Los teclados buscan, combinan, intentan. Es un trabajo; semejante aparato debe producir algo guardable, una solución, una resolución, un antecedente.

Por convención las teclas ordenan y dicen, hacen ese ruidito dactilar de lengua y casi todas dicen, salvo una que es capaz de desdecir y que sólo es capaz del reparo de desdecir.

Pude escucharse la velocidad con que se dice, desde el goteo al redoble, pero el ruido es siempre un cuanto, carece de profundidad y no distingue entre el grito y el bostezo.

La música también es así, pero disimula menos, dice y dice y dice, y tiene más permiso para lo inútil.

A veces cierro los ojos, y la oficina se transforma en un lugar de juego ((((( de teclas (de fichas (de notas, (de cartas (de naipes))))).

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