una agobiante tranquilidad, nada se movía, nada parecía estar ahí. Solamente había que mirar lo que escondía y sentir el escalofrío mortal. Lo recorrí sin percatarme de todo ello, hasta que aparentemente fue tarde y me vi cara a cara con un cadáver inexpresivo, de donde salían de su torso, ojos, piernas, boca y cabeza una especie de lianas rígidas, unas estacas o unos tentáculos; la morfología era variable y no podría distinguirla con certeza. Solo me quedé mirando estupefacto e inmóvil aquel lo enmarañado que se encontraba el cuerpo tendido sobre el suelo del campo, como petrificado en el instante en el que conoció la muerte. ¿Era Medusa quien estaba detrás de esto?, solo ella podría convertir a mis congéneres en estatuas tan macabras.

El sentimiento temeroso no fue raro adquirirlo después de ello. Al avanzar más me encontré con otros cadáveres en la misma disposición, todos estáticos, inmóviles y queriendo gritar y escapar desesperadamente; todos con esas horrendas cosas saliéndoles del cuerpo, esos terribles tallos insensibles que como una telaraña los envlvían ya secos y craquelados.

Me desplazaba y avanzaba, y encontraba más y más cadáveres. Nadie con vida. Debí hacer caso a los rumores que advertían que en ese campo había una maldición que recaía sobre todo aquel que se atreviera a entrar, pues nadie salía con vida, decían las voces que me aconsejaban mejor dirigirme por otra ruta. Era más fácil para mí, y para todos. Pero no hice caso, no escuché.

Atrapado estaba, y no podía hacer nada, lo sabía perfectamente. La humedad prevalecía siempre, el cielo nublado continuaba dominando las jornadas y yo cada vez me agotaba más, no podía seguir con este paso tan desesperado. Solo Perseo podría lidiar con esto, pero no soy Perseo. Mis extremidades se agotaban, parecían acalambradas; mi apetito cesó y por lo tanto no es extraño que tuviera problemas orgánicos y mis fuerzas poco a poco se diluyeran entre la frialdad de la oscuridad penumbrosa de ese día sin sol que llaman noche. Luego tuve problemas de visión. Hasta que llegó el momento de ver a la Medusa de quien tanto había temido.

Estuve sintiendo el dolor interminable de su presencia. No la veía, pero la oscuridad y el ambiente pesado que me rodeaba me alertaban que estaba justo en frente mí, es más, de que estuvo todo este tiempo siguiéndome muy de cerca sin advertirlo ni notado. Ese monstruo de mil tentáculos tenía la habilidad de no hacer ruido alguno, ni siquiera las hojas se movían, nada.

De repente, no pude prever cuando mis vísceras comenzaron a hacerse de piedra, al igual que mi piel que empezó a crujir como madera apolillada y todo mi cuerpo se entumecía como un árbol que estaba por caerse. No sentí nada, absolutamente nada cuando estuve ya petrificado. Ni me di cuenta de aquel momento, cuando mi cuerpo estuvo adornado macabramente con las ramas insensibles que brotaron de mí y se movían creciendo hacia la nada del cielo. Que silenciosa, que discreta y que peligrosa era esa Medusa.

-Medusa custodia estos prados malditos. Todo aquel que ose entrar solo obtendrá la muerte inmediata. Mas allá de esas tierras de desolación nadie ha sabido noticias de alguien con vida. Ni de ida ni de vuelta. Las ánimas que deambulan esos rumbos gritan y luego se apagan súbitamente, emitiendo la advertencia; cuando te encuentras en los campos estás ya condenado, Medusa no tiene clemencia y arrasa con todos sin dejar a nadie con vida-me decían mis allegados, quien sabe si ellos sufrieron el mismo destino.

II

Revista de Control Biológico Experimental Vol. 78 Núm.6 Año 63 (octubre de 2026).

Artículo de investigación

El hongo microscópico entomopatógeno bautizado provisionalmente como Medusa, ha mostrado ser altamente específico para la chince de las calabazas (Anasa tristis). La espora sale liberada de las hifas, hasta llegar a la cutícula del insecto, donde se adhiere y empieza a proliferar, sustituyendo el tejido y penetrando los órganos vitales en un lapso de 2 días. Después de ello, el hongo se disemina por todo el interior de la chinche, llega al sistema nervioso y lo destruye, finalmente las hifas salen por diversos poros corporales (ojos, orificios nasales, ano, etc.) o de cualquier cavidad corporal, madurando y reiniciando el ciclo biológico para una futura infección; así, en 6 días un enjambre de estos organismos puede ser exterminado con gran efectividad.

Con estos resultados se asegura un control biológico efectivo contra este insecto responsable de pérdidas económicas de gran importancia en el país. Se espera que este trabajo pueda servir de base para futuras investigaciones relacionadas con la erradicación de otros organismos causantes de daños en la producción agrícola mundial.

III

Desperté de un extraño sueño. Lo platiqué con el oráculo quien lo analizó minuciosamente. Recuerdo que en el sueño era un insecto, como una especie de escarabajo que deambulaba por un prado fértil, hasta ver campos de cadáveres de seres muertos por una entidad terrible, por la mismísima Medusa. No era como lo contaban las grandes historias de Perseo, era algo más oscuro.

El oráculo tomó muy en serio el sueño, lo analizó y su expresión me llenó de más preocupación:

-El final de la era está a punto de concretarse. La medusa que soñaste anuncia devastación. No advertiremos cuando todo esto acabe y solo quede de nosotros vestigios, escombros-dijo

-La plaga mata y asesina desde adentro, desde nuestras entrañas está surgiendo y aflorando-le contesté al oráculo.

El sueño me pareció cobrar sentido con lo que pasa en estos tiempos. Decadencia, podredumbre, devastación y enfermedad.

-Nosotros somos una plaga que engendra a otra. El insecto que ha devorado todo desmesuradamente colapsa por el germen de la ignorancia que ha generado- dijo

-Creo que hemos de pagar un precio altísimo por custodiar con tanto recelo lo que guarda esta biblioteca, la gente cree que hay brujería merecedora del fuego-le dije, mientras observaba el horizonte de la ciudad de Alejandría cercano al crepúsculo.

A lo lejos, pudimos ver un cúmulo de puntos naranjas rutilantes que se acercaban. Luego una serie de vociferaciones violentas. El sueño se cumplía, venía la horda a quemarla, venía Medusa a petrificar nuestras vidas. El fuego era la semilla que se diseminaría por cada cuarto, hasta hacer explotar a la civilización en una enorme llamarada que provocará una quemadura que tardará en sanar miles de años.

IV

Desperté nuevamente de aquel sueño.

Me dispuse a recorrer el campo, rebosante de árboles y plantas de calabazas silvestres. Todo estaba rodeado de vegetación exuberante.

Continué mi exploración del terreno hasta encontrarme con un cadáver, el cual me trajo a mi cabeza las imágenes del sueño. Solo que el animal que estaba viendo frente a mí era otro, se trataba de humano, estaba reseco y de su cuerpo momificado salía una especie de árbol sin hojas. Todos los campos que he recorrido, todas las ruinas, todas las ciudades abandonadas y carcomidas por la herrumbre adornan sus paisajes con esos macabros arreglos de hongos que acabaron con esa plaga bípeda, de la que ahora quedan estos vestigios, estas que son sus últimas expresiones, instantáneas antes de la muerte segura.

Y pensar que alguna vez esos hongos fueron el terror de nuestra especie. Me pregunto qué hechos llevaron a sus creadores a dejar de vernos como una amenaza, qué fue lo que los hizo utilizar a Medusa para exterminarse y acabar con la humanidad en menos de dos semanas.

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