Tan harta de todo, tan harta de la vida, su talento innato como florecía, su paz, su alegría, si allí ante sus brazos, se hallase la vida, no sufriría esta agonía.

Sobre su bicicleta la brisa humeante, entre su reflejo, su voz turbia, cansada, sus manos finas pero amargadas, aquella que en su lecho ruega porque dios me acompañe, como era de dulce y bella la vida que me permitió conocerla, aquella cuyos brazos eran mi descanso, Eras tas infantil, pero a la vez tan madura, tan lento el tiempo, a tu lado espera, cuando en los huertos llorabas las flores se abrían, como anhelando proteger tu alma cansada de tanta malicia, sus piernas delgadas, antes parecían pinos, y a su lado me hallaba como reposando en un nido.

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