Los dos cimientos

Los dos cimientos

erica miller

01/01/2019

Cuenta la historia que había una vez dos amigos inseparables. Habían crecido en el mismo vecindario y ambos compartían la misma escuela. Sus familias eran muy cercanas y tenían muchas cosas en común. Cierto día, Carlos y Felipe que así se llamaban, se encontraron en una reunión social de su localidad. Se estaba entregando dos terrenos y justamente ellos necesitaban uno cada uno para construir sus viviendas. Muchas personas habían ido a la invitación y todas querían comprar aquellos terrenos ubicado cerca del mar. Ese día los dos hombres estaban salieron ganando. Habían salido sorteados entre los presentes y ahora eran los dueños de aquellos hermosos parajes anhelados por muchos. Sin embargo, se les proporciono toda la información acerca de la tierra donde iban a edificar. Una era rocosa, firme e inamovible. La otra, era arenosa, frágil y podía caerse si soplaban fuertes vientos sobre ella. Para Carlos, el terreno pedregoso fue el mejor para hacer su casa, pero Felipe opto por el terreno más frágil, donde había arena. Ambos se pusieron a conversar sobre el asunto. Felipe decía que no iba a pasar nada al construir sobre la arena ya que era suave y fácil de mover cuando se cavan en ella los cimientos. En cambio, Carlos le advirtió que su casa, luego de terminada, no duraría mucho después de las tormentas y la crecida del mar y se derrumbaría. Carlos sabía que el terreno rocoso, más duro de trabajar, le tomaría más esfuerzo y tiempo para terminar su obra, pero estaba seguro de que no se iba a destruir por los vientos y tempestades.

Luego de la reunión, cada uno se fue a su casa y hablaron de lo ocurrido a sus familias y amigos. A pesar de todos los consejos, Felipe y su familia estaban de acuerdo en construir su casa sobre la arena, mientras que, en el hogar de Carlos, todos apoyaron su proyecto pues no deseaban construir en la tierra arenosa sino en las rocas sólidas y fuertes. Luego de un año de recolectar dinero para comprar el material, los dos hombres comenzaron su tarea. No estaban tan lejos el uno del otro, sin embargo, los terrenos frente al mar, eran completamente distintos. Donde había arena, era un sitio en el que no había reparo y todos los vientos y mareas iban a parar directamente al suelo frágil y vulnerable del terreno. El lugar escogido por Carlos, un poco más alejado del mar, igual estaba en desventaja con el clima, pero las rocas eran tan fuertes y solidas que protegían el terreno y no había fuerza potente que causara destrozos en él. Los dos constructores comenzaron sus obras decididos a terminarlas antes del invierno, donde ya no podrían trabajar por los días fríos y lluviosos. Cuando terminaron sus construcciones, los dos habían quedado satisfechos y ahora podían ir a habitar allí. Con mucho esfuerzo, se instalaron uno en cada casa, con sus familias correspondientes. El verano terminó. Se vino un invierno crudo y tormentoso y según los anuncios sobre el clima en las radios y periódicos que alertaban a las familias se avecinaba el peligro de tormentas fuertes en esos lugares cercanos al mar. Ninguno de los dos hombres tuvo temor a los avatares del clima y a las noticias pues esperaban preparados que pasara rápido el viento huracanado. Llegaron terribles maremotos, tornados y granizo, lluvias torrenciales y nevadas fuertes, golpeando las viviendas con una furia inusual. La casa de Carlos ni siquiera se movió en sus cimientos y contemplaba por la ventana con su familia, el poder destructor de la naturaleza que parecía no ceder. Fue entonces que se oyeron gritos de terror, voces y lamentos que clamaban por ayuda. Felipe y su familia estaban siendo llevados por las aguas del mar y destruida su casa. Esta se había derrumbado tan solo con el primer fuerte viento y pudieron salir a tiempo hasta la playa con sus chalecos salvavidas. Entre escombros y maderas, fueron empujados por la lluvia y el viento del mar. Estaban a punto de perecer ahogados por las olas altísimas y ya no podían pedir ayuda. Carlos pidió socorro a las personas rescatistas del lugar y desde un helicóptero pusieron a salvo a la familia de Felipe y este, a punto de morir. Carlos y los suyos, les dieron asilo en su casa y Felipe con su familia prometieron hacer una nueva casa en la zona rocosa cerca de Carlos. De algún modo se convencieron los rescatados del peligro que los cimientos debían ser fuertes porque nada se puede hacer cuando vienen las olas del mar gigante y los diluvios cargados de viento y destrucción. Las familias se hicieron muy amigas y juntas edificaron la casa nueva para Felipe quien aprendió una lección que jamás olvidaría. Carlos le dijo, yo también pude haber elegido ese terreno y me habría acontecido lo mismo, pero mi padre me aconsejo que no lo hiciera por más fácil que fuera cavar los cimientos. La roca es fuerte y no se mueve por los vientos y lluvias. Ahora, los dos hombres dedicaron sus vidas a alertar a otros de no construir en la arena pues esta se derrite ante las olas del mar. Tenemos un Padre, todos los seres humanos, nuestro Padre Dios, él quiere que edifiquemos en la roca firme que es Él mismo. Cuando vengan tempestades en la vida, anclados sobre él, como roca de salvación de los siglos, podremos estar seguros y confiados de que nos salvara del mal. Deseo que juntos construyamos nuestras casas confiados en la Roca Eterna. Un feliz año nuevo.

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