Trece Playas

“¿Puede alguien escucharme?”, el eco se reflejó en las montañas. El viento sopla y genera silbidos en los pasadizos rocosos. Me causan nauseas los silbidos que se amplifican, me recuerdan mis momentos inseguros, esos momentos en que los ojos de los demás no sólo me miraban, también me enjuiciaban. Creo que la única alternativa es seguir caminando. Subiendo y bajando. Arrastrándome y saltando. No sé cuánto he caminado ni hacia dónde voy, pero si he de morir, no podría hacerlo sin al menos intentar encontrar una alternativa para evitarlo.

Debo recuperar el aliento. Esta roca no es muy cómoda, no se parece a los sillones acolchados de los hoteles que frecuentábamos visitar. Es un lugar bien maldito para ser abandonado. Creo que estoy razonando mal, no debería culpar al paisaje, debería culparlo a él, por abandonarme. Es un tipo muy maldito el que me abandonó. Compartimos trece años. Años que se sintieron como eternidades, pero llenos de experiencias enriquecedoras. Enriquecerse, esa es la clave de nuestra existencia. Creo que el hecho de estar aquí esta mañana se deriva de ese verbo.

Nunca fue mi intención hacer el mal a nadie. No me considero una mala persona, sólo quería más para dar más, pero él no lo entendió. Si continuo caminando quizás pueda sacar estos pensamientos que comienzan a reproducirse en mi cabeza. Siento un sonido metálico que se expande desde el horizonte lejano. Creo que no tengo nada mejor que hacer que seguir el sonido hasta alcanzarlo. Quizás sea la pista para mi salvación.

Su hermana era muy complicada y muy entrometida. Tenía una capacidad para estar en todos los lugares al mismo tiempo y en verdad llegué a creer que habían clones perfectamente controlados que convivían entre nosotros. Miro el piso y encuentro lo que parece ser un billete. Le limpio el polvo y lo guardo en el pequeño bolsito que cuelga de mi hombro. Encuentro muchos billetes a medida que voy avanzando. En un arranque de desesperación, la respuesta más clara que mi mente pudo entregarme en aquel momento fue inmovilizar a su hermana. “Si tiene una pierna inmovilizada, lo más probable es que no pueda seguirnos al ritmo que ha mantenido durante estos tres años”.

El camino se ha vuelto muy empinado, pero el sonido es mucho más potente que antes. Debo continuar y saber de dónde proviene. Quizás haya personas esperando, quizás me reconozcan y me ayuden. El camino de la fama es muy distinto al que estoy caminando ahora. Es obvio que las alfombras rojas no tienen la cantidad de tierra que rodean mis zapatos esta mañana. En verdad, creo que la fama se siente como algo tangible, reposado en los hombros, que muchas veces te pone una cinta en la boca y te ata los brazos. También abre muchas puertas.

Jamás había usado una pistola. Tuve que aprender, pero en YouTube se puede encontrar de todo. Allí aprendí, con rapidez. Con cautela, precavido para que nadie pudiera sospechar que mis manos planeaban algo oscuro. Nuevamente he de equivocarme, de culpar de forma incorrecta. No eran mis manos las que planeaban algo oscuro, era yo. Y lo logré. Al mirar la sangre correr por su pierna, lo logré.

Ahora estoy encima de la montaña. No hay nada más alto que el lugar en el que estoy. Una playa se extiende frente a mis ojos, una playa larga que termina en otra montaña y un bosque de pinos nos rodea. No entiendo cómo pudo abandonarme en un lugar tan inhabitado. Creo que en verdad estaba enojado.

Y fallé en la organización de mi delito, más bien, en el post-delito. Borré toda la evidencia, y la chica nunca se enteró que fui yo quién le disparó. Actúe de la manera más convincente cuando la visitamos en el hospital. No había cámaras ni otras personas, me aseguré de ello. Pero entonces, ¿Por qué se me olvidó borrar el historial de YouTube?

Bajo con precaución a través de las rocas. El sonido proviene de la playa. En el centro brilla un objeto, supongo que el sonido sale de él. Cuando él se enteró su rostro cambió. Eso fue esta mañana, cuando habíamos acabado de tener sexo, cuando yo salía de la ducha, cuando ya me había vestido y había tomado el pequeño bolso para ir de compras, cuando me había percatado que lo único que me faltaba era mi celular, y que se encontraba en sus manos.

Ahora que recuerdo, lo había olvidado. Toqué mi ojo derecho y sentí un dolor agudo. No recuerdo nada después de ver su mano acercándose con rapidez a mi cara. Lo único que recuerdo es que cuando desperté, una decena de hormigas me picaba las piernas. Corro entonces por la arena de la playa y en el centro pude encontrar el objeto y su sonido. Era una caja negra muy brillante. Al tocarlo comenzó a sonar una canción que yo conocía “13 Beaches” de Lana del Rey. Me percaté entonces que el sonido metálico brillante formaba parte de la canción.

Me siento entonces en la playa. El bolso pesa mucho, todos los billetes que recogí hacían que me doliera el hombro, lo dejo a un lado. No tengo muchas esperanzas en verdad, quizás este es el final de este artista. Nunca me consideré mala persona, pero creo que he cometido un error. Lo admito entonces, creo que es la única manera de morir en paz y de mantener mi conciencia tranquila. Si tan sólo su hermana no hubiera desviado los fondos, si tan sólo no hubiera cambiado la clave, nada de esto hubiera pasado.

Llegado el atardecer, y con mi cara manchada por las lágrimas secas, decido apurar el proceso. La canción aún suena, pero no es molesto. Al ponerme de pie la caja se convierte en una fuente de plata. Coloco entonces el bolsito en su interior. Camino sin dudar hacia el inmenso mar. Siento como el agua rodea mi cuerpo. Primero mis pies, luego mis piernas. Que sensual se siente el agua en mi cintura, en mi pecho y en mi mentón. Que asfixiante se siente el agua en mi frente, que desesperante cuando no puedo tocar el fondo, cuando no se nadar. Al final siento que voy a morir de todas maneras sin intentar evitarlo.

Un par de años después, un par de jóvenes llegó a aquella playa. Era la última de trece playas que habían recorrido durante ese mes, y parecía no ser distinta a las otras, excepto por lo que había en el centro. Se acercaron entonces y pudieron divisar una escultura enorme de un niño sentado en la arena leyendo un gran libro. Sobre la cabeza del niño había un sombrero, que en verdad era una fuente de plata.

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