Lleno mis escritos de «quizás»; debe ser una de las palabras que más me gustan, ya que, en el «quizás», todo es probable. Hay cierta incertidumbre que me vislumbra y me mantiene alerta.

El «quizás» está entre los «sí», que no puedo afirmar y entre los «no», que quiero decir; entre el blanco y el negro; y, entre las millones de posibilidades infinitas en las que una situación puede desembocar a futuro, agrego la que deseo, en forma de «quizás».

Fuiste todo este tiempo, todo este año, mi «quizás» favorito, el que me hacía sonreír cuando imaginaba reencuentros, cuando leía frases que hacían alusión al destino y a las casualidades.

Te dediqué mis «quizás» más cargados de esperanza y anhelo. Todos, tenían la ilusión de transformarse en certezas, en permanencia, en algo estático, en algo tan inamovible como una roca paralizada en una playa, aunque sea golpeada mil veces por las feroces olas del mar.

En algún momento pensé que quizás éramos el amor. Pero al rompernos, el amor de todas maneras siguió existiendo, en todos lados, todo el tiempo. Lo veo en la calle, en el metro, en el camino hacia la universidad, en la televisión, en la prensa. El amor existe, sigue existiendo, se ve en las parejas, en las fotos, en las miradas, en las dedicatorias, está en los ojos de mi mamá cuando me ve melancólica por tu ausencia y se muere por sacarme una sonrisa; está en la amistad, en la familia, en los actos desinteresados, en los gestos de corazón. Lo veo en cada persona, en cada detalle, abunda en el mundo, inunda cada rincón. Y, sin duda alguna, estoy enamorada de ello. Soy un híbrido de nostalgia por tu ausencia y el vacío que solo se llena de ti y, a la vez, de inmensa alegría al saber que se respira amor en la atmósfera, aunque no lo esté respirando en este momento.

El amor existe con o sin tu presencia, existe aunque nosotros ya no nos correspondamos, existe y hace del mundo un lugar mejor.

Crecer es entender que ya no hay «quizás» entre nosotros, aunque de ese puente sostenía toda mi fe. Esa palabra, como puente que nos unía, era la que me decía que en algún escenario futuro, dejábamos de ser inconcebibles, y el «quizás» se transformaba en ese sí que tanto deseé.

Pero el puente se destruyó por algún golpe de realidad, o por muchos que lo fueron resquebrajando paulatinamente. Te amo, y esa es mi mayor certeza, pero comprendí que quizás sea hora de excluirte de todos mis «quizás». Porque también es una certeza que ya no somos una probabilidad.

En este domingo bohemio, aún te respiro de manera involuntaria.

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