Blaze! Capítulo 45

Capítulo 45 – Hipocresía.

¿Cuánto tiempo lleva así? –preguntó un aldeano a uno de sus vecinos, el que quedó a cargo de Blaze mientras estaba siendo torturada.

Por lo menos dos horas… ¡Y sigue como si nada! –respondió el hombre, pasándose la mano por su calva frente, secándose el sudor.

Blaze estaba atada a una silla de madera, inmovilizada de pies y manos, sumergida de espalda en el lecho de un río, mientras sus captores esperaban que se ahogara, pero su rostro distorsionado por el flujo de agua solamente mostraba una apatía insondable…

Muéranse de calor, yo disfrutaré de este fresco río –dijo la maga mentalmente, observando los rayos de sol que atravesaban el agua, respirando bajo esta con su hechizo Air Barrier.

Media hora después, los torturadores se aburrieron de tener a la hechicera sumergida, volviéndola a meter en la celda solitaria en la que pasó la noche.

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Cinco horas atrás.

¡Albert, preocúpate solamente de protegerte, yo me las apañaré y luego nos libraré de estos tipejos! –gritó Blaze a su escudero, quien se encontraba en una improvisada prisión cercana a la verdadera prisión del pueblo, mientras era reducida por diez hombres, agarrada por todas sus extremidades, sacudiéndose espasmódicamente, intentando liberarse, con el rostro enrojecido por el esfuerzo.

¡Eso es lo que hago, logré nuevamente cubrirme con esta esfera protectora, es efectiva contra golpes físicos, no desgasta tanto mi poder en comparación con recibir ataques mágicos, creo que podré aguantar algunas horas así! –respondió Albert desde dentro de su barrera, mientras era atacado por los aldeanos con palas, palos y picotas, intentando en vano destruir el hechizo de defensa.

Uno de los hombres que atacaba a Albert salió de la habitación, encontrándose con el viejo portador de la lanza de Sotah, hablándole al oído.

Señor… la criatura cambia-forma está protegida por una esfera mágica impenetrable, así no podremos torturarle para que nos diga lo que queremos saber, ¿qué podemos hacer? –preguntó el aldeano, preocupado.

¿Y la hechicera?, ¿está protegida también? –consultó el viejo, apoyando la lanza dorada en el piso, con aspecto grave, mirando hacia el infinito.

No, casi toda la cuadrilla está reduciéndola, pero no cuenta con protección –respondió el subordinado, generando una sonrisa en el viejo.

¡Cambia-forma! Puede que estés cómodo y a salvo dentro de tu burbujita de la paz, pero veremos cuanto tiempo dura eso cuando sepas lo que tenemos preparado para tu vil compañera –comunicó el viejo a Albert con calmada voz, quien no se percató del agitado carcajeo de la hechicera al escuchar la denominación que le dio al poder de su escudero, instruyendo al joven que le comunicó de la situación, ordenándole como proceder con Blaze.

¡No les digas nada, Albert! ¡Esto va a ser para el recuerdo! –gritó Blaze, esperando divertirse arruinándole los planes a sus captores, tratando de adivinar qué tipo de tortura intentarían aplicarle para hacerle hablar.

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Tienen la imaginación de una piedra –pensó Blaze en su celda, aburrida, encendiendo una Fire Ball antes de que la oscuridad de la celda empezara a enfriar su mojado cuerpo—. ¡Albert! ¡¿estás despierto?!

¡Sí! Me dejaron… –dijo Albert, bajando la voz, no escuchándose lo que quería decir.

¡¿Qué?! –preguntó la maga—. ¡Espera, no hables!

Blaze activó su Astral Sight, sacando a su ojo alado, volando inadvertida y velozmente a la celda de Albert, colándose en esta.

¿Qué dijiste? –preguntó el ojo, que esta vez contaba con una boca dientuda, espantando al oráculo.

La… la otra vez no tenía boca –respondió Albert, recordando la ocasión en que conoció a su señora.

¿No has escuchado de las mejoras? Limítate a responder lo que se te pregunta –respondió el ojo alado parlanchín.

Claro, perdón, es que me sorprendiste –dijo Albert—. Dije que me dejaron de golpear hace rato, así que estoy descansando por ahora, ya puedo activar mi Peace Bubble más rápidamente, he estado practicando las últimas horas.

¿Tu qué? No puedo creer que hayas elegido ese nombre para tu técnica, ¡para tu única técnica! –carcajeó Blaze a través de su parcelada forma astral, la que se retorció en el piso, aleteando sonoramente sobre este, levantando una pequeña polvareda.

No hagas eso. Me gustó el nombre que le dio ese anciano, así lo llamaré, aunque sea mi única técnica y te burles, Blaze –respondió Albert, girándose hacia la pared con los brazos cruzados—. Deberías preocuparte por liberarnos, no podemos estar perdiendo el tiempo con estas personas…

¿No te intriga saber qué es lo que quieren del cambia-formas?, ¿y si tuviera que ver con un trozo del DSH? –preguntó Blaze, retomando la seriedad.

La verdad es que no me intrigaba, pero debo decir que no había considerado el tema de un posible trozo de DSH –aclaró Albert, girándose hacia el óculo con alas, espantándose por la siniestra sonrisa de la proyección astral, desapareciendo esta en el aire con una pequeña explosión de humo.

Blaze fue tomada nuevamente desde su celda, atándole fuertemente las manos a una pulcra escoba, montándola sobre ella, cargándola hacia un precipicio cercano, lugar donde llegó también Albert, envuelto en su esfera protectora.

En vista y consideración de tu constante negación por hablar con nosotros, me veo en la desafortunada situación de hacer esto –dijo el anciano portador de la lanza de Sotah, recibiendo un gato negro de una de las mujeres del pueblo, arrojándolo sin más al precipicio, limpiándose los pelos que se desprendieron del animal y que quedaron en su mano—. Sí, hechicera, estamos a punto de hacer lo que crees, sin el gato no sobrevivirás, a no ser que el cambia-formas esté dispuesto a hablar…

Albert y Blaze se observaron confundidos, levantando sus hombros, momento en que la maga recordó las enseñanzas de su maestro Echleón, conocimientos referidos a antiguas creencias sobre los usuarios de magia, las cuales estaban completamente erradas.

¡Ya lo recordé! –dijo Blaze, golpeando el piso con uno de sus pies, siendo movilizada por sus captores por orden del viejo armado.

Es una lástima, pero realmente espero que el gato no haya muerto en vano –se lamentó el anciano, ordenando a los hombres a que arrojaran a Blaze por el precipicio, ante la atenta mirada de Albert, notando que el escudero no parecía estar preocupado por lo que estaba pasando, murmurando—. Parece que si murió en vano.

Blaze chilló inmediatamente después de ser lanzada sin previo aviso, maldiciendo al viejo que comandaba a los pueblerinos, calcinando las amarras puestas sobre sus muñecas, agarrándose fuertemente del palo de la escoba, elevándose por el cielo sin rumbo aparente, como si el instrumento de limpieza contara con una propulsión enorme y difícil de controlar, zigzagueando por los alrededores del precipicio, aterrizando de manera forzosa en la planicie.

Viejo de mierda –despotricó Blaze, mirando con enojo al decrépito hombre, con el rostro descompuesto, vomitando profusamente, tumbándose de lado, lívida y temblorosa.

Los jóvenes cautivos fueron nuevamente arrojados en sus respectivas celdas, cansados y hambrientos, aburridos por no tener ninguna pista sobre lo que realmente buscaban sus captores. Blaze utilizó nuevamente el Astral Sight, colándose en la cerrada habitación de su escudero, aleteando sobre la esfera para despertarlo.

¿Qué? Perdón, me dormí dentro de esto… ¿estás más pequeñita? –preguntó Albert al ver la representación astral, disminuido por el estado corporal de su dueña.

Descansemos hasta mañana, ya no me interesa averiguar que quieren, me las pagaran, eso te lo aseguro –dijo el diminuto ojo hablador, desapareciendo de inmediato, esta vez sin efecto especial.

Buenas noches, Blaze, aunque falten horas para eso, descansa –murmuró Albert, siguiendo en su esfera de protección, durmiéndose casi de inmediato, desactivándose su hechizo de forma intermitente, sin que el oráculo se diera cuenta, siendo noqueado con un garrote que se introdujo por una ventana cuando se encontraba desprotegido.

Blaze fue sacada nuevamente de su celda, arrastrándola por el piso, un poco menos mareada por el sorpresivo vuelo, poniéndola en frente del inconsciente Albert, que estaba rodeado de varias armas blancas e instrumentos de arado, amenazando con matarlo, obligando a la joven a hacer caso, siendo atada con cadenas en un tronco de madera, el que luego fue rodeado por una considerable cantidad de ramas secas, transformándose en una hoguera lista para ser usada.

¡Hechicera! Ya que el cambia-formas no desea hablar, te pondremos a ti en aprietos –dijo el anciano de la lanza, acercando su arma mágica al cuello de Albert—. Dinos lo que deseamos saber.

¡Son unos completos imbéciles! ¿Cómo desean que les responda algo si aún no plantean su pregunta? ¡Bajo tortura se puede decir cualquier cosa que deseen, pero no nos pidan que les leamos la mente y respondamos exactamente lo que quieren! ¡¿Qué demonios quieren?! –vociferó Blaze, harta del asedio, recuperando parte de sus fortalezas sólo por el odio que inflamaba su espíritu.

¡Ya lo ven todos! No puede dejar de referenciar a sus tenebrosos congéneres, maldiciéndonos con sus infames palabras salidas de su pútrida boca, cloaca inmunda que besuqueó al mismísimo recto del demonio –narró el viejo, haciendo referencia a las incorrectas creencias sobre los iniciados en el esoterismo, infiriendo que Blaze había realizado tales ritos sólo por ser una hechicera—. Ellos han pervertido nuestras tierras, robando una de nuestras más preciadas y divinas reliquias, generando caos en nuestra santa comunidad, incurriendo en uno de los pecados capitales más…

¡DE QUE MIERDA ESTÁS HABLANDO! ¡NUNCA ACERCARÍA MIS LABIOS A… A…! ¡QUÉ ASCO! –vociferó Blaze con todas sus fuerzas, casi saliéndosele los ojos de sus cuencas, calentando lentamente sus amarras para fundirlas—. ¡Ya estoy harta, responde mi puta pregunta!

Lo saben, sólo que no quieren aceptarlo, ¿Dónde está el…? –dijo el viejo, callándose al ver como uno de sus compatriotas salía de entre la multitud, mostrando un cuadernillo.

Esto es lo que están buscando –dijo el joven, mirando con recelo al viejo de la lanza—. ¿Cierto, Spihss?

Pero Spihss nos dijo que el cambia-formas robó una invaluable joya capaz de exorcizar cualquier demonio, no un cuaderno –alegó uno de los pueblerinos, confundido, murmurando después con sus conocidos.

Una joya que, por supuesto, no existe –aclaró el joven con el cuaderno, mientras Albert se reincorporaba del garrotazo en su nuca.

¿Tú? Siempre fuiste tú… No lo entiendo, te acercaste a mi cuando cargaba la lanza de Sotah y esta no reaccionó –aseveró Spihss, apuntando al joven con la lanza, sin generarse ningún brillo en esta.

Esa lanza no tiene nada de divino, sólo está hechizada para reaccionar a ciertas magnitudes de energía mágica, y la criatura es muy competente ocultando su presencia –explicó Blaze, liberando sus manos de las cadenas, lanzando un contra-hechizo al arma, deshabilitándola para siempre—. Un hechizo lumínico muy simple, por cierto. Además, ni siquiera es de oro realmente, sólo es una copia barata. Son unos hipócritas, condenan a los hechiceros y a otros seres mágicos, pero para desenmascararlos, utilizan igualmente la magia, quien los entiende.

Mi hermano me hizo prometer que no te mataría, pero no dijo nada acerca de destruir tu vida –dijo el joven, transformándose en una mujer de largo cabello negro y ojos azules, siendo reconocida por todos en el pueblo.

¡Es Dalia! –gritaron todos al unísono.

Los habitantes del pueblo estaban desconcertados, ya que supuestamente Dalia había sido asesinada meses atrás, dejando a Spihss solo en su cabaña.

Este cuaderno tiene anotadas todas las cifras de las ventas del pueblo, ¿Quién quiere ver cuanto debería haber recibido realmente por su arduo trabajo en los campos? –dijo el cambia-formas transformado en Dalia, mientras los habitantes que sabían leer se abalanzaban para hacerse con el cuaderno.

¡Las cifras no calzan! –gritó una de las habitantes más avezada en las matemáticas básicas—. ¡Atrápenlo!

Spihss intentó apuñalar al ser que duplicaba a la que fuere su amor en el pasado, pero fue arrollado por la Peace Bubble de Albert, siendo capturado por sus enojados vecinos.

Ella… Él me engañó, nunca fue lo que dijo ser –dijo Spihss con rencorosas lágrimas en los ojos, mirando a Dalia, forcejeando para soltarse del agarre de sus vecinos.

Fue para ti lo que querías, te amaba y tú lo asesinaste –dijo el cambia-formas, volviendo a su forma original, una masa humanoide de colores vívidos nacarados.

Los pobladores tomaron a Spihss, retirándose del lugar, avergonzados por su comportamiento con los jóvenes y por haber sido engañados por un hombre que consideraban un ejemplo a seguir, caminando cabizbajos, evitando mirar a los ojos a Blaze, Albert y al cambia-formas. La hechicera esperó un momento a que la criatura mágica se calmara, acercándose por detrás de esta.

En fin, ya todo se resolvió, no tenía nada que ver con un trozo de DSH –dijo Blaze, apoyando su mano en el suave y esponjoso hombro de la criatura—. ¿Dónde dejaste a nuestro caballo?

Me lo comí, tenía mucha hambre –replicó el ser deforme, girando su cabeza con una especie de amplia y redondeada sonrisa, descolocando a Blaze y haciendo llorar a Albert.

¡Otro animal que Albert albergará en su cálido corazón! ¿Cuándo encontrarán un maldito trozo de DSH?, ¿cómo seguirán su viaje sin la ayuda del caballo? Esto y mucho más en el próximo capítulo de BLAZE!

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