el valiente

el valiente

pame

24/01/2019

Durante el interrogatorio no se movió, a pesar de los golpes, de las humillaciones y vejaciones, permaneció inmutable.

Vaya cabrón, tendré que descansar – admitió tras un rato el teniente Uribe sudoroso y agitado

La sangre gotea abundante de su nariz, y su ojo izquierdo está completamente cerrado, el pómulo se levantaba hinchado, brillante y un hilo de sangre sale de la comisura de sus labios partidos y voluminosos. Cargado hacia un lado, amarrado a la silla, el castaño cabello mojado y cubierto de sangre, respira apenas, ve en nebulosa al hombre acercarse, ya no siente los golpes, a excepción de los del bajo vientre, que lo curvan en dolorosos espasmos y la náusea se alojaba en su garganta, tiene sed, y una sensación, de tierra seca en la garganta,producto de los trapos.que le introducen, seguro han roto membranas y raspado paredes, traga con dificultad. Siente ceder la presión en las manos, que habían amoratado y adormecido sus dedos, un hormigueo punzante se desplazaba hasta el codo.

Mañana volveré por ti – le dijo jadeante el soldado y le propino un nuevo golpe, que hizo saltar un chorro de sangre, que se esparció como aspersor en la húmeda pared casi en penumbra..

Otro soldado se le acerca y le levanta la cabeza, vierte agua fresca en la boca abierta y le refresca la cabeza, el chorro corre por su cuello hasta su pecho.

-Vamos hombre, descansaras un par de horas – y se lo cuelga de los hombros, va arrastrando los pies, casi no puede ver, lo tira en un camastro y le acomoda en el.

Deberías decirle donde está, no se detendrá, acabara contigo, mejor se lo dices y ya.

Le levanta nuevamente la cabeza, tirándolo desde el pelo, hombre, eres un desastre y se aleja.

Un largo pito se aloja en su cabeza, le zumban los oídos y se siente mareado, se dobla a ratos en nauseas espontaneas, la sangre seca comienza a tironear su piel en la mejilla, y un costrón de coágulos le taponea la nariz, no puede moverse, como si toda sus fuerzas le hubiesen abandonado, intenta cambiar de posición y le duele todo el cuerpo, en un dolor lacerante, profundo y agudo. Se duerme a ratos,despertando ahogado,sudoroso, acalambrado. Oye los pasos y las voces, incapaz de evitar el escalofrío de miedo que lo recorre.

– te lo dije hombre -le dice la voz que ya reconoce – andando y lo tironea

Puede ver sus manos atadas firmemente, con una soga ensangrentada, incrustándose en su piel, da pasos erráticos, intentando mantener el equilibrio ,pero le fallan las piernas y cae de rodillas un par de veces, el hombre lo levanta y lo arrastra por un largo pasillo.

Necesito orinar – exclama en un susurro

¿Ahora?- vaya momento ,que elegiste – pero lo levanta y lo mete en una habitación, le pone un cubo en el frente ,y le suelta las manos

No creerás que lo hare por ti , exclama riendo- hazlo rápido, te esperan

Siente vaciarse su vejiga en un descozor y un ardor, trata de darle al cubo, pero termina manchando el piso, sus pies y se siente avergonzado y miserable, apoya un brazo en la pared y vomita en el cubo una sustancia verde rojiza, que presume debe ser su propia sangre ,que ha tragado.

El capitán se le acerca y le lanza un cubo con agua limpia, que le refresca y extrañamente le hace sentir mucho mejor

Te orinaste encima imbécil y lo arrastra nuevamente atado por los pasillos, ve a medias la silla a la distancia y al hombre parado de espaldas, con la camisa arremangada hasta el codo

– vaya, vaya, allá vamos otra vez, ve sus bototos lustrosos, y un olor a tabaco y café le llena los pulmones

– ésta es tu última posibilidad, ya no tengo ni donde golpearte y lo sienta de un empujón. Su rostro cae sobre el pecho, siente el agua en su piel chorreando

– trae algo para poder ver dónde voy a golpearlo – le dice al guardia, este le refriega un paño mojado en el rostro y la tirantez cede, el tapón de sangre es extraído, con un movimiento rápido y por fin inhala profundamente, alguien le levanta los brazos, gime cuando un dolor oscuro y punzante, se le instala entre las costillas, la polera es lanzada al suelo y ahí, con el dorso desnudo, es incapaz de reconocer su propio cuerpo,

– bien, ¿vas a decírmelo ahora verdad? Y le levanta el rostro por el pelo. Nota los ojos verde pasto, que lo miran con desprecio y un brillo asesino, la mandíbula contraída, la barba a medio afeitar, los dientes parejos, pero amarillos, una ancha cicatriz, en el borde de la ceja de la derecha.

-¿Dónde está?, sabes que igual voy a encontrarla… ¿dónde demonios la escondiste?

Lo mira a los ojos por primera vez, una lágrima corre por su mejilla, del esfuerzo por abrir los ojos, hace un amago de sonrisa, cuando siente el golpe y el crujido entre sus costillas, sabe que las han roto, por el dolor intenso, que le hace perder el sentido …

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