Parálisis facial

Parálisis facial

Roberto

02/01/2019

Pasados 2 años nuestras instalaciones habían mejorado sustancialmente, contaba con un dormitorio personal, el comedor y oficinas bien equipadas. Ahora podía tener pequeños lujos y aquí me veo… Cómodamente en un sillón acojinado, casi ejecutivo, revisando el proyecto general de la obra. Hago una pausa en mi tarea y recorro con la vista mi oficina, demasiado grande para mí solo, la comparto con mis más cercanos colaboradores.



Ahí está, “Lole” parece que le fallara la vista, aunque no usa lentes siempre está totalmente encorvado sobre su escritorio, revisando no sé qué documentos, individuo cuarentón, regordete, de tez morena, bastante cuadrado en sus convicciones, con estudios truncados en la carrera de contabilidad y encargado de las nóminas y asuntos administrativos, bastante pesado en su trato con él personal, ha logrado ganarse a pulso la antipatía de la mayoría, sin embargo al fin y al cabo, encargado de los pagos y de ser el filtro para los permisos o ciertas concesiones, le aceptan sus modos sin chistar, conmigo es muy condescendiente, a veces hasta amable pero… A la fecha no puedo decir que tengamos ninguna relación amistosa, tenemos más de tres años trabajando juntos de sol a sol, solamente nos dejamos de ver dos domingos al mes que cada uno va a casa, el resto del tiempo aquí en este anexo del infierno; lo llamo así por los más de cuarenta grados Celsius que casi todo el año tenemos.

A un lado de él, está el ingeniero Ruiz quien me auxilia en programación y reportes de obra con treinta y tantos años, cabello rebelde siempre con algunos pelos de punta, creó que nunca se pasa un peine por su cabeza pareciera que se acaba de levantar de la cama y trae consigo el almohadazo, flacucho de voz fuerte y tipluda, tuerce un poco la boca, habla como si trajera un puro, y con la manía de meter el bolígrafo en su oreja todo el tiempo, me gustaría hacerle saber que me molesta su manía pero me reprimo, es desagradable, tal parece que de pronto va a sacar cerilla de su oído derecho.

Mi vista choca con la mirada de Teresa quien me sonríe con cierta complicidad, esa expresión siempre le acompaña; ella es mi secretaria con 28 años de vida, de tez morena clara, nariz aguileña, grandes ojos redondos, su pelo alisado, de cuerpo bien formado. Recuerdo el día que llegó, previamente había pasado la entrevista en las oficinas centrales y al siguiente lunes debía presentarse conmigo, nadie le advirtió que para llegar a este sitio, tendría que caminar más de 5 horas; parte en veredas por el monte, parte por los caminos en construcción; era medio día… Empapadas en sudor se presentaron dos chicas, Teresa y Gina, esta última más joven y más bajita en estatura que Teresa, dijeron ser hermanas, pero entre ellas no vi parecido alguno, seguramente de distinto padre, – pensé, – pero bueno eso a mí que me importa; solamente debía decidir cuál de las dos quedaría a mi cargo. Elegí a teresa y su hermana ocupó la plaza de secretaría en otro frente de la obra.

Deje a un lado mis pensamientos

—“Lole”– le llamé, —dejó su lugar y acudió a mi escritorio

—diga, Ingeniero

—no sé describirlo, pero me siento raro – comenté

— volteo a verme y dijo, ¿raro? Se ve mal, yo le sugiero que salga de aquí y vea un doctor.
—Estás medio loco, —exclamé, — ¿para qué te pregunte? –por respuesta se encogió de hombros y volvió a su lugar

Pero se me hizo buen pretexto para ir a mi casa, los últimos dos descansos había tenido que suspenderlos y hacía más de un mes que no salía de la obra.

—Te voy a hacer caso, avisa a Roberto que me llevaré la camioneta.

Roberto es mi chófer.
Ya oscurecía, tomé la camioneta, una Ford pick up 8 cilindros, del año. Para ese tiempo ya teníamos casi concluida la terracería del camino de acceso, treinta kilómetros entre zonas de deslaves y pegado a desfiladeros de más de 50 metros de profundidad, conociendo tan detalladamente el camino, imprudentemente conducía con exceso de velocidad, llegué a mí casa, pasada la media noche, entré procurando no hacer ruido y desperté a mi mujer con un beso y un…

—Hola amor, ¿cómo están?

—Hola, —contestó y se incorporó

—qué te pasó, ¿porque vienes así?

— ¿así ?… ¿cómo?

—tienes la cara como deforme, ¿que no sientes?

— ¿no siento que?, ¿de qué hablas?

—vete en el espejo por favor;
acudo al espejo y… Efectivamente en mi cara una evidente parálisis facial

—Vamos al médico — fue su inmediata reacción

—Mañana por la mañana — le dije —a esta hora solo urgencias y no creo que me atiendan

A regañadientes acepte y para mi sorpresa me atendieron casi de inmediato, me hicieron algunas pruebas, para descartar daño cerebral y finalmente el diagnóstico quedó en parálisis facial debido a un virus, después de darme algunos antibióticos y vitaminas, tendría que presentarme en mi clínica al día siguiente para iniciar con terapia de rehabilitación.

Por la mañana inicié el tratamiento; el haberme atendido tan tempranamente seguramente ayudó a que las secuelas fueran mínimas.

Puse al tanto a la empresa de lo ocurrido, pero no conformes y con la intención de tener una segunda opinión médica, me canalizaron a un hospital particular, ubicado por Tacubaya en la CD. De México, para mi fortuna por lo menos eso pensé, el diagnóstico fue el mismo.

De nuevo a la clínica, tomé mis almohadillas calientes y como me indicaron… Restregándolas a mi cara. Mi compañero de terapia un viejo con la cara más chueca que la mía, con semblante pálido y serio como momia, comentó;
—hay que tener paciencia, ya tengo como seis semanas en esto y no veo alivio.
– Me lleva el diablo, voy a quedarme con la boca torcida –pensé

En el transcurso a casa en camión urbano, voy dando masaje a mi cara, no me importa que me vean, ya en mí casa y siguiendo las instrucciones médicas, frente al espejo, hago gestos de todo tipo y mi lado derecho que no gesticula lo muevo con mis dedos tratando de igualar al lado sano.

Llevo ya tres días en esta situación, la ansiedad me agobia, me enteré que nombraron como sustituto para mi obra al ing. Pedro Contreras.
Mi mujer insiste que guarde reposo, no estoy de acuerdo, no veo el sentido de esto

– tengo la cara chueca, no el cerebro ni mis pies o manos.
En vez de reposo, satisfago mi ansiedad haciendo reparaciones de la casa, me faltan herramientas, así que… Voy a la ferretería, cercana, más o menos a seis calles, Robert mi hijo me acompaña, tiene 17 años, llevo el ojo con parche, pues la parálisis le impide parpadear y la luz me lastima, pero el ojo sano, el que no tiene problema aparente, no lo controlo, y cuando parpadeo sé queda cerrado y me cuesta trabajo abrirlo, en esas estoy cuando… Maldita rama que se cruzó en mí camino, del tremendo golpe en la frente caí de espaldas hasta el suelo, de inmediato mí hijo me ayuda a levantarme, no sin perder la oportunidad de reprochar
—ves porque tienes que guardar reposo.

Llevo 10 días de incapacidad y concienzuda físico terapia, pero definitivamente estar en esta inactividad ya me tiene al borde de la histeria, he tomado la decisión de regresar al trabajo aunque mi incapacidad sigue vigente y en casa no están ni remotamente de acuerdo conmigo, en fin, me dirijo a la oficina de mi jefe en otro frente de trabajo y que está a 21 km de mi obra.
Me recibió con su habitual cortesía y buen modo.

— ¿Qué fregados haces aquí? Acaso estas pend… Respeta tu incapacidad

— Me siento bien, —le dije –esto de la cara se me quita en unos días, necesito que me reinstales en mi tramo
—vete al diablo — dijo

Se hizo un largo silencio y sin voltear a verme, continuó con los papeles de su escritorio

aunque su trato es osco, llevamos buena relación y podría presumir de cierta amistad
—entonces, ¿Qué?—le dije

—¿Que de que?
pues que ya me siento bien para trabajar
estas como operado del cerebro, haz lo que te venga en gana… Dile al piloto del helicóptero que te lleve a tu ching… Obra


— ¿y que le digo a Contreras?

— ¿Cómo qué?, que te entregue tu obra y se regrese… ¿o quieres quedarte con él?

El viaje en helicóptero no me llevaba más de 15 minutos, así que piloto, mecánico y yo, en menos que canta un gallo nos trasladamos a la obra, antes de salir había avisado por radio (nuestro único medio de comunicación), me recibió Lole y Teresa, me dio gusto estar de regreso, por indicación mía me condujeron con el Ing. Pedro Contreras que estaba a media borrachera.
– yo soy fulano de tal y ya estoy de regreso, me presente.

Al día siguiente el Ing. Contreras me puso al tanto de pormenores y acontecimientos en mi ausencia y partió de la obra.
Sentí pena por él, pero aquí entre nos, temía por mi puesto.
Mi parálisis desapareció al mes siguiente y volví a mi rutina; ya lo había mencionado, bastante ajetreada, de sol a sol con dos turnos de 12 hrs. cada uno.

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