Vi un colibrí llegar a mi casa y, como vi que vino, vi luego que se fue. Al día siguiente ocurrió lo mismo: vino el colibrí y luego se fue.

El proceso había de repetirse hasta que apareciera otro colibrí que le haga frente.

El nuevo colibrí llegó. Naturalmente, todas las cosas que vienen luego se van; el colibrí obedeció esta máxima y terminó por irse, pues había venido y por ende tenía de retirarse.

Detrás de mí viene una persona y me pregunta: ¿viste el colibrí?

Y le respondo: Si.

Y me pregunta: ¿y viste lo que hizo?

Sí, vino y luego se fue.

Aquella era la respuesta que siempre daba a la pregunta que siempre me hacía, pues los colibrís que he visto no han hecho otra cosa más que llegar e irse.

Pasados unos días, descubrí con gran asombro que el colibrí tenía la habilidad de comunicarse por medio de código morse, al parecer se estaba comunicando conmigo, dando golpecillos con su pico sobre el bebedero donde siempre venía a tomar néctar.

Investigué arduamente dicho código para descifrar lo que el ave me estaba diciendo.

A la mañana siguiente le anuncié mi descubrimiento a dicha persona, que nuevamente me preguntó sobre el colibrí.

¿Has visto el colibrí?

Si.

¿Y qué hizo?

Pues, vino volando, se posó en su bebedero y descubrí que me estaba hablando en código morse.

¿Y qué te dijo?

Me dijo «Ya me voy», y entonces, se fue.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS