Blaze! Capítulo 44

Capítulo 44 — Nada nuevo bajo el sol.

Días atrás.

Hombre –dijo una voz, dirigiéndose a Belárus, asustando al viejo leñador—. Deseo hacerte una pregunta.

¿Quién habla?, ¿qué deseas? –preguntó el retirado caballero, mirando en todas las direcciones, reculando contra la pared de su hogar con su afilada hacha entre las manos.

¿Conoces a esta mujer? –preguntó Chained God, condensando una oscura neblina frente al rostro de Bel, formándose una imagen dentro de ella, mostrándole a Blaze, abriendo sus ojos en su máxima extensión, sorprendiéndose.

Puede ser… ¿por qué? –respondió Bel, preguntando de inmediato, mientras la neblina desaparecía sin dejar rastro alguno.

Claramente la conoces, siento tenuemente su esencia en ti… Necesito encontrar a su maestro, Echleón –contestó el poderoso demonio, inmiscuyéndose en el corazón de Bel—. Siento una ira intensamente oculta en tu interior, puedo ofrecerte también un trabajo con una paga que no lograrás encontrar en ningún otro lado, si me dices la ubicación del hechicero, obviamente.

Sí, sí, tengo un gran odio y tiene que ver con esa bruja. Una vez robó algunos de mis… –dijo Bel, paralizándose al sentir un gélido roce sobre su garganta y rostro, callándose—. Te diré dónde encontrarlo…

No me interesa tu historia con ella, si la odias puedo ayudarte a tomar venganza, aunque lo más seguro es que seas derrotado de inmediato, viejo leñador –dijo el demonio desdeñando al anciano, carcajeando entre dientes.

No dirías lo mismo de haberme conocido en mi juventud, fui un poderoso guerrero –contradijo Bel, dejando su hacha en el piso, abriendo un gran cajón de madera presente en la sala de su casa, mostrando la pechera de su antigua armadura.

¿Poderoso? Ustedes no saben lo que es eso… Aún así te daré la oportunidad de demostrar tu valía, si logras matarla y traer su cadáver hasta acá, el cambio será permanente –propuso Chained God, rejuveneciendo al decrépito Belárus, revitalizando sus desgastadas articulaciones, endureciendo sus caídos músculos, estirando su arrugada piel, reenfocando sus desviados ojos.

¿Cómo lo…? Al menos, si he de servirte, dime para quién estoy trabajando –pidió el rejuvenecido Bel, observando su cuerpo de antaño, sintiéndose incluso mejor que en su periodo de mayor esplendor.

Sin preguntas, humano. Tienes un mes para cumplir la tarea que te he encomendado o volver a envejecer será lo menos terrible que te pase –explicó Chained God a Bel, extorsionándolo para que cumpliera sus deseos—, pero antes debes llevar a Gaddala al hogar del hechicero.

¿Y quién es Ga…? –preguntó Bel antes de ser aterrorizado por el apestoso y horroroso ser, que salió de detrás suyo, sin alcanzar a reaccionar, oliendo los vaporosamente oscuros y pútridos resoplidos de la bestia demoniaca.

Gaddala, lo dejo todo en tus manos nuevamente, ya sabes lo que quiero –ordenó crípticamente Chained God a su esbirro, estremeciendo al ya asustado Bel.

Vamos –ordenó Gaddala a Bel, empujando al hombre—, tú me guías.

Belárus avanzó en silencio por las calles de su pueblo, completamente atemorizado, con su mente pensando rápidamente, intentando saber cómo se había metido en tal embrollo, poniendo en peligro la vida de su alumna y del hombre que la crio desde su niñez más temprana. Al menos había logrado engatusar al demonio para hacerle creer que odiaba a su pupila, contaba con tiempo para avisarle de la situación, para ayudarla a prepararse.

Hombre… ¡Hombre, reacciona! –gritó Gaddala, deteniendo a Belárus—. ¿Cuánto falta para llegar?

Es allá, es aquella casa –dijo el rejuvenecido hombre, sin atreverse a mirar la vivienda, consciente de que estaba condenando al maestro de Blaze, todo con tal de poder salvarla—. Debo irme, tengo una misión que cumplir.

Belárus volvió corriendo a su casa con toda su fuerza, vistiendo nuevamente su armadura, colgando la espada que algún día pensaba regalarle a Blaze en su cintura, infiltrándose en las caballerizas de unos comerciantes vecinos, robándoles un caballo, saliendo despedido en búsqueda de Blaze, esperando encontrarla antes que el demonio que le concedió la vitalidad y juventud, fortaleza que ahora lo impulsaba a cabalgar vistiendo como hace años atrás, cuando servía a su querido Rey.

Por otra parte, Gaddala observaba cuidadosamente desde lejos la casa de Echleón, decidiendo por donde meterse para matar al vetusto hechicero, acercándose sigilosamente a la derruida construcción.

¿Cuántos años habrán pasado?, ¿me recordará con el mismo temor de antaño? Antes podía seguirme el paso, pero ahora no creo que pueda –musitó el oscuro carnero, cerrando el hocico para evitar la filtración de su tóxico aliento, para no alertar al hechicero y lograr matarlo sorpresivamente.

Gaddala caminó por el perímetro de la casa, abriendo la puerta que comunica el patio con el interior de la vivienda con su pezuña derecha, siendo agarrado primero por esa extremidad y luego por las otras tres, terminando envuelto dentro de unos invisibles y asfixiantes tentáculos, los que lo aprisionaron hasta destrozarlo en varias partes, desparramando los trozos del demonio en el exterior del hogar de Echleón.

Desde su dimensión, la sombra observaba al anciano hechicero hacer sus quehaceres diarios y normales, limpiando el desastre que dejó al destripar a Gaddala, no dejando huellas del fallido atentado.

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Albert despertó por su propia cuenta del golpe que le propinó su katana al regresar a su lado, encontrando a Blaze contemplativa, en frente de una pira donde se estaba quemando un hombre vestido con armadura.

¿Qué sucedió?, ¿de qué me perdí? –preguntó el oráculo, sobándose la nuca, dolorido aún por el golpe.

Fui atacada por este hombre. Antes de morir confesó que fue enviado por alguien para atacarnos a mí y a Echleón y, tomando en cuenta esa leve presencia demoniaca… –dijo Blaze, ocultando la identidad de su maestro Bel, con sus ojos hundidos en la hoguera.

¿Segura? Yo no siento nada –dijo Albert dudoso de lo que Blaze decía—. Supongo que ahora iremos a ver cómo está tu maestro.

No, ya me desdoblé y viajé a su casa, está viejo y polvoriento, pero bien, dijo que no ha pasado nada raro allá. Además, no te lo dije esa vez, pero siempre que un demonio hace tratos con humanos o los posee contra su voluntad, deja su marca, mira –explicó Blaze, mostrando el cráneo calcinado de Bel entre las llamas, apuntando a la firma demoniaca tallada en él.

¡Eso es… como aquella vez con Abelard! –exclamó Albert recordando el incidente en la biblioteca de Libër—. ¿Fue Bhasenomot de nuevo?

No, este no es Bhassi, es algo mayor. No sé qué rayos pasa aquí, pero tenemos que irnos con cuidado de ahora en adelante –manifestó la joven hechicera, avivando las llamas con Fire Balls.

¿Y por qué lo estás quemando con tanto apuro? –consultó Albert al ver la forma en que su señora excitaba las flamas.

No hay que confiarse sólo porque está muerto, un cuerpo poseído una vez puede ser reanimado después por algún necromante o por la entidad que lo poseyó en primera instancia, es mejor así, esquelético –aclaró Blaze, derritiendo la armadura de Bel sobre sus huesos, apagando luego la hoguera con un chasquido de sus dedos—. Quebró mi espada y lo pagó caro, ahora me quedaré con la suya, es una excelente arma, aunque se nota que tiene su historia, cuando encontremos algún herrero la haré rectificar.

Blaze sanó completamente las heridas internas de Albert, mandándolo luego a enterrar el cadáver de su maestro y a preparar el caballo del fallecido caballero, quedándose frente a la improvisada tumba por un momento.

Algún día volveré y te daré el descanso que mereces, viejo Bel, hasta entonces espérame aquí –murmuró Blaze con el corazón acongojado, sin derramar ninguna lágrima, alejándose del lugar, uniéndose a su escudero, marchándose de la costa.

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Está muy callada, entiendo que sea incomodo viajar en caballo con un hombre detrás de ella mientras conduce al animal, pero no me ha dirigido la palabra en horas –pensó Albert, sentado contra la espalda de su señora, apoyando sus manos en el lomo del equino para no caerse, viendo como el sol se ocultaba lentamente detrás de ellos—. Blaze, ¿estás enojada?

Blaze no respondió a la pregunta de su escudero, cambiando la dirección por la cual caminaba el caballo, pasando bajo las ramas de un árbol de mediana altura, agachándose para evitar golpearse con los brotes del vegetal sin avisarle a Albert, quien recibió repetidos varillazos en su espalda y cabeza, quedando lleno de magulladuras y hojas en su cabello.

¡Ouch! No tenías por qué hacer eso, Blaze –reclamó Albert, sobándose la espalda.

¡Mierda! Espérame acá con el caballo, tengo una urgencia –comunicó Blaze a Albert, bajándose del animal utilizado como transporte, perdiéndose entre los árboles.

No necesitas utilizar ese vocabulario conmigo, ya sé a qué te refieres –respondió el oráculo, bajándose también del animal, dándole de beber de su cantimplora.

De repente, desde los arbustos, emergió una figura humanoide, corriendo desesperadamente, como una sombra de borde indefinido con reflejos tornasol, pasando al lado del escudero, quedándose los dos mirándose a los ojos, escuchando ambos como lejanas voces se acercaban al lugar donde se encontraban parados, girando Albert su cabeza para ver a los dueños de los gritos, perdiendo de vista al ser que se encontraba en fuga.

¡Ahí está! –gritó un hombre al ver a Albert, apuntándolo con una lanza, cuya afilada hoja se iluminó al quedar frente a él, siendo rodeado al cabo de unos segundos por varios hombres armados de palas, rastrillos, hoces y antorchas.

Blaze estaba pasando por un pequeño periodo de estreñimiento debido al poco consumo de agua que tuvo mientras viajaban en la acelerada barcaza, además de otras condiciones biológicas condicionantes, demorándose más de la cuenta en liberar peso, agachada entre los matorrales, envuelta en su capa en caso de que a Albert se le ocurriera entrar inadvertidamente en escena, escuchando gritos de su escudero cada vez más cerca, pidiéndole ayuda.

¡Acaso una no puede acurrucarse tranquila unos minutos en silencio, necesito un poco de calma aquí! –gritó Blaze desde su posición en el piso, mientras Albert pasaba metros detrás de ella envuelto en la bola mágica de protección que aún no sabía controlar ni producir, gritando y corriendo para no ser alcanzado por los hombres armados que le arrojaban sus herramientas para intentar dañarlo, sin llegar a hacerlo, impactando al hechizo protector sin nombre.

Blaze hizo un titánico esfuerzo, finalizando parcialmente su faena, pateando fuertemente la tierra para desprenderla, tapando el macabro evento, limpiándose con las hojas más tersas que pudo encontrar, flameándose las palmas de las manos en caso de haberse manchado inadvertidamente, buscando a su desesperado escudero, notando como un árbol cambiaba de forma, convirtiéndose en una pequeña chiquilla, emitiendo un bello destello dorado al finalizar la transmutación, la que se montó en el caballo que supuestamente perteneció a Bel, cabalgando a toda velocidad, perdiéndose en el bosque.

Mira, un cambia-formas –dijo Blaze, sonriéndose por el encuentro con tal tipo de criatura, medianamente calmada, percatándose luego de la pérdida—Espera, ese… ¡Ese era nuestro caballo!, ¡vuelve maldita cosa… sin forma definida…! Masa deforme… ¡Mierda!

Blaze dejó escapar a la criatura, siguiendo las luces de las antorchas, encontrando a Albert reducido y atado de pies y manos, siendo rodeada por los hombres armados, enfrentándose a la lanza luminosa que portaba un viejo panzón y barbudo.

Esta debe ser la secuaz del demoniaco ser aquí presente, del modo que brilla la lanza de Sotah puedo aseverar que es una hechicera, no me cabe la menor duda –aseguró el hombre, mandando a sus acompañantes a cercar más fuertemente a la recién llegada.

Albert, ¿en qué situación estamos metidos? –consultó Blaze, alzando sus brazos, viendo como tenían a su escudero, temiendo que lo atacaran y le dieran muerte antes de que pudiese reaccionar.

¡Ellos creen que soy un cambia-forma, diles que sólo soy un oráculo, ni siquiera soy bueno imitando caras ajenas, sálvame! –gritó Albert, siendo callado con un trozo de tela sucia que le metió en la boca uno de sus captores.

Seres infernales, ahora me dirán lo que necesito saber antes de que los mande de vuelta al inframundo –solicitó casi cortésmente el viejo de la lanza mágica, ordenando a que pararan a Albert, cargándolo en una rama como si fuese un animal faenado listo para asar en una fogata, caminando todos entre la espesura del bosque, perdiéndose en la noche.

No hay tiempo para el duelo. ¿Quiénes han capturado a Blaze y Albert?, ¿qué información desean obtener del cambia-formas?, ¿por qué Blaze no arrasó con todos y se liberó de los hombres que los acusan incorrecta e injustamente? Esto y mucho más en el próximo capítulo de BLAZE!

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