RESCATE EMOCIONAL SEGÚN YESY-YESYLDA

Me enamore de Yesy casi de inmediato, me sorprendió esa rara mezcla de rasgos de niña y temperamento de mujer, la conocí en el hospital donde trabajábamos, donde veíamos diariamente cientos de casos que nos conmovían mucho y pese a todo el esfuerzo que en conjunto se ponía, siempre habría nuevos casos por resolver, nuevas vidas por salvar, a veces parecía una lucha imposible de ganar, es tan difícil enfrentar el dolor y lo es aún más cuando toda asistencia parece inútil, toda ayuda llega tardía y todo lamento se te queda en la memoria como una marca imposible de borrar… Ella era una muchacha dulce, de cabellos largos, mirada profunda y serena, delgada y menudita, casi frágil, sumamente inteligente y pura como la hostia de los domingos, su personalidad irreducible le permitía ganarse el respeto y cariño de sus compañeros, esa extraña combinación de virtudes y valores la hacían sobresalir y ser el centro de todo. Quién sabe sea por eso que me enamoré inmediatamente de ella, ya que su sola presencia despertaba en mi más que un simple interés o deseo, pues sentía que era la mujer de mi vida, la que un día entre sueños afiebrados imagine. Así que no lo pensé dos veces y le propuse matrimonio sin tener un centavo en el bolsillo, sin planificar nada, quemando todas las etapas de algún largo romance, pensando que el amor lo podía todo y deseando a gritos que así sea, ya que nunca me importó arriesgarlo todo por lograr la gran ilusión de mi vida, por conseguir la compañera ideal, la esposa perfecta, entonces más que un amor de cuentos era la realización de mi propia existencia, era la otra parte importante y necesaria para mi vivir…, y pesea que ella jamás mostró tanta locura como yo sí lo hice, ya que siempre se mantenía calma, di mi salto al vació y sin paracaídas desde lo más alto de mis emociones al proponérselo con la vehemencia con que lo hice. Luego, una vez más, me demostraría su madurez, me demostraría aquella clarividencia de mujer que conseguía ordenar todo mi mundo interior con ideas simples y básicas que conseguían mi sosiego, mi calma interior en un universo nuevo y mágico…, el suyo… Aún recuerdo la tarde con garúas cuando tomados por el brazo atravesamos el patio de salida del hospital hasta llegar al reducido parque donde siempre charlábamos de todo y hacíamos un alto en nuestras vidas solo para leernos poemas de amor, reír de ocurrencias simples e imaginar por un instante que el mundo era perfecto, eludiendo así el drama ajeno, allí en la pequeña banquita nuestra, porque así la bautizamos desde siempre, todo lo que tocábamos y hacíamos era nuestro desde que decidimos compartir tanto nuestras horas de trabajo como nuestras horas de recreo. Ella allí, en ese mismo sitio nuestro, siendo viento y garúa, siendo naturaleza vital, siendo del mundo, siendo mía, siendo todo, siendo eterna… Hizo un silencio profundo para luego decirme, de la misma manera que mi madre me hacía entender las cosas más intrincadas y difíciles, en mi lejana infancia, así, de aquella misma forma, ella a su manera fue desmenuzando uno a uno todos mis sensibles afectos en sus propios afectos, hasta conseguir que todo tenga una solución lógica en el fondo de nuestras almas, como si las piezas claves de la solución de mi vida la tuviera ella en su vida…, en ese momento una tranquilidad eterna me invadió y seguro ella también lo sintió así, más aún cuando sus manos sacaron mis lentes de su lugar y por primera vez, luego de casi tres meses de amistad intensa, me beso aceptando mi amor, en ese momento sentí que me volvían a parir, sentí el grito de una paz densa en mi interior que me sacudía de felicidad y abracé su pequeño cuerpo sin el temor que se quiebre, porque se sumergía en el mío con todo el amor que nunca pensé vivir…, y como si fuéramos una sola piedra maciza nos alzamos más allá de las nubes y sentíamos que podíamos vencerlo todo y ahora pienso que fue uno de los momentos más felices de mi vida, en ese momento ella no me dijo que sí, pero tampoco me dijo que no, solo aceptó mi cariño, mi forma de amarla, de decir te quiero, de llegar a ella para no salir más…, luego, ella al fin sabría reconocer cuales eran las verdaderas rutas del amor sin complicaciones. Al año nos casamos enredados en una felicidad increíble, nuestras amistades se multiplicaron, mi relación con ella se fortalecía con el pasar de los días y lo mejor fue que tuvimos dos hijas casi de inmediato, ella cumplía 30 años y yo 36, era el pico de mi vida ya que todo lo que hacía tenía una razón coherente, tenía un por qué maravilloso, un plan perfecto, sentía tanta alegría que la podía compartir con todo aquel que se acercaba a mí, eran épocas de mucha felicidad y prosperidad. Pero yo jamás se lo confesé por un mínimo de orgullo, porque todo estaba sobreentendido entre los dos, porque uno era el complemento exacto del otro, porque esas extrañas sensaciones nos llevan definitivamente a otra dimensión, a un universo solo de los dos…, y también vale la pena decirlo, como vana inquietud, un poco de mí no creía en la felicidad perfecta pese a que la sentía cada nuevo día que vivía a su lado, que despertaba sabiendo que la encontraría dentro de mí, ni siquiera al lado, sino dentro de mí…,era tal vez que no me atrevía ni a pensarlo, menos a decirlo, no lo sé (hay dudas que lo encharcan todo)…, ahora reflexionando pienso que la felicidad es tan etérea, tan frágil y quién sabe tan mentirosa…, pero estoy seguro que ella siempre será todo para mí, siempre lo fue desde que la vi, siempre lo será…, y ahora lo confirmo cuando veo crecer a mis hijas con el temperamento que sólo ella les puso… Con los años las responsabilidades aumentaban y no había temor a los riesgos porque sabíamos que éramos una familia sólida y yo agradecía a Dios muy quedito por las mañanas, como cuando uno agradece por algo que no merece y pensaba que esa felicidad no era mía y tenía miedo no sé de qué, pero no me importaba, vivía el día a día, porque igual era tan feliz, tan feliz…Hasta cuando ella en un aciago momento de nuestra vida cambió, en una curva siniestra más allá de nuestro destino ella cambió, la verdad no sé exactamente cuándo,pero cambió…, se la veía taciturna, pequeña, miserable, empobrecida, fue un cambio brusco, una enfermedad corrosiva y perniciosa de la cual siempre tuvimos miedo y jamás si quiera pensamos, ahora la aniquilaba de poquitos y sin piedad pese a su carácter férreo, acaso toda nuestra ciencia y practica valdría algo para detener este terrible cáncer, me preguntaré hasta el día de mi muerte “cómo nos emboscó hasta el punto de no darnos salida”…. Ella transpiraba fuerte por las noches, a veces lloraba a escondidas, aovillada para que yo no la vea ni sienta su sufrir, yo no entendía nada en un principio, ella lo ocultaba y yo solo la llevaba contra mi pecho y acariciaba su rostro de niña, peinaba sus cabellos largos, le cambiaba las prendas humedecidas, sofocaba sus fiebres, la reanimaba con toda clase de piruetas y resolvía las labores domésticas como atender a los hijos, limpiar, cocinar y lavar con tal que no se preocupe, con tal que se alivie pronto (como si con eso bastase), con tal que Dios me la devuelva eterna, como cuando la conocí, en esos momentos nada me era sacrificio con tal de recuperarla, yo mismo la llevaba al médico, a los baños de cobalto y a todas las terapias indicadas, y un día, el más cruel de todos los días que he vivido sobre esta tierra, ella murió en mis manos sin decirme adiós, con la misma serenidad de siempre no abrió más los ojos cayendo en un sueño profundo que no tuvo ni principio ni fin, ese día yo no quería llorar, la verdad no quería llorar nunca pese a que me sentí derrotado desde el primer día que confirmaron su enfermedad, estaba completamente vencido, había visto el dolor pero nunca lo había sentido de esta forma, quería ser fuerte pero era inútil, solo llamé a mis hijas para que se despidieran de su madre, allí les abracéy les dije que mamá dormiría por un largo rato, ellas no me lo creyeron, me preguntaron: ¿por qué?, ¿por qué tiene que dormir?, y yo no les sabía que responder, solo les dije con naturalidad, tragándome el dolor en frases disfrazadas, que pronto despertaría, pero que ahora tenemos que despedirla con un beso en la frente, entonces ellas que lo sabían todo se echaron a llorar y estrujándome por los puños de mi camisa se taparon el rostro mientras repitan la una y la otra: -mamá se murió- y yo no aguanté más, me terminé de quebrar y arrodillándome lloré al pie de la cama junto con ellas todo el dolor de su partida, porque sabía que a partir de ese día me volvía a quedar solo y sabía muy bien que el mundo me volvería a parecer inmenso, injusto y agresivo y mis hijas no tendrían a su madre, entonces abracé a mis pequeñas como no las había abrazado jamás y unimos nuestro llanto sordo en una desesperación que termino por agotarnos.

La mañana siguiente al entierro desperté con las entrañas presas en el mal sueño de los últimos meses, me revolví en la cama y estiré mi mano como buscando su carita, como buscando su cuerpito tibio, perome descubrí solo y recién allí me percaté que no era una pesadilla o un mal sueño, que era el mismo destino quien pone y saca afectos de mi vida sin que yo pueda intervenir más que como un simple actor que no tiene oportunidad de cambiar aquellos roles y por ende ahora no hay oportunidad de reclamos, recién allí entendí que ella no más estaría a mi lado y me vino una rabia contra todo y si era posible contra el mismo Dios que nada tenía de Dios…, que fue muy injusto, seguí sus reglas, respete sus leyes, me fije sus metas y hoy me abandona…, me abandona y no puedo entenderlo…, las cortinas estaban cerradas, las tinieblas dominaban mi razón, la necesitaba…, aún se hallaban las cosas de Yesi sobre su tocador eterno, como si no se hubiera ido de mí, no sentí ganas de llorar, estaba terriblemente decepcionado, terriblemente solo y frustrado, comiéndome los recuerdos como si jamás los hubiera vivido, como si fuera el recuerdo de una película muy lejana, en ese momento sentí rabia, ganas de deshacer todo rastro de ella, de haberla querido menos…, ¡imposible!…, si todo lo que me rodeaba llevaba su bendito talento que hoy me corroía con una furia que nunca le tuve…, quise gritarle la traición que jamás me dio…, quise reclamarle algo, no sabía que…, pero no deseaba llorar y mis lágrimas brotaban como si fueran una enfermedad que pronto me mataría…, deseaba haber muerto a su lado y no sentir lo que hoy siento…, revisé sus cajones y cogí sus manuscritos que como diario guardaba en el fondo de un cofre de ébano y leí el último párrafo que escribió antes de ser internada por última vez en el hospital, eran los nombres de mis hijas y el mío y luego decía con letras redondas y ordenadas, “solo tengo tres amores lindos en mi vida”…, eso fue todo…, fue la estocada de gracia que ese me dio ese día, entonces salí por inercia a correr con mis hijas, a sudar el mal humor, a barrer los recuerdos, a correr escapando de todo como si la velocidad fuera la fórmula de alcanzar nuevamente su compañía, a gritarle al destino que como familia no estamos derrotados, que ella nunca saldrá de mi lado y trotamos sin hablar, conteniendo la rabia, las ganas de llorar, de lanzar las lisuras e improperios que jamás dijimos…, al llegar al parque que algunavez nos cobijó en nuestra máxima felicidad descubrimos que parecía otro, que toda la magia se había terminado, todo parecía diferente sin ella…, luego peloteamos un rato con el balón, dimos vueltas sin sentido y al final terminamos en una bronca entre los tres, aporreándonos y haciéndonos llaves de lucha hasta gritar nuestro dolor, hasta que las dos me derrotaron y mederrumbé de bruces sobre la hierba húmeda y el mundo lo vi al revés, los edificios en condominio parecían orugas gigantes de pie apunto de aplastarme y fue en ese momento que el desasosiego se me salió del cuerpo al observardesde allí a mis dos hijas haciendo carreras de a ver quién llega primero, de saltar entre las dos como maripositas de un nuevo día, eran espigadas, con el cabello largo castaño oscuro y su piel de miel, como los de mi adorada Yesy, parecían preocupadas por mí, secreteándose mi dolor se confidenciaban en los oídos, qué se dirían, luego sonreían tapándose los labios con las manos, como si hubieran encontrado lasolución perfecta a todo y me miraban con el brillo del iris y hacían iguales mohines que los de su madre, eran dos niñitas hermosas, saludables y ligeras, que seguro jamás nos defraudarían, luego comprendí la importancia de la familia, la importancia de tener a mis dos hijas y de haber conocido a mí adorada Yesy que jamás me dejaría solo y en ese momento lejos de llorar sonreí entre mis lagrimones, mirando todo al revés entendí y acepté que la vida no termina con la muerte, sino cuando la familia deja de serlo, pues Yesy vivía en nosotros, en todo lo que ella con gran esmero logró en este mundo ynosotros teníamos que continuarlo, por ello sé que pese a mi relativasoledadjamás nadie podrá reemplazar todo lo que vivimos en esos escasos años de intenso amor…

Siempre mía, adorada Yesy, siempre..

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