Perfectamente imperfecta

En el Perú, una maga me cubrió de rosas rojas y después me leyó la suerte. Me dijo: «Deja ir tus estructuras y la perfección, tu camino es diferente al que transitas actualmente». La angustia se apoderó de mi pecho, una garra invisible que apretaba mi corazón. ¿Cómo podía renunciar a la seguridad de lo conocido para adentrarme en un sendero incierto plagado de incertidumbres?

Sin embargo, una imagen fugaz en mi mente me impulsó a tomar una decisión. Me vi a mí misma, liberada de las cadenas que me aprisionaban, explorando nuevos horizontes con una sed insaciable de aventura y descubrimiento. Respiré hondo, dejando que el aroma embriagador de las rosas rojas me envolviera, y visualicé cómo las estructuras que me limitaban se desmoronaban ante mis ojos. La angustia se transformó en una determinación feroz, una fuerza imparable que me empujaba hacia adelante.

Días después, en un viaje en ómnibus, una señora me ofreció una estampita. Al leer la frase en su interior, decía: «La perfección no te permite errar ni evolucionar, suelta el control para poder ser, para ser imperfecto», sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo. Era como si el universo me hablara. Comprendí que las experiencias, tanto las positivas como las negativas, son necesarias para nuestra evolución. El mundo exterior es un reflejo de nuestras heridas y virtudes, y solo al aceptar nuestra imperfección podemos alcanzar la plenitud.

Desde ese momento, decidí abrir mi mente y explorar nuevos caminos. Experimentar sin miedo.

¿Se cumplirá la profecía? Solo el tiempo lo dirá.

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