Te esperé…

Te esperé, juro que lo hice. Tuve mucha paciencia. Cada día superaba un nuevo nivel. Ni yo misma sabía que podía esperar a alguien de la manera tan intensa como lo hice contigo o lo sigo haciendo, lamentablemente.

Esperé tanto para que pasara algo que en el fondo sabía que no iba a suceder, tal vez por las tantas alertas que tenía enfrente, pero que al final las esquivaba para no morir en el intento.

Me aferré y aprisioné con locura a una esperanza viciada y sin sentido, solo para sentirme plena y no desvanecerme ante la penosa y ardua idea de que todo ya estaba dicho y no había vuelta atrás, ante la idea de que este amor se quedó solo de este lado, del mío y de que no hubo suficiente para los dos y para tratar de sostener esto, algo que solo yo quería seguir manteniendo.

Di mucho más de lo que podía; y, estaba dispuesta, sin duda alguna a darte más si era necesario. Callé muchas veces cosas que me hacían daño, ruidos que me lastimaban para darte paz. Me dediqué tanto a demostrarte lo hundidamente enamorada que estoy, que me olvidé de mí.

Esperé reciprocidad, esperé importancia, esperé ser suficiente, esperé detalles, mínimos. Esperé mensajes y llamadas que nunca llegaron. Esperé cumplir tus expectativas, esperé más momentos y poder ser más feliz a tu lado. Esperé tu búsqueda al alejarme para ver si en verdad te importaba y al confirmar que no fue así, te busqué yo; tantas veces que duele. Esperé intentos de tu parte, exclusividad, apoyo. Esperé que creyeras en mí, aún cuando ni yo misma lo hice. Esperé que no me dejaras sola cuando más te necesité y sentía que se me caía la vida. Esperé respeto, empatía. Esperé tu amor… esperé y esperé.

Qué espera tan larga, tan intensa, tan desconcertante, tan agobiante y dolorosa. Esperé tanto que me fui desgastando poco a poco. Me perdí buscándote; me perdí esperando a encontrarte y ahora soy yo la que no se encuentra.

Ahora lo que solo espero, es salir a flote de este hueco que me consume cada vez más y así, dejar de esperarte.

«Sé que soy una idiota al esperarte, pues sé que no vendrás». Mario Benedetti.

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